Capítulo 26:

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Capítulo 26:

Justin

El cigarrillo que tenia entre sus dedos humeaba bastante. Parecía que desde que había llegado, se lo llevaba cada vez más rápido a los labios para terminárselo con rapidez y luego sacar otro de la cajetilla nueva que le había traído y que ella misma me había pedido. Era el 4° mas o menos que llevaba en todo este rato.

Aun no decía ni una sola palabra. Simplemente estaba ahí, ausente mirando a través del gigantesco ventanal, el hermoso parque que tenia el Centro de ayuda. Algunos pacientes se dedicaban a regar plantas, hacer artesanía, ejercicio al aire libre como parte de su terapia.

Mi madre solo fumaba. Fumaba y se dedicaba a reclamar por nada.

-Este lugar apesta. En todos los sentidos de la palabra. Es una basura. – exhalo el humo por sus labios un tanto resecos. - Hubiera preferido mil veces que me dejaran en una isla paradisíaca, el resultado habría sido el mismo. – dejo las cenizas en el cenicero frente a ella.

Una enfermera paso por nuestro lado y nos miro con reproche al ver que estaba fumando en un espacio cerrado, cuya regla principal era No-Fumar. Mi madre le lanzo una mirada asesina, y la pobre chica apenas pudo decir una palabra, cuando ya se había ido con la cabeza agachada.

Estábamos en el salón de visitas, y por suerte, éramos los únicos en ese lugar.

-Es el mejor que encontramos, mamá. Si casi parece un hotel.

-Un hotel de pésima clase. – se ajusto la bata y cruzo un brazo sobre esta, manteniendo el otro en alto para que su cigarro estuviera cerca de su boca.

-Tienes una habitación propia, exclusivamente para ti, con ducha, agua caliente, calefacción y buena comida. No se de que te estas quejando. – me recosté sobre el respaldo de la silla, cansado de escuchar el descontento de mi mamá.

-Por favor, solo mírame. – Lo hice. Claramente se veía diferente. Su ropa habitual había sido reemplazada por una especie de pijama gris opaco, un pantalón ancho y de un color similar al anterior mencionado; sus tacones de plataforma habían sido cambiados por unas zapatillas blancas sin cordones y planas, y por último, una bata que parecía no calentar lo suficiente, que poco faltaba para que se transparentara la tela hacia el otro lado. Su rostro no llevaba ni una sola pizca de maquillaje y ni hablar de su cabello, el cual se veía reseco y opaco, como si se lo hubiera dejado secar al natural. Por reglamento del establecimiento, no se le permitía a ningún paciente llevar algún tipo de joyas, y seguramente eso estaba causando una gran inquietud en mi madre, quien era una adicta acérrima a estas. - ¡Parezco una indigente!

- ¿Para esto me has llamado?

-Dios, en eso eres idéntico a tu padre. Ambos tienen la paciencia del porte de una hormiga y siempre quieren ir directo al punto. – rodó los ojos mientras apagaba su cigarro y al rato volvía a encender otro. – Deberían servir vino o champaña en este lugar...

-Me vas a decir o no Melissa. No estoy para perder el tiempo. – hice además de ponerme en pie, pero ella volvió a hablar.

-Te he dicho cientos de veces que no me llames así, soy tu madre, niño. Que no se te olvide. – negué con la cabeza.

-No estoy de humor para esto. – me paré definitivamente.

-Vale ya, solo cálmate. -gruño. - ¿Quieres volver a sentarte, por favor? – le hice caso. – Veamos... ¿Por dónde puedo partir? – miró las vigas del techo y luego soltó una risa jadeante, casi irónica. Luego se puso seria y comenzó a hablar. – Justin, se que no he sido una madre ejemplar, de hecho, jamás he pensado en considerarme como tal. Le he fallado a ti y a tus hermanos desde un principio y supongo que merezco la indiferencia que tienen conmigo. Con Sam fue todo exactamente igual, no puedo decir lo contrario. Aun así, eso no quita que no haya sufrido su perdida, porque después de todo...era mi hijo, estuvo dentro de mi por 9 meses y fue la primera experiencia que tuve como madre, con tan solo 19 años.

Mafiosos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora