Negocios

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De nuevo eran las 7 de la mañana cuando Nathalie llamaba a la puerta del cuarto de Adrien. El muchacho gemía en sueños, revolviendose intranquilo en su cama. Volvió a dar con los nudillos al no obtener respuesta.
-Mmmm mi lady... Aaahhh...
Ese gemido más alto que el resto hizo a la mujer darse cuenta de la situación en la que se encontraba el chico, por lo que llamó una vez más, voceando para despertarle.
-Joven Agreste, o se despierta usted solito o tendré que entrar yo a sacarle de entre las sábanas.
Un golpe seco sonó al otro lado de la puerta y ella contuvo una carcajada. Logró escuchar dentro los quejidos del otro al levantarse del suelo.
-Joder... Otra vez no... ¡Ya voy, Nathalie! Me tengo que duchar.
-No se preocupe, luego haré que le cambien las sábanas.
Otro golpe en el interior de la habitación, seguido de un simpático "ay" que al fin consiguió hacerla reír mientras se marchaba. Debía enterarse bien de cómo iban las cosas con aquella chica, y ver si podía seguir ayudando en lo que pudiera al muchacho. Perdida en sus pensamientos estaba cuando llegó al cuarto de su jefe para llamarle. Una vez más, estaba despierto, levantado e impolutamente preparado para comenzar el día. Pero esta vez había algo diferente. Su actitud, su acostumbrado rictus de seriedad, habían cambiado tenían un ligero toque de... ¿Nerviosismo? ¿Sería por el contrato que consiguió la noche anterior? La mujer carraspeó como pie a su lectura diaria de horarios, y notó el pequeño salto que dio Gabriel al darse cuenta de que estaba allí.
-Buenos días, señor. Esta mañana tiene que repasar unos contratos de última hora. Tiene programada una vídeo conferencia a las 12:00 con los directivos para el informe mensual. Por la tarde...
-Nathalie... -la interrumpió llevándose una mano a la sien- no vas a volver a ir tú sola a ninguna reunión.
Ella se detuvo de golpe, completamente confundida.
-¿Cómo dice, señor?
-Lo que oyes. No quiero otro incidente como el de anoche.
Pestañeó rápidamente un par de veces bajo sus gafas. ¿Qué incidente?
-No sé a qué se refiere, señor.
-Al incidente con Remi D'Etoile -seguía de espaldas a ella sin atreverse a mirarla-. No vas a ser nunca una ficha a utilizar en el juego de nadie más que del mío.
"¿En serio me está diciendo ésto? Gabriel, eres más tonto de lo que pensaba..."
-No volverá a ocurrir -respondió suspirando.
-Bien, cancela la vídeo conferencia, hoy necesito un rato para mí.
La mezcla entre celos, ira, excitación y esperanza bullía en el interior de la secretaria. Aislarse en su guardia podía significar desde la necesidad de pasar un rato junto a su mujer, hasta la posibilidad de akumatizar a alguien. Y desde hacía no mucho, pensar en akumas para ella era tremendamente sugerente. Tragó el nudo de emociones que empezaba a molestarle en la garganta antes de volver a hablar.
-De acuerdo, señor. Ahora mismo lo organizo todo.
-Bien. Pásame los contratos a mi despacho y luego ve a acompañar a Adrien al instituto. Cuando vuelvas, ya sabes lo que hacer hasta que yo salga.
La mujer asintió saliendo acto seguido de la habitación de su jefe para ir al comedor a esperar a que la bomba de hormonas bajara a desayunar.

Era media mañana cuando Gabriel bajó a su guarida, sólo, nervioso, desesperado. Nooroo volaba a su alrededor en silencio, esperando el momento en que su amo lo necesitara, pero cuando vio que se dirigía al ataud de su esposa quiso dejarle un poco de intimidad. El diseñador se detuvo delante del cristal del féretro en actitud solemne y decaída, con las manos en la espalda y los ojos cerrados.
-Emilie, te echo tanto de menos... -comenzó a decir con voz temblorosa- La situación se me va de las manos. Cuando estabas conmigo sentía que podía hacer cualquier cosa. Ahora, cada día me encuentro más perdido. Pero no pienso desfallecer, seguiré intentando traerte de vuelta -los hombros le cayeron un poco cuando dio un par de pasos hacia el ataúd. Colocó una mano sobre la tapa tratando de sentir a su mujer con él-. Oh, Emilie... Si estuvieras aquí... Adrien cada vez se parece más a ti, y me duele demasiado mirarle y ver tu rostro en él, tu corazón en el suyo, tu alma en su cuerpo. No puedo negarte la posibilidad de conocer esta evolución, estoy seguro de que estarías orgullosa. Pero no te preocupes, lo conseguiré, Emilie. Conseguiré los prodigios de esos niños consentidos y te liberaré de este sueño en el que estás sumida. Sea como sea, lo lograré -tomó aire y suspiró con fuerza mientras volvía a cerrar los ojos y se dejaba llevar por la desesperación- Dios... Te necesito tanto... Nathalie...
Su cuerpo empezó a sentir calor. Ni siquiera se había dado cuenta de lo que estaba diciendo, pero el sonido de esas palabras salidas de su boca le hizo sentir mejor, aunque no dejaba de tener la sensación de que algo no estaba del todo en su sitio. Nooroo suspiró a su espalda y cuando Gabriel le escuchó, una maquiavelica sonrisa se dibujó en su rostro justo antes de llamarle.
-Alzaos, alas negras...

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora