Capítulo 19: "El pasillo detrás de la puerta"

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Sofía caminó hacia mí esquivando las camillas metálicas que había por todo el cuarto. Y me abrazó; rodeó sus brazos encima de mi cuello y apretó como si nos conociéramos de toda la vida. Agradecí el gesto y se lo devolví. Me alegraba verla, pero no me imaginaba que era lo que hacía ahí, o el por qué no se encontraba dirigiéndose al bosque en el sur de Kándria, como lo habían planeado ella y Robert, su padre.

A pesar de la oscuridad que seguía reinando el lugar, podía notar su brilloso pelo amarillo; estaba un poco maltratado y sucio. Tenía parte de la nariz cubierta por una pequeña capa de tierra y una pequeña cortada en una de sus mejillas.

Después de unos cuantos segundos, aparté a Sofía con un movimiento involuntario, y ella se me quedó viendo desconcertada. Tuve la sensación de que, de no ser por esa acción, hubiera seguido abrazándome por unos cuantos minutos más. No entendía nada, y tenía un montón de preguntas. Pero antes de que pudiera abrir la boca y formula alguna pregunta, ella se adelantó a hablar.

-¿Qué te pasó? –preguntó poniendo su mirada sobre la venda que tenía en mi hombro. Hasta ese momento no me había dado cuenta que estaba completamente roja producto de la sangre que seguía saliendo de mi herida.

-Fue una de esas criaturas –respondí sin aparta la mirada de mi hombro, pero tenía la sensación de que su cara se había llenado de un gesto de horror y se apartó unos centímetros de mí-. Pero no es nada.

-¿Te mordiendo? –La miré y noté su piel más pálida de lo que ya era-. ¿Alexander, te mordieron?

-No, no fue eso.

Le conté todo lo que había ocurrido desde que nos habíamos separado hasta ese momento, y el como aquella enorme y aterradora criatura me había hecho esa herida. Sofía no se inmutó en ningún momento, incluso cuando le describí a la mórbida criatura con forma de calavera, incluso cuando notó el cadáver hecho pedazos de la mujer en la bolsa que estaba tirada en el piso.

Sofía tomó el botiquín de primero auxilios que estaba en una de las mesas y sacó una venda limpia mientras me quitaba la que tenía en el hombro. Dio un pequeño suspiro de tranquilidad al comprobar que aquello no era una mordida. Limpió la sangre que escurría hasta mi pecho, la desinfectó y colocó la venda presionándola con fuerza.

-Listo –me dijo dándome una palmada en el otro hombro-. Después te enseñaré a colocar una venda correctamente.

-Gracias –respondí-. ¿Dónde está...?

Antes de que pudiera terminar la pregunta, Robert entró por la puerta con una gran escopeta negra. No dio ni dos pasos cuando se llevó una de las manos al rostro claramente disgustado por el olor a muerte y putrefacción del lugar. No dijo ni una palabra y salió por donde había entrado, Sofía lo siguió. Ambos se dirigieron a la puerta con el letrero de <<Hospital>> encima de esta. Robert trató de abrir la puerta y ante su fallido intento, golpeo la manija con la pesada escopeta.

Esta reventó y se abrió. El extenso pasillo apenas iluminado por las luces de emergencia delataba varias puertas de madera a los costados. La puerta que estaba más cerca se encontraba entreabierta. Con una mano, Robert empujó la puerta que se abrió hacia el interior y apuntó con la escopeta, pero rápidamente la bajó al comprobar una cruel escena; era un cuarto pequeño con varios estantes en la pared llenos de cubetas, escobas y productos de limpieza. En medio había una silla tirada y del techo colgaba una mujer que, sin duda alguna, se había suicidado.

Robert se apresuró a cerrar la puerta. Ni Sofía ni él dijeron algo al respecto. Las demás habitaciones eran similares, tenían utensilios, herramientas, sabanas, etc. A excepción de una de las puertas que estaba al final del pasillo. Esta daba a un cuarto mucho más grande con varios estantes metálicos llenos de cajas de medicina.

Tanto Robert como Sofía entraron al cuarto y se pusieron a analizar las cajas. Algunas las dejaban en su lugar, y otras las guardaban en la mochila que Sofía había colocado en el piso.

-Toma –Sofía me miró mientras me daba una de las cajas que había tomado de lo alto del estante.

-¿Qué es esto? –pregunté mirando el interior de la caja, la cual tenía varias capsulas de color verde.

-Es para el dolor –Sofía continuó analizando las etiquetas de los medicamentos-. También toma esta...

Sofía me dio un total de cinco cajas con pastillas de diferentes colores, cada una para un malestar diferente y que, según ella, podrían presentarse por la pérdida de sangre que me había ocasionado la herida que tenía en el hombro. Finalmente y cuando habían revisado la mayoría de medicinas. Sofía tomó la mochila llena de medicamentos, la cerró y se la colgó en su espalda. Salimos nuevamente al oscuro pasillo. A la izquierda estaba la única puerta por la que no habíamos entrado y que al parecer conectaba con el resto del Hospital.

-Sería un suicidio ir por ahí –comentó Robert al ver como Sofía tomaba la manija de la puerta en un intento por abrirla.

Sofía bajó la mirada al percatarse que sus zapatos estaban rodeados por un extraño líquido negro que se originaba del otro lado de la puerta, y que claramente había identificado; era la sangre de los infectados, aunque no estaba seguro del todo si en verdad era sangre. Tanto Robert como Sofía dieron la vuelta y regresamos a la morgue. Estando en el corto pasillo, ambos se dirigieron al centro de este en donde había una puerta de madera. Recordé que al entrar en aquel lugar, había también intentado abrirla pero sin éxito alguno, pues estaba cerrada. Robert repitió su peculiar forma de abrir puertas y con un estrepitoso sonido reventó la manija.

No era una habitación muy diferente a las otras, había varias vitrinas en la pared con instrumentos quirúrgicos, una camilla metálica en medio, un lavabo y una mesa. Robert tomó la mesa y la colocó delante de la puerta, para que de esta forma nadie pudiera entrar. Aunque no estaba muy seguro si eso iba a poder detener a la criatura que rondaba por ahí con una herramienta mortal y bastante filosa.

Sintiéndose más seguro, Robert se dejó caer al suelo deslizándose en la pared y dejando la pesada escopeta a su lado. Cerró los ojos y dio un profundo suspiro. Sofía también se mostraba bastante calmada e imitó a su padre, incluso hasta en el suspiro. Ambos estaban en el piso, como si nunca antes en sus vidas hubieran podido disfrutar de un momento de paz, dejándome a mí de pie, en aquel frío cuarto con un montón de preguntas rondando por mi cabeza.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora