Tenemos un plan

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Ya la había curado lo mejor que pudo, pero seguía inconsciente. Había  levantado su cabeza un poco, utilizando una raíz bastante gruesa como almohada, y tenia su mano agarrada con las suyas, apretando un poco, con deseo de que se despertara. Su rostro reflejaba unas marcas de agua de dos o tres lágrimas que no pudo evitar derramar. Ninguno de los demás había hablado en todo ese rato, estaban demasiado tensos con lo que había pasado. Primero; el ataque ha Effie que le había provocado una gran herida en su hombro que la había casi desangrado. No sabían cuanta sangre había perdido, pero la suficiente para que su piel se volviera mas pálida y perdiera el conocimiento. Segundo; la nefasta noticia que habían tenido los tributos del distrito 9. Daniel, el mentor de ambos, había fallecido, y les habían avisado mediante una nota en un paracaídas, lo que les había dejado devastados, por lo menos a Mizar, que permanecía sentado con las piernas encogidas y la cara entre estas, para ocultar unas lágrimas que se le habían escapado de los ojos. Trepadora por su parte estaba sentada en una rama con la mirada perdida. Tras recibir la noticia produjo un pequeño respiro y cerró los ojos un segundo para después sentarse en la posición que estaba ahora, con su mochila sobre las piernas. No había soltado ni una sola lágrima, lo que parecía inverosímil por la actitud de niña pequeña que solía portar. Finnick la observaba medio sorprendido y a la vez no. "Si había matado a su hermano hace 9 años y seguía diciendo que no había sido ella, por qué iba ha llorar por la muerte de su mentor" pensó. Después de un tiempo alguien rompió el silencio.

—No puedo evitar preguntar, pero ¿Por qué has dicho antes que era otro peligro del reloj, Beetee? —le preguntó Trepadora al susodicho.

Este la miró; seguido de todos los demás; y tras unos segundos recordó que ella no lo sabía, que no había estado con ellos cuando lo explicó, por lo que decidió hacerlo.

—Resulta que la arena es un reloj. ¿Sabes que es un reloj, verdad? —le pregunto.

—Una cosa que sirve para saber que hora es, ¿No? —le contestó algo indecisa.

—Si. ¿Y sabes que tiene números alrededor? —le volvió a preguntar. Ella asintió —¿Lo que lo dividía en 12 secciones? —le volvió ha preguntar. Tras unos segundos de procesamiento parecía entenderlo, por lo que asintió. Tanto Johanna, como Finnick se estaban cansando de la conversación, por lo que se frotaban la mano por la cara en símbolo de frustración —Pues como te he dicho antes, la arena es un reloj y esta dividida en secciones, cuyas líneas divisorias son los caminos que van de la playa a la cornucopia. Cada sección tiene un peligro diferente. Estos son los que conocemos. De una a dos hay una lluvia de sangre, de dos a tres charlajos, de tres a cuatro monos, de cinco a seis hay grietas, de diez a once se produce una gran ola y de doce a una caen rayos en uno de esos árboles  altos. —termino de contar todo despacio para que lo entendiera bien.

—¿En cual de los árboles caen los rayos? —pregunto buscando la respuesta.

—No lo sabemos. El pincho de la cornucopia marcaba las doce, pero hubo un problema. —Fawn hizo una pequeña pausa —Tuvimos un pequeño enfrentamiento contra los profesionales, y tras la muerte de Koralia...—hizo otra pequeña pausa rememorandola, continuo —y la de Cassis, y después de que el resto de los profesionales escapara, la cornucopia empezó a girar, y se puso en otra posición distinta.

—Ah, vale. Gracias por explicármelo.  Lo siento por la pérdida de Koralia, Finnick. Y eso explica también dos de los cañones que escuchemos.

—Y que tan solo hubiéramos visto tres profesionales. —dijo una persona, mientras iba abriendo los ojos.

Mizar separó la cara de entre las piernas y giro la cabeza, junto con todos los demás, hacia un Haymitch sorprendido y con una pequeña sonrisa en su rostro, que miraba hacia su compañera, que iba despertando poco a poco y mirando hacia su alrededor para saber donde estaba. Ella estaba intentando incorporarse, y Haymitch al ver esto le ayudó a sentarse apoyada contra un árbol, sin soltarle la mano aun, pero sin apretarle tanto. Le dedico una sonrisa y ella se la respondió. Se quedaron mirando, parecía que la ultima vez que se habían visto habia sido hace siglos. Querían seguir, pero alguien los interumpió.

Mentor y escolta en la arenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora