Capítulo 18: "El extraño líquido negro"

240 34 0
                                    

El rostro de la mujer se iba asomando entre la negrura del lugar. Tenía el pelo castaño y una piel excesivamente pálida. Casi me llevé un susto al darme cuenta que sus ojos estaban abiertos de par en par. Su mirada era sombría e intensa. Tenía el iris y la pupila cubierta por una gran capa blanquecina inyectada en sangre.

Seguía bajando lentamente el cierre hasta llegar a su cuello, el cual estaba lleno de unas gruesas venas que se asomaban a través de su piel de una forma grotesca y asquerosa. Las venas salían de una herida que tenía más abajo del cuello; de esta no brotaba sangre, sino un extraño liquido negro y espeso.

Se me hacía bastante extraño que las criaturas también tuvieran aquel líquido negro en lugar de sangre. Incluso una de las criaturas lo tenía en el cerebro, mismo que parecía un trozo de carbón. Mientras observaba el cuerpo de la mujer tendido sobre la camilla metálica, me pregunté si todo lo que había ocurrido hasta ese momento tenía alguna relación: la explosión, el líquido negro saliendo de esos seres, la neblina negra que se había extendido por toda Kándria y la horrorosa criatura con aspecto de calavera.

Mis pensamientos se disiparon cuando el olor de putrefacción, del cadáver de la mujer, invadió el aire del lugar revolviendo mi estómago. Me alejé un poco al darme cuenta de lo cerca que estaba del cuerpo. Seguí bajando el cierre para contemplar su cuerpo entero. La piel pálida delataba como las venas también recorrían todo su cuerpo con el extraño líquido negro.

Mientras examinaba a detalle su cuerpo, llegué a sentir como los ojos de la mujer me miraban por escasos segundos. Pensé que era mi imaginación, pero pronto pude notar pequeños movimientos en sus dedos. Guardé distancia de la mujer ante lo que podría ser una de esas criaturas. Cuando noté más movimiento de lo usual, y un escalofriante grito salió de la boca de la mujer, tomé el cierre que en aquel momento estaba por sus pies y con un movimiento rápido cubrí por completo el cadáver; era un infectado.

Aquella criatura en el cuerpo de la mujer se movía bruscamente dentro de la bolsa intentando salir, pero sin éxito alguno. Sus movimientos eran tan violentos que cayó al suelo donde seguía retorciéndose. Me dirigí a la vitrina donde había varios instrumentos que se utilizan en los cadáveres de la morgue y tomé un chuchillo de disección.

La bolsa negra seguía moviéndose en el suelo. En aquel momento la mente se me puso en blanco, no sentía absolutamente nada, ni siquiera la herida que me había provocado la infernal criatura del callejón. Ningún pensamiento se hizo presente, pero aquello era mejor que sentirse culpable de lo que estaba a punto de hacer. Ya lo había hecho antes y aquello no sería la excepción.

Bajé una rodilla al suelo y con la otra me apoyé para no caer. Dejé caer el cuchillo sobre el cadáver de la mujer penetrando su fría carne y perforando la bolsa de la cual emanaba a chorros el fétido líquido negro. No dejé de apuñalarla. Incluso cuando dejó de moverse seguía enterrando el frío metal en su piel. No sé qué era lo que más me inquietaba, la forma en la que me había desecho de esa criatura, o el hecho de que cuando lo hacía no sentía nada más que un extraño placer que me invadía por completo. Era como si disfrutara la sensación del cuchillo entrando en su piel.

Cuando finalmente paré, miré mis manos y me di cuenta que estaban cubiertas por el extraño y frío líquido negro. Tiré el cuchillo y me horroricé al ver el cadáver completamente destrozado dentro de la bolsa negra. Eran tantos los agujeros que podía ver la carne y el montón de huesos triturados de la mujer.

Me acerqué al lavabo que estaba cerca de una mesa metálica pegada a la pared y abrí el grifo para quitarme la suciedad de las manos. Las tallé con fuerza, pero incluso cuando la suciedad había escurrido de mis manos junto con el agua seguía sintiéndome sucio. Pronto entendí que aquello era una mezcla de culpabilidad y nauseas provocadas por lo que acababa de hacer. A pesar de que cualquier otra persona hubiera hecho lo mismo que yo, no podía evitar pensar que no era necesario y que cualquier otra acción era mucho mejor.

Me dejé caer dándole la espalda al lavabo y abrazando mis rodillas. Agaché la cabeza y me puse a pensar en todo. Como si aquello en lo que no pensé mientras enterraba el cuchillo en el cuerpo de la mujer invadiera mi mente de golpe. Sabía que no merecía nada de lo que me había pasado, nadie de hecho. Estaba cansado y harto de todo aquello, y la idea de que así serían los días siguientes hacia que me preguntara si de verdad quería vivir de esa forma. Ni siquiera tenía un rumbo fijo, o alguna idea de dónde podría estar Jeff. Me encontraba completamente solo en el mundo que ahora le pertenecía a los muertos. Todo mientras una delgada capa de agua cubría mis mejillas.

Un sonido a lo lejos interrumpió aquellos pensamientos y me hicieron levantar la cabeza. Una silueta femenina se entornaba entre la oscuridad.

-¿Alexander? –preguntó una voz que de inmediato reconocí.

Supervivencia en el Mundo de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora