Parte IV, Capítulo XV: El cementerio de las almas perdidas

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Abril 15 de 1930

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Abril 15 de 1930

3 días después

La inconciencia es aquel estado en el que cualquiera quiere mantenerse. Cuando dormimos, Nuestro cuerpo entra en un estado de reposo y nuestra mente se queda en blanco, Ya no pensamos ni sentimos, ¿A quién no le gustaría mantenerse así?

Sin pensar, Muriendo en sueños, Desapareciendo de la realidad por algunas horas.

Recuerdo la cantidad de veces en las que estuve inconsciente durante horas, Días e incluso semanas, Atragantándome en pastillas que me derribaban al instante y con tranquilizantes que me excluían de la realidad de las cosas para sentirme por una vez en la vida bien. Hay algunas veces donde no reconozco la realidad frente a la realidad de mis sueños.

En mi incosciencia estoy con mis padres.

En la realidad les dejo flores en su tumba.

¿Qué es más mierda que eso?

Mis jadeos reflejaron miedo y mis ojos casi salen de sus órbitas en el momento que desperté, Mirando frenéticamente a todos lados, Sólo observando paredes blancas y el pitido de una máquina cuyo nombre no recuerdo.

Me quité el suero inyectado en mi brazo y grité de dolor en el momento que me erguí de la cama, Sintiendo mi abdomen arder como el infierno, Siendo ahora consciente del dolor del infierno que me había consumido.

Lloré, Lloré como nunca antes de la rabia, siendo golpeado por los recuerdos de mis sueños recordando el rostro del autor de mi miseria. Mi cuerpo comenzó a temblar como antes y empuñé mis nudillos hasta hacerlos blancos.

Observé una caja sobre mi cama, Y aún con mis manos temblorosas tomé la caja de madera y la abrí. Fruncí el ceño al ver unas tijeras doradas dentro, Opté por agarrarlas para inspeccionarlas, Cuando pasé mis dedos por las cuchillas gemí cuando hice un pequeño corte en mi índice.

Estaban realmente afiladas.

Percibí como alguien se acercaba y mi nerviosismo aumentó, Opté por volver a acostarme ocultando las tijeras y me hice el dormido. Los pasos de alguien entrando a la habitación me puso los pelos de punta y mi mano se aferró más a las tijeras.

Sentí una respiración en mis labios y un sudor frío comenzó a rodar por mi nuca.

-Hola otra vez. -Una voz masculina habló-. Vengo a darte tu beso de buenos días.

Se acercó más a mis labios, Y no me lo pensé más, Abrí los ojos y sin saber cómo clave las tijeras en el cuello del hombre. El tipo contempló mi mirada asustada pidiendo clemencia con los ojos. Enterré más y el hombre a los minutos murió.

𝟏. 𝑬𝒍 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒗𝒂𝒍𝒔. ||Vkook/Taekook||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora