20. Oportunidad

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Emmet

Estoy sentado en una de las sillas que se encuentran en los pasillos del edificio Razieli. Miro atentamente el frasco que tiene aquel líquido de color carmesí.

«Cuando pienses que sea el momento indicado, ofrécesela», recuerdo las palabras de Eloise con respecto a su sangre y la guardo al ver llegar a Blake.

—¿Dónde has estado? —le pregunto al levantarme del asiento.

—¿Qué... ¿Qué te importa? —Rueda los ojos y veo un naipe en su mano, así que se lo quito —¡Oye! —se queja.

—¿Por qué tienes esto?

—Me lo dio Ace ¿Por qué tantas preguntas? —expresa nervioso.

—¿No estabas enojado con él?

—Los tiempos cambian —Me saca la carta abruptamente —ahora si me disculpas, tengo mucho que investigar —Comienza a caminar y lo sigo con la vista.

Que comportamiento extraño, presiento que miente.

Dejo de prestar atención a mi hermano cuando veo a Darren llegar en su forma de chico.

—Hola, mi guardaespaldas —Sonríe ampliamente mientras yo sigo con mi rostro sin expresión.

—Que raro verte por aquí ¿Sucede algo malo?

—No, solo quiero que me consigas el teléfono de Max.

Mi humor se puso peor.

—¿En serio?

—Ya sé que no te llevas bien con mi sexy castaño, por todos los malentendidos que han pasado entre ustedes y por el amor del manjar, pero por favor —Une sus manos rogando —necesito un cazador con buena onda.

Suspiro cansado.

—De acuerdo, espérame aquí.

Voy hasta una habitación y busco en la computadora el número que una vez le borre a Rein, entonces doy con el correcto, lo imprimo, así que se lo entrego a Darren. Luego de darle el papel, decido irme también, dirigiéndome a la casa de la familia Weber. Encuentro a mi niño de ojos celestes, en su forma de chico, sentado en la silla del living, apoyando la cabeza en la mesa, poniendo cara triste. Maik, quién fue que me abrió, me saluda antes de irse a la cocina al dejarnos a solas.

—¿Qué pasa? —le pregunto a Rein y me siento en la silla de en frente de él.

—Extraño a las voces —Hace puchero.

Tomo aire para agarrar mi paciencia, entonces suspiro.

—¿Otra vez con eso? Creí que ya lo habías superado.

Levanta la cabeza y me mira mal.

—No entiendes nada.

—Están muertas, supéralas —digo fríamente.

Se ríe.

—Sigue soñando.

—Parece que tu humor volvió de repente, de hecho lo he pensado mucho, están vivas, ¿cierto?

—¿Qué uno no puede estar feliz sin que le revoloteé magia negra? —Rueda los ojos.

—Tú no —afirmo —. De un día para el otro superaste a las voces como por arte de magia, aunque no entiendo por qué estás amargado ahora, solo que no con tanta intensidad como antes.

—Esta conversación fastidia, es repetitiva ¿Por qué no te vas? —Apoya el codo en la mesa y su mano en su mejilla, expresando molesto —Aburres, Emmet.

—Me preocupo por ti —confieso.

—Me caes bien Emmet, pero a veces eres muy denso.

—Rein —Tomo su mano —sé que tu amor por las voces es más grande que lo que sientes por mí, pero por favor, dame una oportunidad, tan solo una —pido.

—Lo que siento por ti —Se lo piensa bajando la vista —no sé lo que siento por ti, Emmet —declara.

—Creo que es la primera vez que dices algo así —opino —o sea, creo que siempre estoy adivinando lo que piensas, y acabas de expresar algo más concreto —Sonrío un segundo —, y me pregunto por qué —digo más para mí mismo pensativo.

—Porque... —Hace una pausa y no termina de hablar al sonar el tiempo, se levanta de su asiento y se va directamente hasta la puerta, cortando nuestra conversación, sin ninguna oportunidad de continuarla. Al abrir, sus ojos se llenan de emoción y sonríe feliz —¡Max!

Mierda, lo que me faltaba.

—¡Hey, hola! —exclama el castaño alegre —Darren me llamó y como pasaba cerca, primer decidí venir hasta aquí a saludar —Guiña y yo ruedo los ojos.

Mi culpa, no debí haber dado ese número. La vena de los celos me ataca cuando Rein lo abraza feliz.

—Es cierto lo que dicen que los amigos desaparecen cuando tienen novia —opina separándose de él, el de ojos celestes.

—No desaparecí —expresa el cazador —¡Estaba viajando! —Levanta dos dedos alegre y muy sonriente.

—Bue, que se pudra tu novia ¿Dónde está? —Sonríe —¿Ya la piso un tren?

Max se ríe.

—Claro que no, fue a visitar a su hermana.

Bufa.

—Aburrido —Vuelve a sonreír —. Bueno, ahora que estás aquí, hagamos algo.

Me levanto de mi asiento y me dirijo hacia la puerta.

—Ya me voy —aviso.

Me detengo cuando Rein me agarra de la chaqueta.

—Quédate —aclara —¡Juguemos a las cartas! —Nos mira a ambos —Les voy a ganar haciendo trampa —Mueve las cejas.

Max hace una carcajada.

—¡¿Qué clase de jugador es ese?!

—Pues si fuera honesto, no sería yo —Se ríe y me mira —¿No lo crees Emmet?

Sonrío.

—No lo creo, lo sé.

Ellas están aquí #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora