38. Advertencia

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Seyn

Me golpeo la cabeza contra la barra del club de Ace, mientras él me observa sorprendido. Es temprano así que no hay nadie. Puedo gritar lo que se me dé la gana.

—¡Mátame! —le digo.

Se ríe.

—Eres mi amigo, no puedo matarte.

Apoyo la cabeza de costado en la barra y mis lágrimas mojan toda mi cara, comenzando a lamentarme.

—La vida no tiene sentido sin Darren y no tengo idea por qué dije tantas estupideces. Ni siquiera soy capaz de que un vampiro me asesine, mi sangre debe ser horrible, horrible como yo.

—Sinceramente no me cabe en la cabeza cómo es que le terminaste, puedo imaginarlo de la florecita, pero de ti no, patito —Apoya la mano en mi cabeza —. Deja de llorar, seguro lo arreglas.

—¿Cómo arreglo el desastre que hice? —Alzo la mirada.

—Por lo que me contaste ayer, dijiste cosas que sabes que no son ciertas, ve y retractate.

—Estaba enfadado —Suspiro —pero nunca pensé que de mi boca saldría un "sí" a la pregunta de terminar con él, no tiene lógica —Hago puchero —¡No entiendo qué me pasó! —Me agarro de los pelos y me siento derecho.

—Se nota que tienes mucha energía negativa acumulada, aunque pensándolo bien, debería empezar a llamarla magia negra —Se agarra la barbilla mientras analiza la situación —. Tú también estás siendo influenciado por las voces al parecer, al igual que Darren.

—Yo no conozco a su profesora —le aclaro.

—Bueno, si tienen forma femenina, ¿por qué no tener masculina también?

—Touché —Muevo el dedo.

—Por cierto, si tú te has quedado a dormir aquí, para no cruzarte con la florecita, ¿a dónde ha ido la pequeña? Cálculo que no le dijiste que volvías al departamento.

—No sé —Apoyo el codo en la barra y mi mano en mi mejilla —¿De Jovan? De Tarik no creo —Me río.

—Desde que el Caramelo se casó, no lo interrumpe mucho, así que no pienso que haya ido allí.

—¿De Eliza?

—No, ahí está Rein.

Bufo y ruedo los ojos.

—Pues con Emmet será.

—Probablemente, aunque si está con el Postrecito, tampoco los va a interrumpir.

—¿Por qué estamos jugando a las adivinanzas? —me quejo.

—Porque soy un adivino —bromea y lo miro mal —. De acuerdo, es que no me agrada la sensación que presiento y me preocupa.

—No me asustes —Bufo y él se pone serio sacando una carta.

—No quiero hacerlo, pero debo advertirte, está con las voces.

Ellas están aquí #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora