Capítulo 24: "El circo de las calamidades"

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El sol resplandecía con un brillo majestuoso sobre el vivo color azul del cielo. El ambiente era cálido y desprendía un olor bastante fuerte a tierra mojada. El suelo estaba, en su mayoría, cubierto por enormes charcos de un extraño líquido rojo que había dejado la lluvia. En medio de toda esa tranquilidad sepulcral, en uno de los muchos callejones que había en la ciudad de Kándria, yacía una mujer con una venda sobre su pelo rubio, con la cabeza agachada y apoyada sobre sus rodillas. Estaba recargada en la pared, sentada de cuclillas.

Me le acerqué en un par de ocasiones, pero siempre recibía la misma respuesta.

-Déjame en paz –respondía Sofía con una voz quebrada.

A pesar de lo poco que la conocía, sabía que no era nada normal en ella comportarse así. Y no sabía que le afectaba más, si la muerte de la anciana a manos de la criatura amorfa, o el hecho de que fuera su padre, Robert, quién la había asesinado.

Su padre no había mostrado signos de arrepentimiento, así que cuando decidió hacer guardia en la entrada del callejón, decidí intentar hablar con Sofía una vez más. Me coloqué enfrente de ella

-¿Estas bien? –pregunté

-¿Y a ti qué te importa?

-Vamos, Sofía. Sabes que lo hizo por ti.

-No tenía que hacerlo –Sofía levantó su mirada y, aunque tenía los ojos vidriosos, daba la impresión de que, hasta ese momento, se había contenido las ganas de llorar-. Es increíble que tú lo hayas visto y lo justifiques.

-No lo estoy justificando, pero estoy seguro que tú harías lo mismo.

-¡No! –Gritó la chica-. Claro que no, buscaría otras formas.

No respondí. De cierta forma tenía razón y lo mejor era buscar otra alternativa. Aun así me puse a pensar en que hubiera hecho yo, y sin lugar a dudas hubiera hecho lo mismo que Robert; incluso si no fuera lo correcto, incluso si eso implicaba mancharme las manos de sangre inocente.

-Sofía –dije con la mejor calma posible-. Debes de entender...

-¿Entender qué? –arremetió-. ¿Entender que ahora somos unos malditos asesinos, y que ahora iremos por ahí matando inocentes?

-Debes de entender que el mundo no es el mismo de antes.

-Pero nosotros no tenemos por qué cambiar –dijo Sofía.

-Lo sé, Sofía. Lo sé. Pero en un mundo como este no puedes detenerte a pensar si lo que estás haciendo es correcto o no –Sofía me miró como si no pudiera creer las palabras que salían de mi boca-. Ahora se trata de sobrevivir y nada más que eso.

-Tú harías lo mismo, ¿no? –Preguntó con mayor enojo-. Me arrojarías a una de esas criaturas con tal de salvar tu pellejo, ¿no?

Y entonces entendí a que se debía, en parte, su enojo. Tenía la idea de que en cualquier momento yo, o su propio padre, la abandonaríamos a la suerte con tal de salvar nuestra propia vida.

-No, no haría eso –respondí.

-Pues más te vale.

Sofía lucía un poco más calmada, aunque estoy seguro que le hubiera gustado escuchar lo mismo de su padre.

-¿Cómo sigues? –pregunté después de un rato para que no siguiera pensando en lo mismo.

-Me sigue doliendo la cabeza. Pero al menos ya no sangra tanto. ¿Y tú?

-Me duelen los oídos y el dolor de cabeza regresó.

-¿Los oídos? –preguntó la chica con cierta incredulidad.

-Sí, cuando Robert disparó con la escopeta a la criatura amorfa. Me aturdió el sonido y mis oídos no soportaron la explosión.

Sofía se quedó pensando en las palabras que le acaba de decir, y finalmente hizo la pregunta que, hasta ese momento, sabía que era cuestión de tiempo para que la formulara.

-¿Qué era esa cosa?

La pregunta me hizo recordar, con cierto temor, a la criatura con la que me había topado en un callejón similar a este.

-No lo sé. Parece que esos malditos han mutado.

-Pero... ¿cómo?

-Créeme que tengo las mismas dudas que tú, Sofía. Es como si hubieran salido de la maldita niebla.

-O tal vez no salieron de ahí –Sofía se había puesto de pie.

-¿A qué te refieres?

-Antes de la explosión solo eran unas criaturas sin alma y con sed de carne. Pero después del destello y que la niebla cubriera la ciudad, empezaron a aparecer estos infernales seres.

-¿Crees que fue la explosión?

-¿Qué otra cosa podría ser?

Ella tenía razón, es posible que el causante de tan mórbidas criaturas fuera la propia explosión. Pero antes de que pudiera responderle, algo detrás de Sofía llamó mi atención. En una de las paredes del callejón, sobre una pared de ladrillos, había varios carteles maltratados. Uno de ellos, el que más se repetía, tenía en grandes letras de colores la palabra <<El circo de las calamidades>>.

-¿El circo de las calamidades? –pregunté. Sofía se dio la vuelta y miró el cartel.

-Ah sí –respondió-. Llegaron un día antes de que pasara todo esto. Los carteles están por toda la ciudad.

Y entonces una idea se me vino a la cabeza; si los carteles estaban por todos lados, era posible que Jeff los hubiera visto.

-Tenemos que ir ahí.

-¿Estas seguro? -Preguntó Sofía-. ¿Crees que Jeff este ahí?

-Sí, estoy seguro.

Salimos del callejón y le comenté a Robert la idea de ir al circo de las calamidades. Él aceptó y nos pusimos nuevamente en marcha. El circo, como ya lo esperaba, se había colocado al norte de la ciudad. Me llamaba en gran medida el nombre que le había puesto a un espectáculo que se supone debía ser infantil por lo colorido del cartel.

-Se encuentra en una zona con no tan buena fama –comentó Robert-. Pero no creo que ese sea el mayor de nuestros problemas.

Después de un rato andando, los enormes edificios empezaban a alejarse de nosotros, y daban la ilusión de que se escondían haciéndose cada vez más pequeños. Caminamos entre los callejones que había entre un montón de edificaciones más pequeñas y con un aspecto descuidado y viejo, tratando de esquivar a las criaturas que rondaban por todas las calles en hordas.

Finalmente, cuando el sol había cubierto el cielo con una manta de oscuridad, Sofía señaló encima de nuestras cabezas. El cielo estaba levemente iluminado por las luces de la punta de una carpa; el circo de las calamidades se encontraba a escasos metros de nosotros, posiblemente cruzando la calle que estaba al final del sucio callejón.


Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora