Capítulo 4: "Escape del callejón del infierno"

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Un olor desagradable se impregnaba en el aire, y a medida que aquellas criaturas se acercaban se intensificaba; era el olor a muerte. Aunque muy posiblemente aquellas personas no llevaban mucho tiempo muertos, sea lo que sea que provocara aquella infección, hacía que su cuerpo se descompusiera bastante rápido. Eran unas ocho criaturas aproximadamente, cinco hombres y tres mujeres. Tenían los ojos completamente blancos, pero podía sentir su mirada posándose sobre mí.

Todos tenían una gran herida en alguna parte de su cuerpo. Algunos en el cuello, y otros en los brazos y piernas. Lo que más me impacto fue una de las mujeres que se encontraba hasta atrás; tenía un gran agujero en su estómago, de dónde salía su intestino grueso o lo que quedaba de el. No me imagino la horrible muerte que tuvo.

- ¡A la escalera, rápido! -gritó madre en medio de la confusión.

Tomó a mi hermano de la mano y subió la escalera. Yo me quede inmóvil, sabía que no podía hacer nada. Eran bastantes y si algo me había quedado claro fue la increíble fuerza que tienen. Apenas y pude librarme del "niño" que hace unos minutos había matado.

Luchar con las ocho criaturas de aquel callejón detrás del centro comercial sería un suicido.

- ¡MUEVETE, MALDITA SEA! -gritó madre desde arriba de la escalera.

Subí por las escaleras metálicas, y al llegar al techo de lo que parecía una tienda, pude notar el terror que mi madre sentía, por suerte el pequeño Jeff aún no entendía lo que pasaba. En un momento como ese teníamos que pensar rápido, las criaturas estaban cada vez más cerca y el tiempo se nos estaba acabando.

Traté de tirar las escaleras pero era imposible, estaban pegadas a la pared.

No había escapatoria, sabía que era el final. No podíamos hacer nada, ni mucho menos saltar al otro lado que daba a la calle. Abajo había unos 4 zombis devorando lo que parecía una señora. Todo parecía ir en cámara rápida. Tanto que no pude percatarme de lo rápido que el mundo se había ido al infierno.

Madre dobló sus rodillas y las puso en el suelo para quedar a la altura de Jeff, lo miró y sin decir nada lo abrazó.

En ese momento pensé que se había rendido, que había aceptado su derrota y no había hecho más que resignarse al horrible destino que nos esperaba debajo de la escalera.

Pero no fue así.

Madre se levantó, me tomó de los hombros y mirándome a los ojos me dijo:

- Escúchame muy bien -empezó a decirme sin detenerse-. Necesito que tomes al pequeño Jeff y corras. Corre sin mirar para atrás hasta llegar al final del callejón...

- ¿Pero qué estás diciendo?

- ¡Cállate y no me interrumpas!, corre y cuando llegues al final del callejón necesito que me esperes, si no me ves llegar un minuto, sigue corriendo. Ve por el auto en frente del centro comercial y trata de huir de esta maldita cuidad. Ya te enseñé a manejar.

- Pero no podemos bajar, esas criaturas están ahí abajo.

- No -madre aparto su mirada de mí, miró a las escaleras por un momento y regresó su mirada-. Tengo una idea.

Madre caminó hacia el borde que se encontraba detrás de la escalera metálica. Y desde dónde podía apreciar como las criaturas subían poco a poco.

- Tú primero, Alexander.

En ese momento entendí que era lo que quería hacer. Quería que mientras esas criaturas subían, nosotros bajáramos. Porque podrán ser bastantes fuertes, pero nada inteligentes. Solo eran cuerpos sin vida que no podían razonar, pero algo dentro de ellos los despertó de la muerte.

Me costó bajar pero con la ayuda de madre lo logré, tomó al pequeño Jeff e hizo lo mismo. Desde abajo y con los brazos estirados tomé a mi hermano mientras veía como esas cosas subían cada vez más.

Miré a madre desde abajo esperando que ella también bajará, pero solo se levantó y me miró.

- ¡CORRE!

Dude en hacerlo, pero tenía que proteger a mi hermano. Como madre me había dicho, corrí tomando de la mano al pequeño Jeff, hasta llegar al final del callejón en donde había otra calle. Ahí me detuve en seco y miré de vuelta al callejón con la esperanza de ver a madre.

Como ella había dicho, tenía que esperar 60 segundos, y si no regresaba tenía que irme, sin ella.

El tiempo que antes había pasado demasiado rápido, ahora se había ralentizado, y 60 segundos me parecieron una eternidad. Tenía miedo de que no volviera, siempre soporté la idea de no tener un padre, pero no podría vivir sin madre, no podía perderla. Justo en el momento en que había decidido regresar e ir por madre.

A lo lejos, la silueta de una mujer corriendo se hacía ver. Era ella. Lo había logrado, había escapado de la horda de zombis. Pero pude notar que mientras corría, apretaba su brazo derecho contra su hombro izquierdo, de dónde una extensa mancha de sangre cubría toda su camisa y su cuello.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora