||PARTE I||

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Capítulo editado y corregido †

Para algunos el tres es un número curioso, tal vez por su manera tan extraña de ser escrita, sino por su constante presencia a lo largo de nuestra vida: Tres comidas al día,
tres etapas del día, la regla de los tres segundos, tres, tres, tres…

A algunas personas, esa presión de tener siempre el mismo número haciendo parte de tu vida con una presencia que atormenta e incluso puede traer malos recuerdos,
puede regresar a la vida aquello que decidimos matar con el olvido hasta abrasar y quemar. La historia que tal vez estas letras formen es un buen ejemplo de ello.El mes tres y día tres de 1927 cuando faltaban tres minutos para marcar las siete en punto de la noche, una familia de tres miembros se preparaba para cenar. Todo era
tranquilo y hogareño, las flamas del fuego que ardía en la chimenea daba ese toque de la típica casa estadounidense donde la familia que vivía allí pasaba su tiempo conversando o cantando, todo después de que el padre llegara vestido de chaleco y corbata sonriendo con cansancio cuando es recibido por las voces infantiles y melodiosas de sus dos hijos. Su
esposa lo esperaría con delicioso estofado de carne y un buen vino color carmesí para luego cenar con su familia en un ambiente feliz, todo siendo tan perfecto que incluso sería irreal.

La familia de tres miembros no se salía del estereotipo de “Familia perfecta”, teniendo el mundo en sus manos en cuando a los negocios y teniendo a un hijo de trece años hecho y derecho hacía de la familia eso: la perfección. Sin embargo, los giros de la vida fueron en contra de la perfección cuando en un parpadeo el hijo estaba escondido debajo de la mesa en completo silencio. Escuchó voces agresivas hablando con sus padres a los gritos, asustándose hasta el punto de morderse el dorso de la mano para controlar sus
ganas de salir de su escondite y enfrentarse ante los dueños de las tres voces masculinas que les gritaban a sus padres. Hubo un instante donde todos callaron sus voces siendo el ruido de un vidrio rompiéndose el que reemplazó el griterío. El hijo se quedó desconcertado cuando escuchó a su madre gritar el nombre de su   seguido por golpes, cosas derrumbándose y quejidos por parte de su progenitor. Los ruidos perduraron por tres minutos hasta que el padre cayó al suelo. La mirada del padre cansado del trabajo se encontró con la de su hijo asustado, el hombre le miró por tres segundos exactos que finalizaron con sangre
salpicando el rostro del retoño, se había manchado el rostro por la sangre de su padre que salió disparada de su cuello cuando una espada samurái lo atravesó y después de dar una vuelta completa fue extraído con fuerza. La muerte del padre tardó tres segundos en darse,
el chico debajo de la mesa se hallaba en un estado de shock. El grito cargado de dolor por parte de la mujer salió al mismo tiempo que la
sincronización de tres risas burlonas y juguetonas. Se oyó otro grito femenino junto un golpe en la pared, el chico completamente pálido y helado de removió un poco hacia
adelante para observar con mayor facilidad, lamentándose de sus actos cuando vio cómo su madre era golpeada por un chico de cabello blanco que poseía un antifaz plateado y era de estatura alta, a su lado un chico de cabello negro junto a uno rubio que usaban los mismos antifaces que el de cabello blanco sólo se dedicaban a reírse mientras limpiaban la espada con un pañuelo blanco.

El rubio alzó su mano para detener al de cabello blanco. El chico detuvo su
agresión dejando caer a la mujer al suelo, los tres la rodearon mirándola con intensidad, con repulsión y con el desbordante deseo de hacerle daño.

—No lo repetiré más. —Espeta el de cabello rubio agachándose al nivel de la mujer, acariciando la mejilla de la joven madre, agarrando un mechón de cabello castaño que se había colado en su rostro para ubicarlo detrás de la oreja de la mujer. Una vez lo hizo paseó sus dedos a la mandíbula de la mujer, apretando con fuerza para obligarla a mirarlo a los ojos—. ¿Dónde está?

—No me hagan daño… —Sollozó—. Por el amor de Dios, se los imploro.

—Así que… no ayudarás. —Susurra el chico asintiendo poco después con una sonrisa amarga—. Bien, bien.

Comparte una mirada cómplice con los agresores, encogiéndose de hombros en el proceso. El rubio se incorpora del suelo y agarra un puñado del cabello de la castaña
arrastrándola hasta el sofá rojo del salón, le da una mirada significativa al pelinegro que asiente y comienza a cortar las ropas de la mujer con unas tijeras doradas. La mujer grita, se retuerce cuan babosa en un camino de sal cuando es tocada por los tres hombres de manera obscena. El alarido que suelta cuando es penetrada por su boca, su ano y cavidad vaginal hiela la sangre de su hijo. Luego de un festín lleno de tortura, la mujer es apuñalada por dagas en los tres orificios donde fue penetrada. Muere con lentitud debido al dolor y a la pérdida masiva de sangre, los tres hombres se dejan venir sobre su cuerpo inerte, dejándola desnuda entre sangre y semen.

Los agresores salen de allí minutos después. Uno de ellos abre una botella de alcohol y le da un largo trago hasta cansarse. Una vez lo hace estrella la botella con la mitad del contenido contra una pared, lo siguiente en lanzarse es un encendedor que despierta las llamas apenas toca el líquido, luego de esto salen de lo que fue una vez un hogar feliz y
que ahora se había convertido en una noche en un cementerio de almas muertas. El hijo salió de su escondite con lágrimas rodando por sus mejillas, huyendo de su hogar antes de que las llamas lo alcanzaran. Corre hasta que sus pies dejan de responder, cayendo al suelo. Un grito desgarrador salió de sus labios a causa de la impotencia acumulada en su alma. Cuando intenta incorporarse es tomado del brazo con fuerza,
siendo alzado hacia arriba, luego un pañuelo húmedo llega su nariz, mareándole.

—Has visto demasiado.

Le susurran al oído antes de que todo se volviera oscuro.





Parte I, capítulo I: El club de los aristócratas.

𝟏. 𝑬𝒍 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒗𝒂𝒍𝒔. ||Vkook/Taekook||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora