¿Había oído bien? ¿A qué se estaba refiriendo Gabriel con esas palabras? ¿De verdad iba a recibir unos azotes de parte de su jefe?
Nathalie quería decir que no, quería convencerse de que no se iba a prestar ante tal humillación, pero no podía. En su interior sabía que lo estaba deseando, y su cuerpo reaccionaba a ese deseo. Notó cómo se humedecía por dentro de su ropa interior, su respiración se agitaba y su corazón amenazaba con salirse del pecho. Gabriel sonrió lascivamente clavando sus ojos en los de ella, y se frotó sin pudor contra su pelvis, haciendo que a ella se le secara la boca al instante al sentir la erección bajo el pantalón. Tragó en seco, sin romper el contacto visual en ningún momento, y rezó todo lo que supo por ser capaz de controlar su instinto de mover las caderas para buscarle. Él se inclinó despacio sobre ella, acercando su cara sin quitar esa expresión, hasta que colocó los labios sobre la boca de la muchacha y los rozó con mimo, enviando miles de descargas eléctricas por todo su cuerpo. No pudo evitar gemir ante el gesto del hombre, cerró los ojos y levantó de golpe el cuello para acabar con la distancia entre ellos, sorprendiéndole con un desvergonzado beso. Todo el peso de Gabriel cayó sobre su cuerpo y aflojó el agarre de sus muñecas, dejándose llevar por el deseo que ella le demostraba. El beso se intensificó haciendo al hombre cerrar los ojos por la necesidad de sentirlo mejor, de dejar volar su imaginación hasta el lugar en el que quería estar. Los labios de Nathalie se convirtieron en los de Emilie, la dura mesa de escritorio de repente era la cama de su habitación de matrimonio, y el tembloroso cuerpo bajo el suyo pasó a ser el delicioso cuerpo de su mujer.
Oh dios... Le estaba sentando tan bien... Sin darse cuenta, deshizo el beso durante un segundo para susurrar el nombre de su amada.
-Ah, Emilie...
Nathalie sintió un pinchazo en el pecho y se quedó estática un momento. Pero para cuando quiso retomar el beso, Gabriel se había dado cuenta y se estaba levantando de nuevo con aspecto compungido.
-¿Se encuentra bien, señor?
-Nathalie, yo... Lo siento, no sé qué me ha pasado... Otra vez. - Ella le miró sin entender exactamente cómo se estaría sintiendo en ese momento. - De verdad, no tengo ninguna intención de tratarte de esa forma, quiero que te quede bien claro. - se levantó enseguida, sin ver el leve gesto de decepción en el rostro de su ayudante. - Te respeto mucho, como persona y como profesional. Es sólo que...
Una pequeña esperanza para ella.
-No se agobie, no es algo que me haya importado. Ya le dije que si tengo una oportunidad de ayudarle, lo haré. Sea como sea.
Sus miradas conectaron de nuevo. En los brillantes ojos azules de ella se podía leer determinación y valor. En los de él, la duda y el deseo. ¿Por qué sentía esa necesidad de unirse a su ayudante? ¿Por qué esa atracción por lo indebido? Él amaba a su esposa, la adoraba. No podía dejar de pensar en ella. ¿Acaso no era engañar su memoria intimar con alguien más fingiendo que fuera ella? Sin embargo era un instinto superior a él...
-No, no puedo hacerte eso. A ti no.
Las palabras atravesaron el corazón de la chica como dagas afiladas. ¿Por qué no, si lo estaba deseando? Con seriedad, se puso en pie, se colocó la ropa y el pelo, tomó su tablet y se dirigió a la puerta.
-Pediré que le vuelvan a calentar la cena, ya estará fría. Adrien me pidió permiso para cenar en casa de unos amigos. Estará de vuelta a las 23:00.
-¿Has permitido que mi hijo se salte su horario? - preguntó él, sorprendido y enfadado.
-No se lo ha saltado, señor. - respondió calmada y ligeramente desafiante. - Simplemente, ha cenado fuera tras su clase de esgrima.
Ambos se volvieron a mirar. Era la primera vez que Nathalie contestaba de esa manera a Gabriel. Por norma general, siempre aceptaba sumisa su culpa y él acababa contento por su superioridad notable, pero hoy no había sido así. Ella había tomado una decisión que no le correspondía, y la había defendido ante su jefe. ¿Qué le había pasado? Quizás fuese producto de esa furia que sentía hervir en su interior tras ese segundo rechazo, pero el caso era que no podía parar de retarle con la mirada, y él lo notó. Asintió lentamente y se sentó en su silla para desbloquear su ordenador y empezar a trabajar.
-Que alguien me vuelva a calentar la cena, asegúrate de que mi hijo está en la cama a la hora debida y puedes marcharte por hoy.
¿Eso era una cesión? ¿Gabriel Agreste acababa de ceder ante ella? Sin saber muy bien cómo tomarse eso, titubeó un poco al darse la vuelta, pero acabó por salir del despacho con su dignidad intacta por esta vez. Cuando cerró la puerta tras de sí, se tuvo que apoyar en ella para no caer al suelo de la impresión. Se sentía hasta mareada por todo lo que acababa de vivir. Tardó algo más de un minuto en lograr que sus piernas volvieran a responderle antes de poder ir a la cocina para buscar a alguien que le calentara la comida a Gabriel. De camino iba llamando a Adrien para avisarle de que su hora tope estaba por llegar.
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Sin Remedio
RomanceCuando Gabriel Agreste toca fondo, Nathalie está ahí para ayudarle. Una historia diferente, de una pareja sin remedio. Drama, lemon y algunas risas. La portada corre a cargo de la magnífica @Bacitakarla que me la ha hecho especialmente para esta his...