Navidad

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24 de diciembre 2018

¿Por qué todo el mundo ama la navidad? Porque es paz y amor, porque se reúnen las familias y porque hay perdón. No, no. A la gente le gusta la navidad porque hay dinero, licor y la fiesta.

Ahí estaba yo con mamá terminado de comprar las verduras para la cena, en la cual no iba a estar. Emilia comparaba todos los precios. Tomaba una bolsa de limones y exclamaba “¡Dios santo! Esto esta super caro. Mejor en Pricesmart” Sí está más barato en Pricesmart qué cojones hacemos aquí.

Ella era demasiado minuciosa con todo lo que se iba a comer. La cena tenía que ser elegante y exquisita. Sobre todo, cuando estás compitiendo con la hermana que cocina más rico.

—¿Entonces hacemos pavo o mejor el cerdo? —Me miró señalando las dos carnes. Me encogí de hombros y continúe viendo memes de Instagram—. Gracias por el apoyo —dijo moviendo el carrito de compras.

—Pero es que yo no voy ni a estar. —Me defendí guardado el móvil en los bolsillos de mi abrigo grande.

“Gracias a deos” pensé acercándome al mostrador para señalar la carne de pavo.

—El pavo siempre te queda rico—agregué encogiéndome de hombros.

Emilia sonrió un poco y realizó la compra.

Después de unas siete vueltas al supermercado mi madre había terminado su compra para hacer la cena perfecta, con las personas correctas.

A lo lejos vi que Nicholas se acercaba con su hermana Joselyn que sostenía un bolso de Gucci. “Perra desgraciada que se consiguió un sugar daddy”

—Ayúdame a pasar estas cosas, Tara. —Me pidió la mujer de cabello corto.

Pero por obvias razones yo no me quedaría allí para que Nicholas me viera. Por eso sin decirle nada a mi madre me fui caminando a toda prisa hacia el área de embutidos que estaba cubierta por unas refrigeradoras grandes de color negro.

Al frente estaban los abarrotes que eran estantes tan enormes que sería difícil que me viera el chico. Estaba llena de adrenalina, hacía mucho tiempo que no me escondía de alguien. Sentía las hormigas correr por mis piernas y mi estómago gritar del susto. Me costaba retener las risas que quería soltar. "¡Por favor que no vengan para acá! Que no vengan para acá" Cruzaba mis dedos sin querer mirar hacia atrás.

¡Demonios! Ahora estaban cerca mío. Mi refugio no era muy seguro, más bien parecía evidente para una chica enorme pasar desapercibida.

—¡Nichi! mira. Es Tara. —La voz chillona de Joselyn me hicieron odiarla un poco más.

Giré sobre mis talones de mala gana, fingiendo una agradable sonrisa que más bien lucía como una horrible mueca.

—Hola cosita, hermosa. —la pelirroja se acercó a mi para darme dos sonoros besos en las mejillas—Wow… que grande que estas, nena. —Se separó de mí solo para mirarme de arriba abajo.

No puede eludir sentir vergüenza de mí; una chica guapa y con dinero era normal que viera así, a una chica como yo.

Oculté mi panza y asentí con la cabeza mirándola a ella.

—Tú estás… muy bonita. —Los ojos de Nicholas hicieron contacto con los míos. “Te extraño” Pensé apartando mi mirada. —Hace como dos años no te veía. —dije.

—Sí. Es que Perú me tiene ocupada—dijo echándose el cabello rizado hacia atrás.

Asentí con la cabeza, sin nada que decir. No tenía nada en común con Joselyn, excepto el amor que teníamos a Nicholas. El horrible silencio se comienza a tornarse incómodo por lo que al fin Nicholas habló:

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora