Rhys era un hombre que solía tener buen carácter pero en la última semana estaba ofuscado y muy cabreado con la situación que se había desatado en su hogar. Todo comenzó la noche que besó a su esposa, fue un beso cargado de pasión, pero desde que su esposa salió huyendo de él no había podido volver a acercarse a ella, cada vez que se encontraban ella salía despavorida, aduciendo que tenía tareas o iba en busca de su hermano y ambos desaparecían por horas. Nunca una mujer había tenido tanto deseo de estar lejos de él, no es que fuera presuntuoso, pero Rhys era un hombre sumamente atractivo que con solo sonreír tenía a cualquier mujer a sus pies, cualquiera menos su esposa, y si fuera poco, Margareth (la rubia) le exigía que cancelase su matrimonio y le otorgará el puesto que le correspondía.
Era cierto que Rhys mantuvo una relación con ella que duró bastantes años, pero el en ningún momento le prometió a Margareth amor, desde un principio fue claro con ella diciéndole que lo más que obtendría de su lado sería placer y ella aceptó, se entregó a él aún siendo virgen, pero fue su decisión, y no tenía derecho ahora de reclamarle nada cuando ella aceptó ser su amante, así se lo dijo a ella, la cual no se lo tomó muy bien y comenzó a tirarle todo lo que encontró a su alcance.
Así paso una semana muy larga para Rhys, viendo a su esposa sonreír con su hermano y Arthur y huyendo de él, con Margareth echándole dagas por los ojos y con todas las obligaciones del clan. Necesitaba un respiro o iba a explotar, una vía de escape para toda la tensión que se acumulaba sobre sus hombros. Decidió que lo mejor que podía hacer era ir un rato a la laguna a nadar, era una actividad que desde joven le permitía desagoharse, el nadar además de permitirle estar en forma le daba paz, así que con esa decisión tomada se encaminó hacia allí, pero no algo le impidió poder desconectar.
Iba ensimismado en sus pensamientos mientras se acercaba a la laguna, y antes de salir de entre los árboles un ruido llamó su atención, era una mujer cantando, que las cosas fueran dichas, cantaba de maravilla, Rhys se escondió entre los arbustos para observar a la dueña de la voz, que no era otra que su bella esposa. Kenna se encontraba en la orilla, tras haber salido de la laguna toda empapada, vistiendo solamente una camisola y con su larga melena oscura ondulada por el agua, la cual le llegaba hasta las caderas, estaba preciosa, parecía una ninfa sacada de alguna leyenda, bajo un rayo de sol, secándose y tarareando esa melodía mientras hacía tiempo para vestirse. Rhys no pudo evitar excitarse, su mujer era hermosa y con esa ropa dejaba a la vista mucha de esa bronceada piel que traía a Rhys de cabeza. Se quedó un rato más observando lo que desde un tiempo, al menos en el papel, le pertenecía, sin poder evitarlo Rhys necesito moverse, con la mala suerte de que hizo ruido, tras lo cual Kenna se puso alerta.
-¿Quien va?¿Quien está ahí?- dijo a la vez que se ponía de pie y buscaba su ropa para cubrirse- O salís ahora mismo o tendréis problemas con el Laird Lennox.
-¿A si que me utilizas de protección?- preguntó un Rhys divertido y con mirada pícara mientras salía de su escondite, Kenna bufó al ver que se trataba de su esposo, y lo que era peor que no tenía escapatoria pues Rhys acababa de sentarse sobre su ropa impidiendo que pudiera vestirse y huir, de ninguna manera iba a volver al castillo en camisola, al menos no entraba en sus planes de momento.
- ¿Esposo serías tan amable de darme mi ropa para que pueda vestirme?
-No veo porque debería de hacerlo, estoy disfrutando de las vistas - dijo divertido, lo que enfado a Kenna que intento recuperar su ropa estirando de esta con la mala suerte de que acabo encima de su marido, el cual no desaprovecho la situación para atraparla entre sus brazos.
- Ya veo cuanto extrañabas mi cuerpo que caes sobre mi como fiera- Kenna forcejeo pero no servía de mucho- por favor no huyas más de mi. Tratemos de llevarnos bien al menos.
- Si quieres que nos llevemos bien ya puedes soltarme o te juro que te corto las manos- eso divirtio tanto a Rhys, que quiso demostrar cuanto le importaba su amenaza, giro sobre sí mismo aprisionando a Kenna bajo el.
- Tengo la sensación de ya haber vivido está situación, pero querida esta vez no huirás- Rhys beso con calma a su mujer, al principio ella lo combatio, pero finalmente sin saber porque enrollo sus manos alrededor de su cuello y le devolvio el beso, algo empezo a despertar dentro de Kenna, sentía un calor abrasador ardiendo en su interior. Rhys decidio separse de su mujer no quería que la primera vez que la tomara fuera en medio del bosque, quería que fuera en la comodidad de su dormitorio y una vez que empezará no pensaba acabar en días, así que haciendo acopio de todo su autocontrol y con un ultimo beso se alejo de Kenna, se fue a su despacho necesitando algo de privacidad para liberar parte de la tensión que acumulaba en su entrepierna.
Kenna se quedo perpleja tendida sobre la hierba, en un momento tenía a su esposo sobre ella, llenándola de besos y despertando la pasión en su interior y al momento desaparecía. Ahora el que huía era él y ella no entendía porque.
Siento haber tardado tanto en escribir, pero estaba un poco en blanco, pero ya está más o menos recuperada la inspiración. Me encantan los encontronazos sorpresa cargados de pasión, ¿y a vosotras?
Os dejo canción que cantaba Kenna.
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La rosa escocesa
Historical FictionSiendo la menor y única hija del Laird McDougall, Kenna, es apartada del mundo. Recluida en las tierras de su padre y solo teniendo contacto con sus tres hermanos, los súbditos de su padre y sus guerreros de mayor confianza, pero esto cambiará cuan...