1. Promesa

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Darren

Hoy es un día complicado y lleno de cosas por hacer. Creo que no fue buena idea inscribirme en la universidad este año. Entre la ONG a la que estoy ayudando, la fundación que voy a abrir pronto, las visitas al orfanato, los preparativos de la boda, los papeles de adopción que llegaron hace unos días, la mudanza ¡¿Y de dónde salieron estás clases de gimnasia?! No recuerdo haberme anotado en esto y yo tengo muy buena memoria, soy la perfección.

—¡¡Seyn!! —grito con mi voz femenina a todo pulmón mirando el desorden de la nueva casa —¡¿Tú me inscribiste a unas clases de gimnasia?!

Baja la caja que sostiene y me observa confundido.

—¿Eh? —Alza una ceja —¿Para que te miren el trasero? —Rueda los ojos —Ni hablar.

Entrecierro los ojos y lo veo  fijamente.

—Parece que dices la verdad.

—¿Qué son todos esos papeles? —Se acerca.

—Un montón de trámites. Como sea, me tengo que ir —Me giro pero me agarra del brazo, luego toma mi cintura femenina, para poner su rostro a centímetros del mío —¿Qué? —pregunto ya que no me besa, quedándose muy callado sin dejar de mirarme.

—Sigues enojado conmigo, ¿cierto?

—No estoy enfadado, solo que las heridas psicológicas tardan en sanarse —Me aparto —, y si me las mencionas seguido, aún más, así que deja de recordármelo cada dos por tres, ¿sí?

—Juro que confío en ti, mariposa. Lo de no contarle a mi hermana fue un error, lo sé, pero tienes que entenderme —expresa afligido.

—Comprendo todas tus inseguridades, Seyn —Me cruzo de brazos —las conozco de pies a cabeza, y no por eso tengo que aguantármelas siempre.

Me giro para irme, agarro mi morral y me lo cruzo, voy en dirección a la salida, entonces mi pareja pone una mano sobre la puerta para que no salga.

—Muévete —le digo ya que se queda callado.

—No —exclama determinado.

—¿Por qué? —Alzo una ceja.

—No hemos terminado de hablar.

—Te estoy escuchando.

—Sí, pero...

—No sé qué quieres que te diga —aclaro al interrumpirlo —. No estoy enojado así que, ¿por qué insistes?

—¿En serio tienes que ir a la universidad? —Parece que cambia de tema —¿Y por qué de chica?

—Pues sí, necesito un título de trabajador social si quiero seguir mejorando como restaurador —Me observo —¿Y cuál es el problema con que vaya de mujer? —Alzo la vista hacia él otra vez —Mi sexo es indefinido en mi documento, ¿o has olvidado que hice el trámite?

—Porque no me gusta —Mira molesto hacia un costado.

—Pues te aguantas —Pongo mis manos en mis caderas —tengo una beca por esto y no voy a desperdiciarla.

—Pero tienes el dinero de tu padre y también puedes usar el mío.

—No soy un mantenido, menos por un capricho de tus celos.

—Seguro vas a estar mirándole el trasero a cualquiera, con esa apariencia adorable, nadie sospecharía de ti, me lo haces a propósito —expresa bajito su indignación —. Maldita sea —Bufa.

—No es por eso —Ruedo los ojos —pero si te hace sentir tranquilo, te juro que no miraré traseros hoy —Alzo la mano en forma de promesa.

En sus mejillas crece un leve rubor, entonces gira su vista despacio hacia mí, bajando el orgullo.

—¿De verdad?

—Sí, sí —repito y bufo —va a ser difícil, ya sabes, porque estamos en el siglo veintiuno, pero lo conseguiré —Sonrío de manera amplia.

Me agarra de repente de la cintura y después me besa, así que le correspondo enseguida. Siento el tacto de sus labios, disfrutándolo, rodeo mis brazos en su cuello, mientras se intensifica la unión de nuestras bocas. Me regocijo con la sensación que me gusta, así que luego de un instante, me aparto y le sonrío.

—Continuemos esto cuando vuelva —le aclaro y es entonces cuando me voy.

Ellas están aquí #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora