Fiestas de mala muerte

349 46 7
                                    


La camioneta de Milton era mucho más alta que la de Eva. Los asientos olían a cigarro y en el suelo había polvo blanco. “Drogas” pensé arrugando mi nariz.

El reguetón parecía retumbar en mis oídos. Canciones obscenas que tratan a la mujer como un juguete. ¡asco de música! Para varear mi mejor amiga las iba tarareando, aunque no se supiera ni una.

Meneaba su cabeza y sus manos al aire, eso sin salir del vehículo. Milton y Draco la miraban con una enorme sonrisa en sus labios por el retrovisor. Yo solo me quería bajar de ese carro de corrupción e irme a casa.

—Yo solo quiero hacerte venir, y venir, ahí, ahí…Uhm. ¿Te gusta? Yo sé que te gusta, no te hagas la santa sé que a ti te encanta. —canturreaba la muchacha de 18 años.

—Eso nena. Siente la música. ¡Uh! —Milton al parecer no era nada rockero, tenía la facha de escuchar metal, pero era lo contrario. —¿Qué música le gusta a ella? —preguntó a Eva por mí.

Yo lo mire por el espejo y lo mal encare.

—A Ty, le gusta la música rara. La música de puros grupos de ingleses, e italianos. —la chica de ojos verdes me mira y sonríe consultando si era cierto aquello.

Sí, ¿Y qué? Me encanta la música italiana.

—¿Entonces ella es italiana? —vuelve a preguntar a la rubia como si yo no estuviera allí.

—No soy italiana. —reconocí sin ningún tipo de alegría en voz.

—Ella es muy tranquila ¿Verdad?

Como me desprecio esto. Es como si de verdad fuese invisible ante los demás. No sé ni como Eduardo acepto acostarse conmigo.

Eduardo fue mi primera vez, y no fue nada romántico ni especial. De hecho, la primera vez que tienes sexo te sientes rara, con melancolía, no puedes creer que ya no eres tan niña.

Mire por la ventana y deje que Eva hiciera lo mismo de siempre, lucirse y responder todo de mí.  Me recosté en el oloroso asiento.

¿Alguna vez le ha pasado eso? De estar al lado de alguien y que ese alguien responda por ti. No hablo de nuestra madre cuando nos lleva al médico y responde por nosotras, yo hablo de la vida real.

En la que estas rodeada de muchos chicos y chicas de tu edad y hablan de temas que no entiendes nada, y solo por estar callada le hacen preguntas sobre ti a la que más habla.

Sino te ha pasado pues eres dichosa o dichoso.

—Anda, Ty. Responde. —Eva toca mi brazo y señala a Milton.

—¿Qué fue? No escuche.

—¿Qué si quieres escoger una canción mientras llegamos a mi casa? —repitió el muchacho que manejaba.

—Perdona. Es que no había escuchado. —mis mejillas se ponen un tono rosado. —No. Estoy bien así. —asiento volviendo a esconderme en mi sillón.

El viaje continuo hasta llegar a la casa del piloto y jefe de los Rufos.

¡Santa papaya! Esto no es una casa normal, esto es una mansión.

El frente de la casota de Milton era enorme; tenían un portón eléctrico de color hueso, un jardín en forma de espiral dándole un toque elegante.

La entrada estaba tapizada con piedra de mármol, había dos angelitos que botaban agua de su boca y de sus pezones. ¡Raro!

—Hemos llegado, hermosas. —dijo el joven bajándose junto a Draco.

—Tara. No me dejes sola con Milton ¿Vale? —me dice Eva deteniéndome antes de bajar.

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora