Pov Francis
Cada pasó que daba sentía que mi corazón se escapaba de mi pecho. No porque estuviera nervioso o porque estuviera alegre de tanto bailar con los demás. Era más bien por la ira que traía acumulada desde hace cuatro días atrás. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a William y a Eva cogiendo como conejos. Necesitaba romperle esa cara de muñeco que tenía.
Caminé con las manos cerradas y zancadas largas por toda la entrada de la mansión hasta que llegue a la puerta, estaba abierta y adornada de luces de colores chillantes.
Las chicas bailaban vestidas de renos y otros vestidos de Grinch tocándoles los pechos y dándoles besos obscenos.
Las luces neón alumbraban toda la parte trasera de la casa,olía a cigarro y a cerveza.
Busque con la mirada hasta encontrar a William: arriba del techo, en el jardín, en la fuente, pero nada. Era como si se hubiera escondido de mi.
—Iré por unos tragos. —Les dije a las chicas que caminaban detrás de mí—. Iré solo. —Me despedí a paso rápido para buscar al rubio donde yo creía que debía de estar.
*****
Pov Tara
Cuando Francis nos dejó atrás no sabía qué hacer. No me sentía segura con todas las miradas sobre nostras. Era extraño estar al lado de dos personas hermosas y que tú fueras la única bicho raro. Eso sin contar mi atuendo del día de hoy; mis sexys orejas de reno y mi elegante abrigo de árboles de navidad.
La fiesta estaba muy buena: había música electrónica, luces de la temporada y una enorme mesa de dulces y licores. Era el paraíso si estuviera en mi casa. Aunque en mi casa seguro estarían con música de señores aburrida.
Miranda y yo caminamos hasta llegar a la piscina donde había una parrilla de carne asada y otra de verduras con mantequilla, seguro para los veganos o algo así. También había globos en forma de trineos, una pantalla que dejaba ver la letra de las canciones que sonaban.
Todo estaba hermoso, y ni qué decir del olor a comida deliciosa. Mis tripas rugieron feroces, pero toda esa hambre desapareció cuando al otro lado de la piscina se encontraba Francis Lemart dándole un puñetazo en la cara a William.
Toda la fiesta se detuvo. Dirán que estoy loca, pero ante mis ojos todo se volvió en cámara lenta. Las chicas que estaban al lado de nosotros gritaron en coro y, por otro lado, los chicos solo exclamaron un “Ooh” o “Auch” ya no lo recuerdo. Miranda cubrió su boca con una mano, otro chico al lado mío cerró su puño y lo agitó eufórico.
El derechazo que Fran le había dado a William lo había hecho tambalearse, pero seguidamente él se recuperó dándole un zurdazo en el pecho. Todos los de que aquel lugar parecía simios drogados.
A continuación, William le gritó algo a Francis, pero no logré escuchar con claridad; lo que haya sido tuvo que ser muy hiriente porque en la cara del pelinegro se reflejó el dolor.
El hermano de Miranda esperó unos segundos antes de darle otro golpe que estaba vez fue en el labio. William le agarró del brazo y lo lanzó al suelo dándole una patada al chico de tez pálida.
—¡Tenemos que hacer algo! —gritó Miranda corriendo a socorrer a su hermano mayor. No me había dejado ni detenerla.
Unas chicas agarrón a Miranda del cabello para evitar que ella fuera a rescatar a Francis. Mis piernas gordas no respondían para ir a ayudarla. Mi miedo a las peleas se iba aumentando conforme los demás simios gritaban animados.
Estaba demasiado nerviosa incluso hasta para gritar “cuidado “Mi respiración se aceleraba al igual que mi corazón. Las ganas de vomitar se hacían presente cada segundo más.
Era horrible ver cómo golpeaban a Miranda como lo hacía mi padre a mi madre. Era traumante para mí recordar las discusiones de Emilia y Matt cuando estaban en proceso de separación. Verme a mi sentada en un rincón del cuarto, cubriendo mis oídos sin parar de llorar y diciéndome que todo eso era mi culpa por ser un estorbo en casa.
El pánico más la falta de oxígeno me ponían mareada y débil como hace cinco años atrás.
Tenía que llegar un momento en que dijera ¡Basta Tara Walker! ¡Basta de tener miedo a todo!
Verán, no sé de dónde he sacado esas fuerzas, pero corrí, corrí hacia mi amiga y pude tomar del pelo a las dos chicas para después tomarlas con fuerza y lanzarlas lejos de nosotras.
Yo usaba un moño, pero con el desorden, mis cabellos eran como los de una bruja criminal.
—¡Miren! ¡Le apuesto treinta dólares a la gorda! —gritaron aplaudiendo
Miranda se levantó enseguida para apresurarse y tomar a Francis de la mano y jalarlo para que dejara de golpear a William que lloraba como niña en el suelo mojado.
—Me cago en tu alma, William. —escupió Miranda al rubio.
Ahora los dos hermanos caminaron hacia mí a toda prisa para tomarme del brazo y tirar de él para que los siguiera. Pude observar como la nariz de Francis sangraba.
Miré hacia atrás en busca de William al que todo el mundo fue a levantarlo. Tenía demasiada adrenalina como para no caminar tan rápido salir de ese infierno.
A continuación, sin volver a mirar hacia atrás. Francis iba maldiciendo y por otro lado, Miranda iba insultando a William con una voz ruidosa para el pueblo entero de Palos Bee. Acabamos de meternos a golpear a una persona en su propia propiedad. ¡Estábamos jodidos!
—Suban, suban. —gruñó Francis cuando llegamos al carro que estaba mojado por una lluvia que había caído.
Ni Miranda ni yo hablamos de lo que acaba de pasar. Ambas temblamos de la furia y nos mirábamos sin poder creer que éramos unas malotas.
—¡Es un maldito! ¡Es un hijo de perra! ¡Aceptó ser el amante de Eva! —gritó el pelinegro dándole golpes fuertes al volante—Dice que Eva no solo se acostó con él, sino que también se cogió a un tal Milton y que ese era el papá del mocoso.
Sentí tanta compasión de aquel joven que lloraba dolido. Su posición corporal era la de un bebé herido y enojado. Por un momento pensé en mí, y lloré en silencio junto a Miranda
Después de unos cuantos minutos Francis tomó las llaves del auto y arrancó echándose de reversa lleno de ira y cansancio. Cegado por todo lo pasó deseando llegar a casa y estar solo, pero lamentablemente no vio o quiso ignorar el camión que estaba pasando a nuestras espaldas a toda velocidad. Lo único que recuerdo fue aquel estorboso pito que percibía, y de la irritante luz que alumbró nuestra cara.
Yo me cubrí pero fue en vano, pues el carro no paraba de dar vueltas y vueltas por toda la carretera húmeda. Acabamos de chocar y yo no sentía la mitad de mi cuerpo.
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No Me Llames Gorda
Teen Fiction"Ser adolescente es una mierda, porque eres demasiado niño para opinar pero demasiado mayor como para no hacerlo. Entonces es ahí donde queremos mandar al adulto para la mierda. "¿Vergüenza? Vergüenza es lo que deberían de tener ellos, que una vez...