Cuando Nathalie llegó a la puerta del hotel se sorprendió al ver justo en frente unas luces de neón parpadeando. Parecía un estudio de tatuajes, y estaba abierto. ¿Un domingo por la mañana? Debía ser otra cosa, se estaría confundiendo.
Se registró en el hotel y subió a su habitación para darse una ducha y quitarse todo el olor a Gabriel Agreste que tenía en el cuerpo. Cuanto menos le recordara, mejor. Después de su ratito de intimidad, desbloqueó su móvil al fin. Tenía varios mensajes de Remi, pero esta vez no había llamadas perdidas. Al parecer, había entendido su necesidad de espacio en todo esto. Pobre, le iba a doler mucho hacerle tanto daño. Contestó rápidamente a sus preocupados mensajes con un escueto "mañana estaré a las 9:00 en mi puesto de trabajo" y volvió a bloquearlo. Cuando lo iba a dejar en la mesilla se lo pensó mejor, y directamente lo apagó. No quería que Gabriel pudiera contactar con ella de ninguna manera. Con un peso menos sobre sus hombros, se estiró cual gato y se decidió a ir a comer algo. Ya era medio día y su estómago clamaba por lo que le correspondía.
Al salir del hotel volvió a ver las luces del estudio de tatuajes encendidas. ¿Estaría abierto de verdad? Una persona salió en ese momento, saludando al chico que había dentro con la mano. Qué trabajadores. Lo curioso fue cuando volvió de comer, sobre las 15:30 y vio que el estudio seguía abierto. Desde que lo había visto por la mañana, una loca idea se había empezado a formar en su cabeza. Pero al pasar por delante ahora y ver que todo el universo estaba a favor de ella, no pudo evitar entrar y preguntar.
El local era oscuro. Había muchos dibujos en las paredes y expositores con numerosos tipos de piercings. Fotos de una persona tatuando enmarcadas, música de ambiente y un zumbido lejano que parecía una chicharra.
-¿Hola? -se atrevió al fin a decir en voz alta.
-¡Voy! -oyó la voz de un hombre en la habitación de al lado. A los pocos segundos, salió un tipo grandote, con los brazos llenos de tinta y guantes de latex azules- ¿En qué puedo ayudarla?
-Sólo por curiosidad, ¿está abierto hoy?
El chico la miraba sorprendido y asintió levemente pensando que se trataba de una broma.
-Em... Sí, abro un domingo de cada cuatro. ¿Está interesada en algo o sólo pasaba a saludar?
Nathalie se dio cuenta de que tal vez estaba siendo descortés con el pobre muchacho. Pensó en su loca idea y se ruborizó al momento. ¿De verdad estaba dispuesta a eso?
-Bueno, tal vez...Varias horas más tarde, Nathalie volvía a salir del estudio. Se sentía ligeramente mareada y el hombro le ardía horrores. Se abrió un poco el cuello de la camiseta para observar el plástico transparente que tenía allí colocado y sonrió contenta con aquella locura. El chico, amablemente, le indicó que había una farmacia de guardia unas calles más abajo, y que ya tenían hablado que ambos comercios abrían a la vez ese día. Le dio el nombre de la crema que se tenía que comprar, las instrucciones para curárselo, y una tarjeta con su número por su tenía alguna reacción o algún problema.
Cuando llegó a su habitación en el hotel, se desnudó de cintura para arriba, quedándose en sujetador delante del espejo del baño. Sonrió encantada ante su reflejo. Tal vez había sido una locura, algo que no habría entrado jamás en sus planes y que nunca se habría planteado. Pero necesitaba hacerlo. Se bajó el tirante del sostén, le estaba rozando demasiado en la zona y le molestaba, y de esa manera se fue hacia la cama para abrir su portátil y seguir escribiendo aquella novela que al final la había conseguido enganchar.
Pidió para cenar una pizza de piña y champiñones que le trajeron a la habitación muy complacientemente, y se relajó mientras miraba su móvil. Tenía varios mensajes de Remi que no le apetecía leer, un par de ellos de Adrien y uno de Marinette. Ninguno de Gabriel. Ni llamadas ni nada. No sabía si sentirse estúpida o aliviada... Abrió los de Adrien. El primero se le había mandado a la hora de comer.
"¿Vais a bajar a comer? Nosotros ya estamos en la mesa, es por esperaros o ir empezando."
El siguiente databa de más una hora después.
"No entiendo nada. Por favor, cuando puedas me llamas, que me gustaría hablar contigo..."
El de Marinette era similar, enviado un par de horas después del de su novio.
"Nathalie, perdona que te moleste. Te pongo en situación con respecto a la mansión ahora mismo. Gabriel se ha encerrado en su despacho de nuevo y no quiere saber nada de nadie. No nos ha contado qué ha pasado, sólo que te has marchado, y que su corazón aguanta un número limitado de roturas. Adrien ha discutido con él. Cree que ha hecho algo para que decidieras irte, y se ha enzarzado con él. No te voy a contar los detalles de la pelea, pero cuando he salido de allí Adrien seguía enfurruñado en su cuarto, abrazado a su almohada. He tenido que volver a mí casa, mis padres me estaban empezando a echar en falta. Pero nuestros Agreste no están demasiado bien. Creo que si te pusieras en contacto con ellos, al menos para calmar la situación, lo agradecerían. Y yo también. Sé que no puedo pedirte algo así, y tampoco puedo exigirte que me cuentes lo que ha ocurrido, pero no soporto verles de esa forma. Espero no haberte molestado, y quiero recordarte que si necesitas alguna cosa, lo que sea, puedes decírmelo. Te intentaré ayudar en todo lo posible, e incluso hay por París una heroína que estaría encantada de hacer cualquier cosa por ti. Un abrazo, te queremos mucho."
Con el pecho encogido y las lágrimas tratando de aflorar por sus ojos, Nathalie soltó el trozo de pizza sobre la caja y marcó el teléfono de Gabriel. Necesitaba oírle, necesitaba saber que estaba bien, necesitaba...
No.
Colgó antes siquiera de que la llamada diera el primer tono y lanzó el móvil por la cama mientras arrancaba a llorar. Sabía que su ex jefe no la quería, sabía que ella era un parche, un segundo plato para él. Sabía que todo lo que habían vivido no era más que una mentira conveniente. No podía ceder, no ahora que había conseguido salir de su laberinto emocional. Gritó desesperada por el dolor que sentía en su pecho, escondió la cara en una de las almohadas y lloró amargamente su desdicha. Cuando por fin la agonía parecía remitir notó que el hombro le dolía bastante. De repente se acordó del nuevo integrante de su cuerpo y se incorporó de un salto comprobando que todo estaba bien. La cama se había pringado un poco de crema, pero por lo demás no había nada que lamentar. Corrió al baño a curarselo, y mientras lo lavaba repasó con el dedo la figura del gato negro que se acababa de tatuar, sonriendo con ternura al acordarse de aquel al que quería como a un hijo. Acarició una a una las flores de cerezo japonés que había alrededor, recordando a la preciosa e inteligente chica a la que los dos hombres de su vida habían elegido como compañera. Y cuando llegó a la pequeña máscara que se situaba sobre una de las flores, sintió que se le encogía el estómago. Había hecho que le incluyeran la máscara característica de Mayura. Le había costado decidirse, pues en principio había pensado en tatuarse la de Lepidóptero. Pero acabó optando por algo más delicado, y que también representaba al amor de su vida, y su paso por ella.
Respiró hondo un par de veces y salió del baño decidida a llamar a Adrien. Sabía que estaría muy afectado, al menos quería dejarle tranquilo a él.
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Sin Remedio
RomanceCuando Gabriel Agreste toca fondo, Nathalie está ahí para ayudarle. Una historia diferente, de una pareja sin remedio. Drama, lemon y algunas risas. La portada corre a cargo de la magnífica @Bacitakarla que me la ha hecho especialmente para esta his...