Nueva etapa

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Al momento en que somos adolescente debemos enfrentarnos a bastantes cambios en nuestro cuerpo y en nuestras emociones. Es aquí donde empezamos a tener nuevos amigos, a relacionarnos con personas del sexo opuesto y a comenzar las primeras relaciones de amor y amistad. Eso sin olvidar las famosas enemistades.

Cuando tenía once años tenía una gatita blanca; era super tierna y muy mimada, pero siempre que alguna perro o perra se le acercaba a ella o la intimidaba, ella sacaba sus uñas y podía convertirse en el mismo infierno.

Justo así se veía Miranda que volvía preguntar a la perra de Eva, el por qué estaba hablando de Francis.

-Dime. Te acabo de hacer una pregunta, chica. -se quita su bolsito y lo deja en la mesa de la puerta.

-¿En serio ahora tienes gatas que te defiendan? -se burla Eva.

-Es que no estoy defendiendo a Tara. -aclara. -Estoy defendiendo a ¡mi sangre! ¡a mi hermano! Que por cierto no es nada tuyo... ¿o sí? -ladea la cabeza.

Omaiga. En serio las peleas me siguen, sobre todo los problemas de mierda. Odio ser adolescente.

Ser adolescente es una mierda, porque eres demasiado niño para opinar, pero demasiado mayor como para no hacerlo.

Entonces es ahí donde queremos mandar al adulto para la mierda. ¿vergüenza? Vergüenza es lo que deberían de tener ellos, que una vez fueron jóvenes y ya no nos entienden.

La mirada que Eva le echaba a Miranda era entre miedo con altanería.

-No. No soy novia de Francis. -se relame los labios. -Pero si podemos serlo en un futuro muy cercano.

No puedo creer que la rubia se tan pero tan cínica. ¡Coño! Ayer te acostaste con dos tipos y ahora dices que en un futuro cercano serás la esposa de Francis. ¡Agh! Impresionante

-Ja. Pero eso no significa que estés levantando falsos sobre mi hermano. -bafea. -Mira, chica. -su voz suena amenazante. -Tú ni nadie conocen a Francis más que yo. Yo soy su hermana y sé cosas que tú ni por esa mentecita te pueden pasar.

-Es la verdad. Francis me dijo que Tara era demasiado gordita para ser bonita.

-¡Se dan cuenta que estoy aquí! -exclame impactada porque otra vez era invisible.

-Ya lo sabemos, Tara. -Eva agarra su bolso y me mira. -No me vuelvas a buscar nunca más. Que te quede claro.-empuja a Miranda con el hombro y sale de la habitación caminando a duras penas.

Mire enseguida a la pelinegra que solo estaba roja de lo furiosa que estaba. Ella no respondió al comentario de la rubia, porque seguro Francis en serio había dicho eso.

Por un microsegundo me sentí más gorda y fea. Francis no me gustaba, pero estaba tan harta de escucharlo por todo lado que digamos que ahora la opinión sobre él me parecía absurda o genial.

-¿En serio eso dijo tu hermano? -susurre.

-Claro que no. Solo que a veces es mejor no seguirle el juego al necio para no hacerte igual a él. -suspira rascando su naricilla.

-Pero te acaba de empujar. Le hubieras dado un golpe.

-¿Y por qué no se lo has dado tú cuando te dijo todas esas cosas feas? -se cruza de brazos.

Me quede en silencio y bajo la mirada.

-Porque le tienes miedo. Le tienes miedo a que deje de ser "tu mejor amiga" cuando amigas así para que enemigas. -agarra su bolso y respira profundo.

-¿Y tú por qué no le pegaste? -me pongo a la defensiva porque eso quería decir que la oji- verdes también le tenia miedo a Eva.

-¿Por qué? -se pregunta a sí misma. -¿Estas viendo dónde estoy? -señala alrededor. -Es tu casa ¿no? ¿quién vive aquí? Tu mamá, tú y el esposo de tu madre. Yo no soy tan demente para hacer desastres en propiedad privada. -mira hacia la puerta. -Lo que si me dan ganas de seguirle y darle un puñetazo en su cara por levantar falsos de mi hermano.

Se ríe un poco y me hace reír a mi también.

-Además-dice-quiero ganarme la confianza de tu madre.

-Mi mamá no le importa nada de mi vida. -se encojo de hombros, restándole importancia.

-Y yo daría lo que fuera por lo menos tener a mi madre viva. -dice con la mirada ausente. -Pero bueno. -aplaude ahora ya más tranquila. -No quiero arruinar nuestra tarde de chicas ¿no? '¿o ya no eres ir?

-No lo sé, Miranda. Mi mejor amiga me acaba de botar y mi mejor amigo también. -me siento en la cama y cubro mi rostro.

-Vamos, Tara. Es diciembre-se agacha y me echa el brazo encima. -Yo siempre limpio mi cuarto excelente para que el año nuevo me reciba con cosas buenas. Boto la basura, boto las cosas viejas...-me acaricia la espalda y me agarra de la barbilla.

-Esa es la razón por la que mis dos mejores amigos me han botado. Porque soy una basura. -miró hacia otro lado para que ella no note mis ojos llorosos.

-¡Hey! -me regaña. -No digas eso. Más bien deberías de decirte a ti misma. -se levanta y se pone la mano en el pecho.

En serio, chicas. Miranda no es normal.

-¿Cuáles son tus apellidos?

-Tara Walker Collins. -respondí sin entender.

-Levante, -niego. -anda, levántate-insiste y cedo poniéndome de pie a su lado. -Di todos los días esto. "Yo Tara Walker Collins valgo mucho" -sonríe esperando a que yo lo haga.

¿Quién cojones se dice eso todos los días? Además, es muy largo mi nombre.

-No diré eso. -se vuelvo a sentar cansada.

Miranda hala de mi brazo derecho y me dice.

-Ven. Vamos dile eso a tu reflejo en el espejo. -me anima buscando por todos lados el espejo. -¿Dónde tienes el espejo? -frunce el ceño.

"Ok, mira, pequeña jovencita. No soy ni la mitad de linda que tú, es por eso que odio verme en espejo." Pensé volviéndome a sentar.

-¿En serio te sientes fea? -se cruza de brazos sin sonreír.

-Es que mírame, Miranda. -expongo enseñando mi cuerpo-; tengo todavía mis rodillas llenas de granos y cicatrices que me caí cuando niña. -bromeo intentando hacerla reír.

No lo logro.

-¿Y qué? Yo también las tengo y aun así amo mi cuerpo. -levanta las manos y luego las deja caer en sus piernas delgadas.

-¡Ahg! Lo hare solo para que no te enojes conmigo. -me levante chasqueando la lengua. -Yo Tara Walker Collins valgo mucho.

Por alguna razón me siento ridícula haciéndolo. Creo que hasta tuve un escalofrío de vergüenza hacia mí.

La azabache me mira fijamente y me señala como si yo fuera una niña pequeña.

-Cuando lo vuelvas hacer, lo harás desde aquí. -estira su mano y toca mi pecho, me mira con una sonrisa que me hace dudar de mí.

¿Por qué amarnos si nadie nos ama? Eso es tonto, y Miranda cree que cambiara mi pensar.

Por favor, yisus cállala.

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora