Hacía una semana que Nathalie había dejado de trabajar para Gabriel Agreste. Cuando llegó a la empresa de Remi para presentarse, él la vio tan afectada por el cambio que decidió dejarla un tiempo de margen antes de incorporarse a su nuevo trabajo, y desde entonces solía pasar los días y las noches en el lujoso apartamento de la Rue Bonaparte, al cuidado del chico que la adoraba.
-Estás muy pálida -le decía mientras se despedía de ella, aún en la cama-. ¿Seguro que estás bien?
-Sí, no te preocupes. Me encuentro cansada, y abrumada por todo lo que ha pasado -contestó mientras se dejaba mimar por las dulces caricias de Remi-. Siempre creí que terminaría mis días trabajando en esa casa...
-Lo sé, amor -dijo dándole un amargo beso en la cabeza. No le gustaba recordarlo-. No te preocupes por nada, tú descansa. Sabes que si no quieres trabajar por el momento, no es necesario que lo hagas.
-¡Pero quiero hacerlo! Me gusta mi trabajo, y me siento bien trabajando. Me mata quedarme en casa sin hacer nada...
-Pues... Escribe una novela.
-¿Escribir una novela?
-Sí, aprovecha que tienes las mañanas libres para hacerlo. Puede que algún día llegues a ser una escritora famosa.
Nathalie rió abiertamente.
-¿Y sobre qué escribiría? -"¿Sobre una asistente enamorada de su jefe que lo da todo por él y sólo recibe dolor? ¿Y de cómo se marcha de su lado para irse con el chico guapo y millonario que le promete la luna? No, no lo leería nadie..." pensó ella mientras se miraba las manos entrelazadas.
-Haz lo que quieras, cielo. Ya sabes que ésta es tu casa, y que me tienes a tu completa disposición. Yo tengo que ir a la oficina, pero estaré de vuelta a la hora de comer. ¿Quieres que traiga algo en especial?
Ella tomó su mano y la apretó sonriendo a aquellos preciosos e intensos ojos que la miraban con dulzura.
-Lo que tú quieras estará bien. Yo voy a dormir un poco más y luego trataré de levantarme y ver qué puedo ir haciendo.
-Descansa -dijo dándole un tierno beso en los labios-. Luego te veo -y con una mirada pilla terminó diciendo-. Te quiero.
La mujer suspiró cansada.
-Ya lo hemos hablado, Remi.
-De acuerdo, de acuerdo. Te daré tu espacio. Pero que sepas que te quiero.
Nathalie cogió una de las almohadas y se la lanzó mientras él salía corriendo por la puerta de la habitación. Se acurrucó abrazando la otra y aspirando inconscientemente su olor, entristeciéndose al no reconocer el de Gabriel en ella. No podía seguir así, la estaba consumiendo la vida. No levantaba cabeza, cada día estaba más cansada y parecía que hasta su periodo se lo estaba tomando con calma para venir este mes, del puro agotamiento que tenía en el cuerpo.
Se colocó boca arriba en la cama y se tapó hasta la cintura con la sábana, pensando en cualquier cosa que la hiciera despistar su mente de Agreste. De sus deliciosos labios, de su sensual cuerpo, de su maravillosa forma de hacerla el amor...
Un momento...
Se incorporó en la cama de un salto y buscó su móvil en la mesilla. Abrió el calendario y vio que llevaba unas semanas de retraso. Justo en ese momento recordó su último y loco encuentro, con el que aún soñaba algunas noches. Y no, no se habían protegido. ¿Podría ser que hubiese ocurrido... Un percance?
"Bravo, Nath, perfecta forma de nombrarlo..."
Calculó sus días fértiles y no le cuadró para nada con lo que le estaba pasando.
-Es imposible, no debería haber ningún problema...
Intentó calmarse, bloqueó el teléfono y lo dejó sobre la mesilla, pero eso no resultaba. No dejaba de pensar que había algún indicio, algo que se le escapaba. Si resultaba estar embarazada de Gabriel... Sería todo un problema.La mañana estaba siendo demasiado intensa para ella. Había intentado dormir sin éxito, luego se había levantado y puesto música para desayunar, y después se había metido en la ducha para tratar de despejarse. Cuando el agua empezó a caerle por el cuerpo no pudo evitar tocarse el vientre y pensar en si habría algo allí dentro creciendo. Tal vez le hacía un poco de ilusión que así fuera, pero no podía permitirse lidiar con algo así después de todo lo que había conseguido. Estaba fuera del alcance de la toxina Agreste, y estaba aprendiendo a olvidarle. Calculaba que en una o dos... Décadas más quizá lo conseguiría. Se lavó bien todo el cuerpo bajo el chorro de agua muy caliente y salió a los pocos minutos totalmente relajada y con el ánimo renovado. Se estaba secando frente al espejo cuando se giró a mirar su reflejo. Las marcas de los mordiscos que Gabriel le había dado el día que le dijo que se iría aún permanecían en su piel, recordándole el maravilloso encuentro que habían tenido alrededor de una semana atrás, y sin querer volvió a mirarse el vientre. No parecía hinchado, ni diferente. Estaba empezando a emparanoiarse demasiado con ello, así que decidió vestirse y salir a la farmacia para comprar un test y librarse de sus dudas. Aún era temprano, no daban las 11 de la mañana, pero cada vez sentía más ansiedad en el cuerpo por averiguar si tenía que enfrentarse a esa situación o no.
"Y la ansiedad puede ser mala para el bebé..."
Cuando se dio cuenta de sus pensamientos se detuvo en seco en mitad de la calle. ¿Qué era lo que se le estaba pasando por la cabeza? ¿En serio se preocupaba por aquel accidente? Si es que había algo de lo que preocuparse. Otro pequeño dolor de cabeza, otro Agreste en el mundo. De pronto, esa idea le hizo que se le acelerara el corazón. Pensar en llevar en su vientre al hijo de Gabriel de repente le parecía lo más hermoso del mundo, el mejor regalo que el diseñador podría haberle hecho. Una pequeña parte de él que conviviría con ella para siempre, un ancla al mundo terrenal y a su desmedido amor por su antiguo jefe. Pero él... ¿Cómo se lo tomaría? ¿Le gustaría la idea? ¿O por el contrario la repudiaría por su irresponsabilidad?
"Bueno, la irresponsabilidad fue de los dos, aunque sigo sin saber cómo ha podido pasar..."
Definitivamente, si estaba dispuesta a seguir adelante con esa posible criatura, no era factible hacérselo saber a Gabriel. Pero... ¿Y Remi? Le estaba dando su vida entera, y simplemente no podría ocultarle algo así. ¿Debería dejar esa relación antes de que la cosa se complicara? O tal vez... ¿Contarle la verdad y esperar que siguiera siendo igual de comprensivo? Un claxon la despertó de su mar de dudas, haciéndola volver a la tierra. ¿Qué estaba pensando? No debía adelantar acontecimientos. Probablemente sería un retraso normal, seguro que no habría por qué preocuparse. Primero iría a la farmacia y compraría el test, luego volvería al apartamento de Remi, se lo haría, y cuando viera el negativo se tomaría una copa de vino para celebrarlo.
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Sin Remedio
RomanceCuando Gabriel Agreste toca fondo, Nathalie está ahí para ayudarle. Una historia diferente, de una pareja sin remedio. Drama, lemon y algunas risas. La portada corre a cargo de la magnífica @Bacitakarla que me la ha hecho especialmente para esta his...