No te calles

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No les voy a contar como lloraba otra vez sentada en un banco, porque estoy segura de que ya deben de estar cansados o cansadas de leerme llorando. Pues, bueno, iré al grano.

Francis no había notado que nos quedamos atrás, él había continuado con su carrera, mientras Miranda y yo terminamos de hablar de lo que mal que me había trato Eduardo estos tres años. De como yo solita había caído en sus encantos.

—De verdad me llegue a sentir a gusto con él. —Sorbo con la nariz, pasando mi muñeca para limpiar las lágrimas. —Sé que estuvo mal que anduviera con un hombre mayor y que estuviera casado —Miré hacia mis manos que eran suaves como las de Miranda. — pero, a la gente le encanta tener doble moral ¿Sabes? —Observé los ojos verdes y esta parecía entenderme.

—Eso es totalmente cierto, Tara. —suspiró mirando hacia la nada. —Algunas personas piensan que andar con hombre casado y mayor es sexy—Se inclinó un poco para tocarse los tobillos. — piensan que es hombre es elegante y un buen follador. —Su mirada volvió a mí. —Pero a la que más critican es a la mujer ¿por qué? Y para variar somos las mismas mujeres la que las criticamos.

 Mientras la morena hablaba yo solo vagaba en los recuerdos que viví  con él. Cuando me parecía escuchar y cuando me hacia sentir algo sexy... aunque la mayoría de las veces estábamos borrachos.

No quiero que me critiquen, ni que me tachen de zorra estúpida sobre todo si nunca han pasado por algo asi ¿Saben? A todos nos encanta criticar y decir que esta bien o que esta mal, sin tener una mínima idea de lo que esta pasando la persona a la que criticamos.

Estar con esa chica me hacia sentirme importante. Era curioso, porque todo el tiempo había soñado en que un chico guapo me salvara, pero no, una vez más Miranda siendo extraordinaria.

—¡Chica! — Miranda me tocó el hombro. —No quiero verte así. —Se dibujó una sonrisa empática. — llora lo que tengas que llorar, pero no vuelvas a comer caca ¿vale? —Se acercó a mi y me dio un abrazo.

—¿Te puedo decir algo? —susurre por la cercanía a su odio.

Miranda asiente soltando el abrazo poco a poco.

—Por un momento llegue a pensar que tu sudor olía a flores, cuando en realidad hueles a zorrillo parrandero.

Ambas nos comenzamos a reír levantándonos de la silla.

Francis ya se había ido a casa, ya eran más o menos como las ocho de la mañana y tenia demasiada hambre. Necesitaba comerme alguna tostada con huevo y unos chorizos con bastante café. Eso necesitaba mi cuerpo.

Miranda se había ido a su casa sola y yo había corrido hasta agarrar un bus que me dejara cerca de mi hogar. Me dolían la pierna y no paraban de temblar.

Ingrese en silencio a la sala, dejando la botella de agua en sillón y el abrigo pesado de Federico. Llegue hasta la cocina y ¡Uhm! El delicioso aroma a frijoles arreglados, café recién hecho y salchicha de pollo.

Mi estomago parecía gritar. "A la guerra, Tara. Comete todo lo que haya" Y mi mente decía "Anda, gordita. De todos modos, comerte esa deliciosa comita no te hará daño. No creo que nadie te vuelva a ver si te pones más gorda. Sí así como estas ya estas fea y gorda. No castigues a tu cuerpo solo porque los chicos guapos no te ven."

"Cállate, cállate"

Mi madre no estaba en cocina, creo que se andaba bañando o quizá maquillándose para salir. Caminé hasta la cocina buscando alguna fruta o algo que fuera saludable. Las zanahorias creo que serian buenas para merienda, como decía la nutricionista.

El banano no era mi mejor amigo, ni mucho menos la manzana verde, pero eso fue lo único que encontré razonable.

—¡Y ese milagro que estas comiendo fruta!—Fue lo primero que dijo la mujer que entraba por la puerta. —¿No me digas que andabas con esa camisa vieja corriendo?

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora