Separación y encuentro.

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¡Despertar!¡Rápido despertad! —grito Finnick mientras recogía su tridente del suelo —¡Tenemos que irnos de aquí rápido! —volvía a gritar algo mas alterado.

Los otros tres ya se habían despertado y puesto de pie. Querían preguntarle que pasaba, pero ya no podían. Se había adelantado, y hacia gestos para que corrieran hacia él. Echaron una pequeña ojeada para ver, si podían, lo que pasaba. Aun era de noche, y no se veía mucho, pero si lo suficiente para ver como el suelo se estaba rompiendo. Pequeñas grietas que corrían como ríos en la tierra, salían de todos lados y se abrían cada vez mas, separando el suelo en facciones. La profundidad de estas no se podían distinguir desde donde estaban, aunque seguro que serian los suficientemente profundas para matarlos, ninguno quería quedarse a comprobarlo. No tardaron nada en salir corriendo y huir de lo que se avecinaba, tan solo portando los cuchillos de cada uno, que ya tenían metidos en sus cinturones. 

Finnick les había esperado apenas unos segundos, para que fueran capaces de alcanzarle. Ya todos medio reunidos, empezaron a correr en fila, uno tras de otro, escapando del suelo que se abría, atravesando la selva como podían, intentando no caer o tropezarse, Finnick primero, seguido de Haymitch, y por ultimo las mujeres, Koralia y Effie, en ese orden.

La jungla parecía no acabarse. Por mucho que corrieran seguían saliendo mas y mas arboles y vegetación, y las grietas tampoco parecían cansarse; al contrario que los 4 tributos que avanzaban por la selva. El cansancio ya empezaba ha hacer mella. Lo que no quería que pasara al final paso, y Koralia calló al suelo, tras tropezar con una raíz que no había visto. Los otros tres pararon rápidamente, y Effie y Haymitch que estaban mas cerca, se acercaron a ayudarle a levantarse, mientras Finnick se acerba también. Cuando apoyo el pie con el que tropezó en el suelo, una mueca de dolor apareció en su rostro y un suave gemido salió de su boca.

—Creo que te has torcido el tobillo. —dijo Finnick algo preocupado mientras veía como seguían avanzando las grietas.

—Tendréis que dejarme aquí. No hay manera de que yo pueda continuar corriendo. —dijo mirando hacia atrás, y viendo que la grietas estaban a penas quince o veinte metros de ellos.

—Lo siento, no voy ha dejarte aquí. Tengo una idea. —tras esto le paso el tridente a Haymitch y se agacho mientras se daba la vuelta, poniéndose de espaldas a su antigua escolta. Las grietas estaban ahora a diez metros, seguían avanzando — Súbete, yo te llevo. —le dijo a la mujer. Ella rápidamente izo caso a lo que le dijo el joven. Rodeo los brazos alrededor de su cuello, y este le cogió las piernas. Tras esto se levanto. Las grietas apenas estaban a cinco metros —Vayámonos rápido. —dijo mientras miraba rápidamente atrás y salía corriendo. Los otros dos, que no habían dicho nada en todo el tiempo que habían estado allí parados, salieron corriendo detrás.

El tropiezo les había retrasado, y ahora tenían a las grietas mucho mas cerca de ellos que antes. Como Finnick ahora llevaba una carga extra, iba mas lento, por lo que fue mucho mas fácil ser alcanzado y adelantado por Haymitch, el cual ahora abría camino, Effie seguía yendo a la cola.

Las grietas parecían que habían cogido velocidad en los últimos segundos, y eran mas rápidas. De repente un gran temblor; que debería haberse sentido en toda la arena; hizo que todos cayeran al suelo de golpe y tardaron unos segundos en levantarse. Pero el panorama que se les mostraba era desolador. Una gran nube de polvo se había formado a su alrededor, y aunque no veían bien, pudieron observar la causa de tal polvorera. Una gran grieta de 15 o 20 metros se había formado entre los miembros del grupo, separándolo en dos; los chicos y Koralia por un lado y Effie por el otro. Ella había caído al suelo y aun no se levantaba. Al lado de su cabeza estaba la culpable. Una piedra con la que posiblemente se había golpeado, dejándola inconsciente y a la merced de que le pasara cualquier cosa. Haymitch se quedo desolado. Quería saltar y salvarla, pero una mano en su hombro le detuvo.

Mentor y escolta en la arenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora