Determinación

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¿Que fuera a su habitación? Sabía que tarde o temprano tendría que rendir cuentas sobre lo que había pasado esa misma mañana, pero no se esperaba en ningún momento que pudiera desembocar en algo que acabara en la habitación del jefe. Su vientre vibró ante la espectación de lo que su mente quería imaginar, y se obligó a respirar profundamente para no perder el ritmo de sus pulsaciones. Se apoyó un momento sobre la mesa, recuperando el temple que le caracterizaba antes de salir del comedor. Pero era inútil. Su cuerpo estaba respondiendo ante la necesidad de volver a intimar con su jefe, con su amado. Un ligero mareo la hizo apoyar las dos manos antes de volver a enderezarse para salir de allí. Si no tenía cuidado llegaría tarde, y ella sabía cuánto odiaba Gabriel que le hicieran esperar.
"¿Y si le hiciera esperar un poco?"
Sacudió la cabeza con fuerza para quitarse esa idea de la cabeza. No debía tentar a la suerte. Estaría ahí para cuando él la necesitara, y punto. Tomó aire y se decidió a salir de allí y encarar lo que sea que le esperara en la habitación de Gabriel Agreste.

Cuando fue a tocar a la puerta le temblaba la mano. La apretó contra su pecho un momento volviendo a tomar conciencia de su cuerpo, y al fin llamó. La serena voz de Gabriel respondió al otro lado.
-Adelante.
Volvió a temblar cuando agarró el manillar, notando que su corazón se desbocaba. Abrió intentando calmarse, y sin pensárselo dos veces atravesó el umbral.
Allí estaba él, recto, tranquilo, mirando por la ventana de espaldas a la puerta, con las manos en la espalda y la actitud sobervia. Ella intentó hablar pero su boca no respondió a la primera.
-¿Quería verme, señor? -logró balbucear.
-Nathalie, ¿cuántos años llevas trabajando para mí?
-Muchos, señor. Ya lo sabe.
-Y en todos estos años, ¿he hecho algo para ganarme tu traición?
Esperaba algo así. Él no se andaba con chiquitas.
-Señor, si me permite explicarme, nunca ha sido mi intención aceptar la oferta de Remi... -Gabriel la miró inquisitivo- del señor D'Etoile. Sabe que le soy totalmente fiel a usted.
-No -dijo girandose por completo hacia ella-, no lo eres, Nathalie. Hoy me has traicionado. Primero le encuentro en el pasillo perdiendo las manos en tu cuerpo, y luego puedo ver perfectamente cómo os dais el lote delante de mi despacho.
-No es lo que usted cree.
-Te dije que eras mía. Y no voy a permitir que nadie más te toque, ¿entendido?
La boca se le secó al instante. ¿Suya? No podía hablar en serio.
-Señor, no creo haber...
-No quiero excusas. Vas a pagar lo que has hecho. Me lo vas a pagar con creces Emilie...
Al escuchar ese apelativo que le causaba tanto amor-odio, se estremeció de pies a cabeza. Iba a ocurrir, al fin le iba a conseguir. Y estaba dispuesta a complacerle de cualquier manera que le pidiera. Respiró profundamente armandose de valor antes de acercarse a él con la actitud debida para su cometido.
-¿Y cómo habías pensado hacérmelo pagar, Gabriel?
Un escalofrío pasó por la espina dorsal del hombre, empezando a saborear la fantasía que vendría a continuación. Se acercó a ella acechante con una sonrisa lobuna en el rostro, y la atacó directamente a los labios mientras cerraba los ojos y empezaba a imaginar que eran los de su esposa. Sus manos se posaron en las marcadas caderas que tenía delante y empezaron a palpar con deleite todo aquello que se le ofrecía, apegandolas a su pelvis para frotarse con ellas de camino a perder la razón. Notó cómo su miembro respondía y se empezaba a preparar para lo que vendría a continuación. Satisfecho con cómo iba la cosa, abandonó los labios de la mujer para dirigirse a su delicado cuello, susurrando una y otra vez el nombre de su amada.
Nathalie se sentía morir. Disfrutaba de las caricias que le brindaba su jefe, pero escuchar repeditamente el nombre de la otra mujer empezaba a hacerla polvo. Necesitaba algo más para poder continuar así. Se deshizo del agarre que tenía sobre ella y le empujó hasta la cama, donde le recostó para empezar a desabotonar su impecable camisa. Según iba abriendo botones iba colando los dedos para tocar la piel que tanto deseaba, y enseguida los acompañó con la lengua para saborear su firme torso. Los jadeos del hombre se sucedían cada vez con mayor cadencia mientras se dejaba hacer por aquella a la que imaginaba como su esposa, y eso a ella, a pesar de la situación, le excitaba. Jugó un poco con el botón del pantalón mordisqueando la tela y besando su vientre a la vez. En un arrebato, Gabriel la apartó para terminar el trabajo, ansioso de llegar a la siguiente parte. No se hizo esperar. Nathalie apartó todo lo que le molestaba, y sin perder tiempo se introdujo su palpitante erección en la boca, degustando de nuevo el sabor que su amado le dejaba en ella. El largo gemido que brotó de labios del hombre colmó su corazón y su vientre de sensaciones que no quería olvidar nunca, y por eso siguió atendiendo esa deliciosa zona con más brío.
-Ah... Emilie.
Al escuchar el nombre, propinó un ligero mordisco sobre la parte más sensible del miembro, haciendo que todo su cuerpo se sacudiera por la impresión.
-¡Dios! -gritó extasiado.
La boca de la mujer seguía subiendo y bajando a buen ritmo, mientras con una mano acariciaba el tronco y con la otra jugaba con los testículos. Gabriel se agarró con fuerza a las sábanas tratando de no sucumbir a la creciente excitación que sentía, y para asegurarse de que ésto no terminara pronto apartó a su compañera de juegos mientras se quitaba los zapatos de sendos tirones.
Nathalie vio por donde iba su jefe y quiso colaborar, ayudándole a deshacerse de los pantalones con rapidez.
-Quiero que me montes -siseó él, aún con los ojos cerrados.
Los espasmos que sintió en su bajo vientre fueron arrolladores, y no quiso dar tiempo a un cambio de idea. Se puso en pie, desnudandose de cintura para abajo en un momento. Con voz entrecortada la detuvo antes de hacer nada más.
-Abre el primer cajón de la mesilla.
Nathalie obedeció en el acto, acercándose para sacar de ahí un preservativo que abrió al momento. Cuando se giró de nuevo, lo que vio le secó la boca. Sobre la cama, parcialmente desnudo, tenía a Gabriel Agreste con una mano alrededor de su virilidad, acariciandola con vicio mientras esperaba el siguiente paso. Notó que se humedecía al instante ante tal visión. Si había pensado que verle semi recostado en el suelo era sexy, lo que tenía delante lo superaba con creces. Necesitaba volver a saborear aquello de lo que estaba disfrutando él en soledad, así que se arrodilló entre sus piernas para recrearse un poco más en ese magnífico manjar. Cuando se hubo saciado, le colocó el preservativo con destreza y saltó sobre la cama para empalarse de una vez. La urgencia la apremiaba, su cuerpo empezaba a sentir calambres por la necesidad. Y cuando al fin le sintió dentro de ella suspiró, completa, feliz. Ambos gimieron cuando sus cuerpos empezaron a entrar en contacto, y la excitación los arrastró al momento, haciendo que se buscaran desesperados en medio de ese perturbador baile en el que se habían metido. Nathalie aumentó los contoneos, subía y bajaba con rapidez y procuraba sujetarse con trémulas manos a los pectorales expuestos bajo ella. Gabriel no dejaba de jadear, y de vez en cuando gemía el nombre de su esposa en medio de su macabra fantasía, haciéndole sentir completo de nuevo tras varios años. Fue entonces cuando notó que estaba listo para terminar, y sin decir nada a su pareja de baile, la sujetó de las caderas ahondando con sus fuertes embestidas todo lo que podía en su estrecho interior. Ésto hizo que ella soltase un grito de placer y se estremeciera por completo en un paso preliminar a su siguiente parada: el paraíso.
No tardó mucho en notar las contracciones en su útero, estrujando el firme miembro de su jefe en su interior y arrastrandole con ella hasta el culmen de su deliciosa agonía. Cuando al fin se detuvieron, jadeantes, sudorosos, ninguno se atrevía a decir nada. Ella no quería romper la burbuja en la que estaba y él no quería admitir que le había gustado más de lo que esperaba. Pero no podían estar unidos por siempre, y cuando Nathalie acabó por levantarse, una recia mano la sujetó. Se volvió hacia Gabriel, quien la miraba a los ojos con gesto indescifrable, y se atrevió a acercarse a su lado sobre el colchón. Complacido, la abrazó y empezó a acariciar su pelo después de soltarle ese molesto moño que siempre llevaba. Ella no pudo hacer más que dejarse llevar y soñar con que algún día fuera su nombre el que gimiera entre bisbiseos, conteniendo un par de lágrimas que amenazaban con delatar su dolor. Cuando más relajada estaba fue cuando él volvió a hablar, trayendola del trance al mundo terrenal en un segundo.
-¿Me puedes explicar eso de "la novia de Adrien"?
Nathalie no pudo evitar soltar una carcajada ante la pregunta, gesto que calentó el corazón de su compañero de cama.
-Es una teoría. Creo que está enamorado de ella y está intentando conquistarla. Pero no suelta prenda.
-¿Cómo estás tan segura entonces?
Ella se encogió de hombros estirando uno de los brazos para pasarlo por encima del pecho de Gabriel y devolverle el abrazo. En ese momento de conexión ambos se sintieron en paz.
-Les he visto actuar cuando están juntos, y son los dos un par de bobos enamorados que no se atreven a dar el siguiente paso.
Ahora le tocó reír a él. Las caricias se fueron repartiendo por el cuello y el hombro de la mujer, bajando por el brazo hasta el codo. Ahora se arrepentirá de no haberla desnudado del todo... Aunque no era tarde para ello. Todo llegaría. Y más ahora que sabía lo que le esperaba.
-Bueno, creo que tendré que darle el sábado libre a mi hijo entonces. ¿Algún consejo más?
Ella alzó la vista para mirar con adoración el mentón de aquel hombre que hacía que su corazón latiera cada día. No podía creer lo que estaba oyendo, pero tampoco terminaba de creer lo que acababa de ocurrir. Sonrió con sumisión y negó con la cabeza, sin que él siquiera la volviera a mirar a la cara.
-De momento no.
-Bien.
Permanecieron así aún un rato más, perdiéndose en sus vagas caricias, en el recuerdo de su anterior contacto, en las sensaciones que sus cuerpos se negaban a abandonar por el momento.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora