Capítulo 22:

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Editado ✔️

Capitulo 22:

Christian

"¿Cómo estuvo el viaje?" leí el mensaje que había llegado repentinamente a mi teléfono. Una sonrisa surgió en mis labios al ver el nombre de Payton en la pantalla. Eran cerca de las seis de la mañana, no me extrañaba que estuviera despierta a esta hora en realidad, de seguro se estaba desemperezando ahora mismo para luego ir a preparar sus cosas e ir al colegio. La conocía acierto punto, que podría llegar a asegurar de que tenía su ropa perfectamente planchada a los pies de su cama, y sus clásicas zapatillas en el piso, alineadas con una regla.

"Agotador, no he pegado un ojo en toda la noche."

"Deberías descansar. ¿Te veré hoy?"

"Lo dudo, pequeña nerd. Tendrás que pasar tus clases sin mi odiosa presencia a tu lado. Cuando esté libre quizás te llame, a menos que no puedas."

"Está bien. Nos vemos."

Finalizada la conversación, guarde mi teléfono en el bolsillo delantero de mi pantalón, mientras perdía mi mirada en los árboles y arbustos que rodeaban el camino rocoso por el que íbamos. El auto se zarandeaba por los baches pequeños que había y el polvo se levantaba con prepotencia por la velocidad a la que iba manejando Justin. Imagino que el al igual que yo, estaba tan agotado de semejante noche, que lo único que quería era terminar de una vez con esto.

La semana había estado llena de viajes y de noches interminables en las que debíamos ir de un punto a otro ya sea entregando nuestra mercancía o simplemente ir a vigilar que nuestros pedidos llegaran como correspondía y escoltar el traslado hacia alguna de las bodegas de Jeremy. Básicamente apenas había tenido tiempo de dormir. Dormir de verdad, no en un asiento de auto mientras alguien manejaba.

No sabía que invento daría nuestra madre cuando la llamaran del colegio producto a nuestra casi inexistente presencia en los salones de clases esta semana. Por lo general siempre ordenaba a alguno de sus empleados que inventara alguna escusa barata para justificar nuestras faltas. Al director le importaba un comino después de todo, había escuchado tantas veces la misma historia de que habíamos tenido que salir de la ciudad por la muerte de algún familiar cercano (a estas alturas, ya los habíamos matados a todos con tanta mentira), o que mi padre nos había llevado de vacaciones a las Bahamas (ganar la lotería era más posible, a que eso ocurriera); apenas se molestaba en poner en duda aquel tipo de historias. Él solo cumplía con las normas del reglamento escolar y así mantener su trabajo. Era tanto el miedo que tenia a nuestro padre, que evitaba a toda costa verlo en los pasillos del establecimiento.

En fin.

Habíamos llegado a una vieja casa de pesca, ubicada justo a un lado de un viejo muelle, lugar al que veníamos a jugar cuando Sam, Justin y yo éramos unos niños. Era lugar de nadie, no sabíamos a quien había pertenecido aquella casita y para ser sinceros tampoco nos importo en esos tiempos; la habíamos encontrado en una de nuestras tantas escapadas con Sam y nos habíamos apoderado de ella, convirtiéndola en nuestro refugio, eso hasta que crecimos y desde entonces solo ha sido nuestra casa de torturas y dolores de cabeza.

De solo pensar en la infinidad de cosas que han pasado aquí, se me apretaba el estomago.

Bajamos del auto y me acerque a la casita. La puerta al igual que toda la infraestructura del lugar, estaba que se caía a pedazos, la madera podrida y sucia no brindaban ni un poco de seguridad.  El candado que aseguraba el trozo de madera con manija estaba oxidado, solo pastaba un golpe y se destruiría en el suelo. Cuando entre al lugar, el horrible olor a encierro y a humedad me llego de lleno a la nariz, haciéndome hacer una mueca. En medio del lugar, había una vieja silla, pero claro, no era una silla cualquiera: esta tenia correas de cuero en las patas delanteras y en los apoya brazos. Mire a mi alrededor y vi alguno y que otro cachureo de pesca y herramientas. Nada fuera de lo común. Nada extraordinario.

Mafiosos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora