25. Ruptura

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Rein

No me puedo concentrar, el chocolate se ha derretido y su dedos se han manchado. Su clara piel se ha embadurnado con el color oscuro de aquel dulce. Ese aroma me enloquece, más cuando me toca. Quiero comerlo todo.

La ropa y calzado caen al suelo, solo me queda mi pequeño boxer. Intento robar el chocolate mientras Emmet se quita la chaqueta, pero se ensucia con el cacao en su torso a propósito, entonces me quedo tieso y mis ojos se abren en grande.

—¿No quieres probar? —pregunta.

Me muerdo el labio inferior. Sinceramente no me lo pienso mucho. Voy hacia él y lamo el chocolate. Ahora que me doy cuenta, tanto tiempo llamándolo así y realmente parece uno. Tocar esos músculos que parecen tabletas y ahora tienen gusto a una, me aturde bastante, de una buena manera.

Me abraza mientras estoy sentado sobre él y es entonces cuando me levanta la cara para morderme el cuello, cierro los ojos cuando siento sus colmillos, entonces me agarro fuerte de sus hombros, luego los abro.

—Eres muy delicioso, Rein —Agarra otro pedazo de chocolate y lo mete en su boca, luego me besa.

El sabor de la sangre se entremezcla con el gusto del dulce, se siente extraño. Lo ojos de Emmet brillan en un intenso rojo cuando me mira, se nota excitado. Siento que me ahogo con tantas sensaciones a la vez.

Emmet mira el último trozo de dulce y me baja de sobre él, para luego darme vuelta, así ponerme boca abajo, ¡pero que por supuesto me quejo!

—¡Oye, dame ese chocolate! —Hago berrinches como niño pequeño y pataleo.

Es mi adicción, nadie puede juzgarme, necesito esa golosina.

—Te lo daré —responde serio —pero antes te daré otro tipo de chocolate —Oígo el cierre de su pantalón y el plástico del preservativo, entonces me sonrojo.

Segundos después también escucho como abre un frasco, dando a entender que tiene un lubricante, aunque ni idea cuando lo agarró, pero teniendo en cuenta que es un vampiro no me sorprende, así que también se deshace de la ropa que quedaba, bastante rápido.

Luego de atender mis zonas sensibles, preparándome para el momento, respiro agitado y siento su torso en mi espalda, es entonces cuando veo que acerca el chocolate en frente de mis ojos, aunque no me da tiempo a reaccionar porque se une a mí. Lo acerca a mi boca sin soltarlo y me aclara.

—No lo tragues —Comienza a moverse.

¡¿Acaso quiere que me atragante?!

Siento el dulce en mi boca y me olvido de ese pensamiento. Su cuerpo es tan cálido, estoy transpirando y me gusta. La sensación de sus dedos con sabor a chocolate en mi boca, su cuerpo abrazándome, el sudor que me quema y me enloquece. Este momento simplemente es el mejor, muy gratificante. Ya ni me acuerdo por qué razón me estaba negando.

Luego de terminar, Emmet tira el preservativo al tacho y a gran velocidad, regresa a abrazarme. Todavía huele a chocolate, así que me acurruco cerca de su torso. Besa mi frente y siento sus brazos enrollarme, sin querer soltarme ni un instante. Cierro los ojos sintiéndome cómodo.

—Rein, ya volví —Oígo la voz de mi hermano desde la cocina y los abro —. Traje albóndigas.

Ay voy a babear, aunque aquí hay olor a chocolate todavía. Carne o chocolate, eso está difícil.

—Pienso que... —dice Emmet acariciando mi cabello —necesitamos privacidad.

¿Otro que me quiere hacer mudar de mi casa?

—Estoy muy bien aquí, gracias —Sonrío.

—¿Por qué mejor no lo piensas? —Toca mi barbilla y se acerca a mi rostro —Vivir conmigo quizás te parezca fascinante.

—No, eso es demasiado, me gusta tener mi espacio —Me alejo y luego me levanto de la cama —. Y ahora sí me disculpas, me voy a comer —Comienzo a vestirme.

—Te veré mañana —se límita a decir y desaparece al igual que su ropa.

Cielos, la velocidad.

—¿Rein? —Abro la puerta al escuchar la voz de Maik otra vez, pero no me sorprendo al ver a las voces en su forma de chica, como estaban la última vez que las vi.

—Imitan muy bien a mi hermano —opino —¿Desde cuando se encuentran ahí? —pregunto ya que no están sonriendo y tampoco me contestan.

La mujer avanza de manera prepotente en mi habitación y yo la sigo con la vista.

—¿Qué pasa? —pregunto ya que continúan calladas, entonces se giran, deteniéndose a mirarme.

—¿Te haces el tonto o qué? —Se nota su enfado, de hecho sus celos.

—Ya empezaron —Bufo.

—Te vamos a aclarar algo —Se acercan a paso veloz y yo retrocedo rápido del susto, llegando a chocarme con el marco de la puerta, su rostro se pone a centímetros del mío —. No somos Emmet, de nosotras no te burlas.

Frunzo el ceño.

—No es como si no me hubiera acostado con Emmet antes, ya lo sabían, incluso estuvieron ahí, ¿Cuál es el problema? No entiendo su queja, son muchos celos.

—Te regalamos nuestro universo —dicen con un gesto afligido.

Parece que eso es importante para ellas, significa algo que no comprendo.

—Lo siento —Bajo la vista.

Me disculpo, a pesar de que a mi cuerpo no le satisfaga el buen gesto, aunque con las voces es diferente, ya que somos casi lo mismo, no hay tanto efecto.

—Nosotras también lo sentimos, sentimos haberte dado esta responsabilidad tan rápido, creemos que es mejor tomarnos un tiempo —Se alejan.

—¿Eh? —Reacciono alzando la vista al darme cuenta —¿Están rompiendo conmigo? —expreso alarmado.

—Te lo dijimos, no somos Emmet, no tenemos esa paciencia. Nos cansamos de ver como jugueteas con él y nosotras a la vez. Nos sigues rompiendo el corazón que no tenemos, no lo vamos a tolerar más, estamos hartas.

—Pe... pero... —Mis ojos se humedecen.

—Cuando decidas de que lado estar hablamos, mientras tanto deberíamos ver a otras personas.

—¡No! —grito cuando abren un portal y de repente se van, ya que no las alcanzo —¡¡Regresen!! —chillo de manera histérica, tanto que se escucha en toda la casa o incluso fuera porque visualizo a Emmet aparecer —. Tú... —ignoro lo que iba a decir y me arrodillo en el suelo a llorar.

El vampiro se acerca hasta mí y se agacha hasta a donde estoy.

—Oí un grito, no estaba muy lejos —explica y apoya la mano en mi hombro —¿Qué pasó?

—Las voces... —Lloriqueo —me dejaron... no quiero estar solo, nadie lo entiende.

—Estuvieron aquí —susurra para sí mismo y luego me habla —parece que no vas a cambiar de opinión nunca, entonces... —Suspira, agarra mi barbilla para levantarla y que lo mire —las recuperaré por ti.

—¿Eh? —expreso confundido, observándolo borroso, por la cantidad de lágrimas que salen de mis ojos.

—Que las obligaré a volver a tu cabeza.

Ellas están aquí #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora