Capítulo 21: "Lluvia"

236 36 1
                                    


El dolor se había ido como si fuera un foco en una habitación siendo apagado por un interruptor. Al mismo tiempo, la oscuridad seguía invadiendo todo a mí alrededor; a excepción de una ligera capa de neblina blanca que cubría mis pies. La hórrida criatura cadavérica insertaba su filosa herramienta de muerte en mi pecho mientras soltaba una siniestra carcajada. De esta escurrían unas enormes gotas llenas de un líquido negro. Aquel infernal ser clavaba en repetidas ocasiones la herramienta hecha de huesos afilados, y mientras lo hacía mi sangre brotaba sin control. Al girar la cabeza pude ver los cuerpos sin vida de Emily, mi madre, y de Jeff, mi hermano. El terror y la impotencia se apoderaron de mí.

-Alexander –decía Sofía como si hubiera encontrado la forma de meterse dentro de mis sueños-. Alexander –repetía-. Despierta.

Abrí los ojos y el dolor nuevamente se apoderó de mis pensamientos. Sofía sujetaba firmemente mis hombros y los agitaba con violencia, ignorando la herida de mi brazo. El cuarto, a pesar de estar levemente iluminado, parecía más oscuro que nunca. Lo único que alcanzaba a vislumbrar era el sucio rostro de Sofía a escasos centímetros del mío.

-¿Qué? –pregunté mientras tallaba mis ojos.

-Nos vamos –soltó mis hombros y se puso de pie.

-Pues... suerte, supongo.

-No seas idiota, Alexander –cruzó sus brazos y me fulminó con la mirada-. Tú también vienes.

Con dificultad y aún adormilado, me puse de pie. Robert no se encontraba en aquella habitación, pero podía escucharlo en el pasillo de afuera.

-¡Ah, sí! Lo siento.

Sofía salió del cuarto y caminé detrás de ella. El pasillo estaba igual de oscuro que la habitación. Y peor aún, el exterior tenía el mismo aspecto: cubierto por una densa capa de neblina oscura que impedía ver más allá de unos cuantos metros, incluso Jeff pudo haber pasado en ese preciso momento y nadie de nosotros lo hubiera podido ver.

Robert estaba de espaldas en la puerta, sujetando firmemente la pesada escopeta.

-¿Tienes alguna idea de hacia dónde vamos? –preguntó Robert sin darse la vuelta.

-En realidad no –respondí con un deje de culpabilidad.

Bajé la cabeza al pensar que por mi culpa, tanto Robert como Sofía, estaban expuestos a un sinfín de horrores. La ciudad de Kándria era enorme, por lo que buscar en cada rincón y no morir en el intento era imposible. Peor aún, la densa neblina dificultaba las cosas aún más. Era más fácil aceptar que la jungla de concreto se lo había devorado que esperar verlo deambulando por las calles. ¿A dónde iría un niño en una situación como esta? ¿A dónde iría alguien que no conoce la ciudad? Tal vez a ningún lado en específico.

-Solo sé que se fue hacia el norte –dije después de un momento.

-Entonces no perdamos más tiempo –dijo Sofía quien pasó a un lado mío y se colocó al lado de Robert.

-Bien, pero yo voy enfrente –Robert sujetó con más fuerza la enorme escopeta negra y se apartó de Sofía, quién se limitó a echarle una mirada que ya sabía muy bien que significaba.

Caminé hasta salir del oscuro pasillo solo para adentrarme en la densa y oscura neblina. Tan pronto entré a ella, una sensación como de una cubeta de agua helada siendo derramada por mi espalda me invadió. Afuera hacía demasiado frío. Sofía se cruzó de brazos y agachó un poco su cabeza tratando de que no escapara el poco calor corporal que aún conservaba. Incluso la respiración que salía por su nariz se podía ver como una chimenea que escupe humo en intervalos. Imité a Sofía tratando de sobrellevar la sensación de frío que me había invadido. Robert, por su parte, parecía no importarle nada, ni su hija.

Me acerqué un poco a Sofía. Había empezado a andar por el estacionamiento junto a su padre, que iba enfrente de nosotros. Caminé hasta estar casi al lado de ella en un intento por aguantar tan desagradable sensación. De no ser por las vendas, el frío se habría colado por la herida incrementando el dolor. Por suerte no todo era malo, pues notaba como el dolor en mi cabeza había desaparecido, y no podía evitar pensar que era por el aire frío que pegaba en mi rostro a medio cubrir.

Sin ver más allá que unos cuantos metros alrededor de nosotros, salimos del estacionamiento y caminamos por la acera de concreto en dirección hacia el norte. Todo a nuestro alrededor era oscuridad, y parecía que entre más avanzábamos, más oscura y densa se tornaba la neblina. Sofía estaba a un lado mío, casi pegada a mi hombro. Robert se encontraba frente a nosotros.

Haciendo todo mi esfuerzo por escuchar atentamente los sonidos que se producían a nuestro alrededor, no pude notar nada más que el sonido del viento que movía las hojas de algunos árboles cercanos. Ocasionalmente un sonido sordo se producía a la lejanía; sonidos de metales chocando con otros metales, disparos, el sonido de algo o alguien impactando contra el pavimento, o simplemente no se escuchaba nada, lo cual era mucho peor que escuchar algo, pues en una ciudad tan grande como lo es Kándria uno pensaría que estaría llena de esas criaturas, pero era como si la oscura y fría neblina se los hubiera tragado.

Pronto, un sonido a la lejanía llamó nuestra atención principalmente porque parecía que iba incrementando. Era un sonido consistente y repetitivo que pronto se multiplicó.

-¿Está lloviendo? –preguntó Sofía mirando al cielo, como si pudiera ver algo ante tal oscuridad.

-No creo que sea una lluvia normal –añadió Robert imitando a Sofía.

Y tenía razón. Unas enormes gotas oscuras, del tamaño de una pelota de béisbol, empezaron a impactar en el suelo. Estas no se deshacían formando charcos de agua, si no que se rompían en cientos de pedazos formados por hielo. Una de estas duras gotas impacto a Sofía quien rápidamente se llevó las manos a la cabeza y corrió hacia la izquierda seguido de Robert. Evitando ser impactado por una de esas enormes gotas de hielo, también llevé mis manos a la cabeza y corrí detrás de Sofía. Pude notar como su largo pelo, que antes era rubio, ahora estaba cubierto por una capa rojiza que pronto identifiqué como su sangre la cual escurría de entre sus manos.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora