Capítulo 26: "Muerte Rápida"

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Ahora eran cinco de esos infernales seres dentro del escenario, con una mujer que, pese al horror que se apoderaba de su maltratado rostro y con las manos atadas, daría todo de sí misma con tal de sobrevivir. Así es el instinto humano; incluso en los momentos más difíciles la mente buscará siempre la forma de enfrentarse a la muerte.

Las criaturas se le abalanzaron. La mujer los esquivó por muy poco moviéndose a la derecha. Uno de los seres giró y fue nuevamente contra la mujer quien lo recibió con una patada en el pecho. La criatura cayó, pero los otros cuatro nuevamente se le fueron encima. La reja volvió a pasar por el mismo lugar; entraron dos. Ya no había mucho que hacer, más que aplazar la hora de su inevitable final, pero la mujer seguía aferrada a su vida, a sobrevivir.

Ahora eran siete. La mujer nuevamente trató de esquivarlos, pero a donde se moviera vería a una de esas criaturas. Uno de los seres fue directamente al cuello, justo en la yugular. Pese a que el color del escenario era rojo, este se llenó de la sangre de la mujer que le empezó a brotar del cuello. Otra de las criaturas, a quien la mujer trató de apartar con un brazo, le mordió la mano y le arrancó varios dedos.

Pronto, y sin poder hacer nada más que gritar de dolor, la mujer tenía a tres de esas criaturas mordiéndole el abdomen. Un ser la mordió en una de las piernas y cayó al suelo. Pronto su cuerpo desapareció rodeada de siete criaturas. El público seguía extasiado ante el "majestuoso" espectáculo que estaban viendo.

La mujer, a pesar de todo, seguía gritando de dolor; aun cuando uno de esos seres se alejó del resto con un brazo cercenado hasta el codo; aun cuando no dejaba de brotar sangre por todos lados; aun cuando las criaturas restantes entraban por la entrada de la reja del escenario, tratando de conseguir un poco del festín.

Cuando finalmente los gritos de la mujer se apagaron, entraron unos payasos cargados con palos con un lazo en la punta, se los colocaron en el cuello y, como si fueran ganado, los llevaron nuevamente al lugar de donde habían salido. El público no paraba de gritar. El payaso había soltado una carcajada ante el show del que era autor.

La reja bajó nuevamente y el payaso entró al escenario. En el suelo, completamente destrozada, estaban los restos de la mujer. Todo su abdomen estaba abierto, y en su interior había un enorme agujero sin órgano alguno. No tenía un brazo, mientras que el otro estaba completamente destrozado. Sus piernas estaban en el mismo estado. Una extensa mancha de sangre se extendía alrededor de todo el cuerpo. Pero su rostro había permanecido intacto; aún conservaba las heridas de tortura y una mirada de terror absoluto. Era difícil imaginarse lo que había ocurrido en su mente segundo antes de morir, o incluso quién había pasado por su cabeza como una memoria fugaz.

-¡Maravilloso! –Exclamó el payaso mientras observaba el cuerpo de la mujer -. Y ahora, para nuestro siguiente número, una muerte rápida.

El público se levantó de sus asientos y nuevamente gritaron de la emoción ante las palabras que pronunciaba el payaso.

-¿Quién será el siguiente? –preguntó.

-¡La chica! ¡La chica! –gritaron.

Sofía palideció ante la petición del público, pero su rostro no mostró signos de miedo. Robert, en cambio, reflejó un terror absoluto

-¡No! –Gritó Robert-. Ella no. Ella no, por favor.

-¿Ella no? –Preguntó el payaso-. ¿Tú eres tonto? ¡Todos van a morir! –Todo el público soltó una carcajada que, hasta ese momento, solo había hecho el payaso-. Pero si tú insistes.

Los dos corpulentos payasos tomaron a Robert y lo llevaron casi arrastrando hasta la mitad del escenario, justo enfrente del cuerpo de la mujer. El payaso golpeó sus piernas para que se arrodillara.

-No te preocupes, no te va a doler –el payaso esbozó una enorme y tétrica sonrisa-. Pero quiero que esto sea divertido –dijo señalando a Sofía-. Ella merece estar en primera fila.

Y nuevamente los corpulentos payasos arrastraron a Sofía a quien colocaron justo enfrente de su padre. Este le sonrío, y ella le devolvió el gesto. Desde ahí pude notar como los ojos se le ponían vidriosos, mientras que las lágrimas empezaban a escurrirle sobre su rostro.

-Tráiganme el nuevo juguete –dijo el payaso dirigiéndose a uno de los enormes payasos.

Uno de ellos se perdió en la oscuridad del escenario y regresó con la enorme y pesada escopeta de Robert.

-¡Que siga el show! –exclamó el payaso recibiendo la escopeta. La acarició como si fuera un bien preciado, y en ese momento las luces volvieron a apagarse.

Todo estaba en completa oscuridad, salvo Robert y Sofía quienes tenían los círculos de luz de los reflectores encima de ellos. Ambos se miraban el uno al otro, arrodillas y con las manos atadas, sin poder hacer nada. Ante la desesperación y el escenario de nuestra inevitable muerte, no pude evitar pensar que todo era mi culpa; yo los había llevado hasta ahí.

Sabía que no había escapatoria. Estábamos en clara desventaja, pero aun así me dirigí hasta el escenario como si pudiera hacer algo. Uno de los payasos, al darse cuenta de mis movimientos, me dio un golpe en el estómago que me dejó tendido en el suelo, sin fuerza alguna para evitar lo que estaba a punto de presenciar.

El payaso empezó a bailar tap describiendo un círculo alrededor de Sofía y Robert. Giraba sobre sí mismo y utilizaba la escopeta como si se tratase de un bastón. El público reía enérgicamente ante los pasos del payaso. Cuando pasaba al lado de Sofía le acariciaba su rostro, pero ella se lo apartaba moviendo su cabeza.

Finalmente el payaso dejó de bailar y se colocó al lado de Robert con la enorme escopeta entre sus manos. Sofía seguía sollozando.

-Te quiero –le dijo Robert a Sofía, quien no pudo contenerse y estalló en lágrimas.

El payaso apuntó justo a la sien de Robert, y disparó.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora