Esto no es real.

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Dedicado a AristtelesKester

Pov Francis

La noche a pesar de haber comenzado horrible había terminado entretenida. Tara es ese tipo de persona que no puedes parar de escuchar, aunque hablan muy poco, tú haces lo que sea para que hable porque sus ocurrencias son de otro mundo. Tara era tranquila a su manera, pero también era sexy.

No me refiero a su cuerpo, sino a su forma de pensar. No sé, ella decía las cosas como eran, sin tapujos, pero a la vez era tan insegura que se quedaba a media de la oración.

Lo que no me podía explicar era cómo ella había sido amiga de Eva, si la rubia era superficial y no paraba de hablar de sus sueños. Es bueno que todos tengan sueños, pero debes saber que el oyente también tiene los suyos y los quiere compartir.

Habíamos llegado a su casa y no parábamos de reír. Fue hasta entonces que las últimas palabras de la castaña hicieron tambalearme.

—¿Es un mal chiste? —pregunté en el momento en que mis piernas se comenzaron a llenar de cosquillas—Es que no puede ser verdad.

Los ojos castaños  de Tara me miraban fijamente y note que no mentían, pero yo no quería crearlo.

No mi mejor amigo. No William.

—¡Hijo de puta! —grité dándole la espalda a Tara que miraba asustada.

Lleve mi mano a mi cabeza para quitarme el peso que sentía sobre mí. No podía creer que esto me pasaba a mí. No, no. Y no.

Comencé a caminar de un lado para el otro mientras la castaña solo me observaba mordiéndose las uñas. No medí las consecuencias y me acerqué a ella, tomándola de las manos para que hablara de nuevo.

—Por favor —supliqué—, dime que es mentira, Tara. —Quería llorar, quería ir a romperle la cabeza al rubio y lanzarle piedras a su carro deportivo.

—No. Es verdad, Francis. —Ella bajó la mirada y cerró sus ojos con fuerza.

Seguro pensaba que era una persona agresiva, pero no era así. Liberé las manos de la chica para cerrar mis ojos con vergüenza.

—Es que no puede ser cierto. —Llevé una de mis manos para pasarla con hosquedad por mi rostro grasoso—. Si William odia a Eva—gruñí recordando las mentiras del rubio.

“Esa chica me cae mal” había dicho el muy imbécil.

—Tara…—negué con el corazón hecho pedazos.

Ahora me sentía devastado. Traicionado, herido y sin saber qué hacer. No quería llorar, no quería que la muchacha viera me viera débil, pero era algo inútil, pues de mis ojos ya habían comenzado a brotar las lágrimas.

Cada lágrima que surgía de mí, era como si mi alma me abandonara. No quería estar de pie porque sentía que iba a desfallecer en segundos. Mi cuerpo pesaba demasiado, mis manos nos sabía en dónde ponerlas.

—Fran…yo lo siento mucho—susurró Tara—. Y siento que hice muy mal en haber contando todo esto  porque hace unos minutos estabas riendo y…—Me señaló con mano al ver mi estado.

Necesitaba recostarme a algo firme.

—¿Desde hace cuánto lo sabías, Tara? —pregunté con un gesto de ira—. Al menos le hubieras contado a Miranda y que ella me contara a mí. —agregué sin pensarlo.

Ahora no podía pensar en otra cosa que no fuera a William revolcándose con Eva. ¿Será que él sí le daba con ella quería? ¿Será que yo había esperado mucho para hacerla mía? ¿Será que William besaba más rico? O más doloroso aún ¿Ese bebé será de William?

No Me Llames GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora