Capítulo 31: "Criaturas cuadrúpedas"

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-Tenemos que prepararnos –le dije-. No sabemos con qué nos encontraremos.

-Deberíamos buscar en cada carpa y ver que nos puede ser útil.

Sofía salió de la carpa y se dirigió a otra. Hice lo mismo y exploré las carpas que había por todo el lugar. No eran muchas, y cada una era diferente a la otra.

Al cabo de unos minutos, Sofía salió con una pequeña mochila.

-Es todo lo que encontré –dijo mientras ponía la mochila en el suelo-. ¿Tú que encontraste?

-Vendas, antiséptico, botellas de agua y algunas barras de trigo.

-Bueno no es un viaje largo, será más que suficiente –dijo Sofía contemplando la enorme montaña-. Ponlas dentro de la mochila.

Dentro de la mochila de Sofía había varios cuchillos, linternas, cuerdas, un par de trajes de color amarillo y dos mascaras.

-¿Qué es eso? –pregunté.

-Trajes de aislamiento y máscaras de gas –respondió-. Encontré un par en una de las carpas. Póntelo –dijo mientras me lanzaba un traje.

-Esto es raro –le dije mientras me metía al traje.

-Lo sé, es la primera vez que lo uso. Es incómodo.

Cuando ambos teníamos el traje puesto, nos colocamos las máscaras de gas.

-¿Tienes tu cuchillo? –pregunté

-Sí, ¿y tú?

-También. Me llevaré la mochila –le dije al recordar la herida que Sofía aún tenía en su hombro-. Dámela.

Ella no replicó. Sabía que no podía cargar con la mochila sin sentir dolor. Y aunque también yo tenía una herida similar, era lo menos que podía hacer por ella. Sin decir nada más, empezamos a caminar. Atravesamos las barricadas que estaban sobre la calle de cuatro carriles y nos alejamos del asentamiento militar rumbo a las montañas. El pavimento había adquirido el calor del aire, y lo podía sentir debajo de mis pies. Podía escuchar la brisa que venía desde la ciudad golpeando débilmente el traje que tenía puesto, pero no lo podía sentir.

-Me acabo de acordar de algo –le dije mientras hurgaba en mis pensamientos.

-¿Qué cosa? –preguntó.

-La transmisión de radio –respondí sintiendo el calor debajo de mis pies-. Se supone que serían dos bombas; una estalló –señalé a la montaña-. Y la otra estallaría en Kándria, pero no fue así.

-Pero la transmisión decía que no resultó como esperaban, por eso no la estallaron aquí, ¿no?

-Exacto. Algo no salió bien.

Y entonces el corazón me dio un vuelco al recordar que la transmisión también decía que ellos habían mutado.

-¿Qué crees que sea? –preguntó Sofía.

-Mutaron. Eso explica el origen de la criatura que te describí, y también a la criatura amorfa.

-¿Pero no se supone habían logrado desintegrar a esos seres con la explosión?

-A los más cercanos sí, pero a los que estaban a los alrededores no.

-Tendremos que averiguarlos, estoy segura que hay algo mas –dijo Sofía.

Entre más caminábamos, la montaña más se alzaba sobre nosotros ocultando consigo el resplandor rojizo. El calor del aire iba aumentando y la brisa se iba apagando. Después de un rato, vimos en la lejanía cómo la calle se metía dentro de un oscuro túnel que atravesaba la montaña. Al final de este estaba aquello que seguía ardiendo.

-¿Qué demonios es eso? –preguntó Sofía contemplando algo que había justo en la entrada del túnel.

Agudice la vista tratando de ver aquella pequeña mancha negra que había en el lejano túnel. Parecía una persona tirada.

Nos acercamos lo suficiente para comprobar que aquello era un cadáver de un hombre. Estaba completamente destrozado, y claramente había sido aquellos seres. Tenía puesto un traje militar negro y, para horror nuestro, también tenía una máscara de gas similar a la que teníamos en ese momento.

Un escalofriante sonido recorrió nuestros huesos y nos hizo alzar la mirada hacia el oscuro túnel. Era una especie de gruñido, similar al que hacen los perros antes de atacar, combinado con un tipo de lamento. El ruido se empezó a multiplicar haciéndonos saber que sea lo que sea que lo produjera no era uno, sino varios.

De repente, una especie de ser cuadrúpedo salió de la oscuridad. Después fueron dos, luego tres, luego cuatro y luego varios hasta perder la cuenta. En un principio, pensé que eran animales, pero esa idea se desvaneció tan rápido de mi mente al notar que vestían el mismo traje que nosotros; un traje de aislamiento amarillo.

Su rostro estaba cubierto por una máscara de gas diferente a la nuestra. No sabía que era lo más aterrador de la escena que tenía lugar frente a nosotros; si el hecho de que aquellos seres se movieran en cuatro patas, las costillas que salían de sus costados en forma amenazadora o el saber que se acercaban cada vez más a nosotros.

-¿Qué hacemos? –pregunté

-Sobrevivir –respondió Sofía- Siempre se trató de eso, ¿no?

Sofía se colocó detrás de mí y abrió la mochila. De esta sacó una granada de mano.

-¿Había granadas dentro de la mochila? –pregunté bastante asustado.

-Sí. Bueno, ya no –respondió Sofía mientras caminaba y se colocaba enfrente de mí, dándome la espalda.

Las criaturas empezaron a acercarse con mayor velocidad hacia nosotros. Sofía le quitó el seguro a la granada y la arrojó.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora