Malas decisiones

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La visita de Miranda -la chica azabache- me había tomado desprevenida. No tenia idea de qué me quería explicar con eso. ¿Cómo la gordita puede ser la que rescate al príncipe?

Hoy martes había quedado en verme con Eva. Yo la estaba evitando a toda costa. No quería verla, pero ya me hacia falta escuchar sus locuras.

Teníamos pensando ir a ver las estrellas con un chocolate y unas cobijas a las afueras de la ciudad.

Estaba nerviosa y me costaba concentrarme en lo que me decía la cajera que pasaba la tarjeta de débito que me había regalado Matt.

—Señora ¿Algo más? —la cara de amargada de aquella mujer me hizo arrebatarle la tarjeta y mal encararla. —¡Gracias por su compra!

Sali del supermercado con dos bolsas, una con un six pack de cervezas Duff y gomitas. En la otra llevaba una bolsa de Cheetos y un mix de papas tostadas de la Jack´s.

Me quite mis lentes de sol para ver si en el parqueo se veía el carro de Eva. El sol estaba fuerte y era inevitable no arrugar mi frente sudada.

 Mi celular vibraba desde hace rato, era la rubia que me estaba llamando para saber de mi paradero.

*Vale, ya voy. No te muevas de donde estés* me dijo. Yo como buena niña me senté en la entrada del super a esperar a que pasara la rubia.

Cuando ella llegó lo que hice fue lanzar las bolsas de comer en el cajón, y las mantas. Me subí de copiloto y le di un beso en la mejilla. #besodejudas.

—Hola, nena. —Se quita sus lentes de Channel y me sonríe, haciendo que sus camanances se noten. —¿Has sabido algo de Nicholas? Pensé que iba a venir contigo.

Con habilidad da la vuelta en la camioneta y con tanta suavidad que no se nota que es apenas una principiante. Don Jeff le regaló la camioneta cuando cumplió los 18 años, además de un viaje a Rio de Janeiro, Brasil.

Le había dado dos boletos para llevar una amiga y prefirió llevar a Sophia la capitana del equipo del voleibol que, a mí, que soy su mejor amiga.

—No. Ni quiero verlo tampoco. —exprese sin interés.

Los ojos verdes me miraron con asombro y un toque de molestia.

—¿Estas disgustada con él? Ty, tú siempre pasas molesta con todos. —Hacemos una parada frente al semáforo. 

—Ese chico es un mentiroso, Eva. Y deberías saberlo de una vez por todas.

Me mira sin entender.

—¿A qué te refieres con mentiroso? —su tono de voz ahora parecía ser punzante.

—Olvídalo. Mejor que te cuente él. —Miro hacia el frente—No creo que lo haga, porque no me lo digo ni a mí que soy su mejor amiga, ahora menos a ti.

—Tara. ¡Basta! Dios, pareces que me odias y que ahora también odias a Nicholas. —suelta el volante para levantar las manos. —Yo no te he hecho nada para que vengas a desquitarte tu ira conmigo.

La miro seria y me cruzo de brazos.

—Es la verdad. —me suelta. —Te comportas como una niña pequeña y malcriada.

Respiro profundo y bajo la mirada. Me sentía con vergüenza de mí misma.

—No quiero que te pongas así, Tara. Lo que quiero es que aprendas a dejar de creer que todos te odiamos. Aprende de una vez por todas que no todos giran alrededor tuyo.

Dicho esto, le puso fin a la conversación. Pasamos en todo el camino en silencio hasta llegar al campo donde parqueaban los carros y motos de los adolescentes o adultos.

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora