Capítulo 22: Decir que sí.

258 20 4
                                    

Mis pasos retumbaban sobre el concreto madrilense, haciendo eco alrededor de una calle que carecía de movimiento, más allá del viento de la tarde que ingresaba desde el Sur. Yo sostenía mi bolso con firmeza, mientras que terminaba de beber lo que quedaba dentro de la botella que contenía jugo de naranja. Subí, por mera rutina, el escalón de la entrada del edificio sin siquiera mirar hacia abajo, y abrí la pesada puerta de vidrio con un empujón. Ya adentro de la instalación, llamé al ascensor, para ascender al piso en donde se localizaba mi lugar de trabajo. La oficina estaba en el sector de Administración del canal, el cual tenía otros tres pisos, donde se reallizaban actividades como el rodaje y la edición. Por desgracia, no estaba dentro de mis actividades diarias el visitar aquellas secciones un poco más entretenidas, si se podría decir, por lo menos para mí lo eran, y más entretenidas que una oficina repleta de papeleo y cuentas financieras. Gracias a mi desgraciada condición de secretaria, nunca había tenido la oportunidad de ir a esos lugares del canal, que tanto llamaban mi atención.

El Domingo se hacía presente en el ambiente, pues no había alma que poblara las instalaciones del alrededor. Todo estaba desierto, además de sumido en una perfecta limpieza. Al llegar a un pasillo amplio, pude divisar como la amigable Carmen (nótese el sarcasmo) hacía uso de la fregona, limpiando cada centímetro de piso.

-Buenas tardes, Carmen. -Le sonreí apenas la encontré en el pasillo. Ella solo subió su cabeza, con fastidio, dejándome ver una incesante mueca en su rostro. Llevaba el cabello recogido, de forma tirante, como siempre lo ha hecho. Las arrugas de su rostro parecían aún más notorias en este día, al igual que su gesto de no haber echado ni un solo polvo en los últimos diez largos años.-

-¿Qué hacéis tú aquí? Se supone que los Domingos nadie ingresa aquí. -Me sorprendería la forma borde de contestarme si es que la persona en frente mío no fuera Carmen. Su ceja levantaba daba la pauta de que no le caía para nada bien. Es más, hasta me atrevo a pensar que nadie, absolutamente nadie era de su agrado aquí.-

-Antonio me ha llamado para hacer algunos trabajos mientras que tiene una entrevista. -Intenté mantener mi nivel de tranquilidad al hablar, a pesar de que lo que recibía era justo lo contrario.-

-¿Y se puede saber porqué vienen aquí justo un Domingo?. -Me dijo molesta y despectivamente. La miré con una mueca, mordiéndome la lengua. Se quedó mirándome, seria.- Ya pues, no ensucies niña. Que me ha costado un huevo limpiar el piso.-Decidió por terminar la tirante conversación, estampando nuevamente la fregona empapada de agua contra el piso.-

-Bueno...-Sin saber que decirle... solo agaché mi cabeza y seguí camino al determinado.-

Esa mujer era incomprendible. Una verdadera molestia.

Tal vez le gustaba la soledad y se refugiaba en su terrible forma de tratar a las personas.

Me aparté de su lado y sin parar, seguí caminando a través del blanco pasillo. Ya en mi sector, ni una voz se escuchaba. Antonio todavía no hacia acto de presencia y todo a mi alrededor estaba más que vacío. Como siempre lo había hecho, asenté mi bolso sobre la mesa, y prendí el PC frente mío. Un rayo de sol se colaba de lleno por entre la ventana, proporcionándole no solo calor al ambiente, sino también una ligera ceguera en mí.

Ya cuando comenzaba a maldecir con todas mis fuerzas a Antonio y a ese tal publicista sueco, oí unas voces entretenidamente conversando. Me mantuve escuchando hasta que los vi aparecer. Inmediatamente después de verme, Antonio sonrió amistosamente. Llevaba un look mil veces menos estructurado que su original de oficina. El traje había desaparecido y en su reemplazo vestía unos jeans gastados con un sweater rojo.

-Buenas tardes Nina. -Se acercó a mí y besó mis mejillas. La confianza ya comenzaba a ser palpable.- Él es Greger Bergman -Antonio se abrió paso para que me presentara con el invitado en la sala. Lo observé, era un hombre de unos 35 años, pero vale aclarar que muy mal llevados. Pude ver su mirada a través de unos lentes de marco negro, con mucho aumento. Además de el cabello peinado para atrás, con ligeras canas que teñían el negro cabello de un gris. Me sonrió y extendió su mano para estrecharla con la mía.-

Como café por la mañana (Fan Fic Rubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora