-¡Estas loco Arthur! ¿Cómo has podido traer a ese hombre a mi hogar? Al mismo hombre que repudió a mi hija y mi nieto- el Laird estaba consternado, si bien no había echo pública su animadversión por el Laird Lennox, eso no significaba que no le doliese lo que le hizo a Kenna, y la forma en la que rechazo al joven Angus le hacían hervir la sangre, pero sabía que declarar la guerra no ayudaría a nadie.
-Laird, creedme que os entiendo, pero no podía permitir que ambos siguieran sufriendo, se que a pesar de todo aún existe amor en sus corazones aunque este estuviera herido de gravedad. Rhys no actuó como un hombre de honor, debió confiar en ella, pero fue su error, y no es justo que sigan sufriendo por el, y aún más habiendo un inocente en medio de todo.- Angus se quedó pensativo, sabía que Arthur tenía razón en parte, el seguía viendo el dolor en los ojos de su hija, se notaba que aún lo amaba, aunque no se permitía reconocerlo, además estaba su nieto, que no tenía culpa de nada y si no arreglaban la situación sería un bastardo toda su vida, una lacra muy difícil de llevar.
-Esta bien, te ayudaré por el bien de Angus, pero si mi hija rechaza al Lennox, no intervendré, solo tendrá una oportunidad para arreglar su error, espero que sepa aprovecharla, pues todo lo que repudió es un tesoro para mi.
Y así entre los dos idearon la mejor forma de llevar a cabo el recuentro de la pareja, debían elegir bien, pues de ello dependía su futuro, y sobretodo estaba el hecho de buscar un sitio sin objetos arrojadizos ni posible armas, no querían tener que celebrar un velatorio y un bautizo el mismo día. Una vez todo planeado, pasaron a la carga, juntar a los amantes-enemigos, ¿qué parte ganaría el orgullo y el rencor o el perdón y el amor?
Angus se dirigió a la que ahora era la recámara de Kenna y el pequeño, su madre no se separaba ni un momento de él, y aunque siempre era una madre atenta y cariñosa, la tristeza teñía su mirada al mirar a su hijo, era tan parecido a su padre, el cabello, los ojos,... era su reflejo y un recuerdo constante de lo que pudo haber sido y nunca sería, en ocasiones se preguntaba como estaría Rhys, si le dolería tanto como a ella la separación o si ya la habría olvidado por otra, eran pensamientos que la asaltaban en todo momento y que prefería obviar y centrarse en su presente, en su hijo, en su gran día, sería presentado ante su clan como nieto del Laird, aunque le preocupaba sobre manera lo que podría ocurrir, todos sabían que no tenía padre, ¿lo rechazaría su clan? ¿Debería buscar un nuevo hogar? Su familia la había apoyado, pero sabía que no todo el mundo sería igual de compresivo.
-Me encanta verte junto a tu hijo, se te ve en paz, calmada- la mirada del Laird era de amor y un tanto de pena, su niña había crecido y ahora ante él tenía a toda una mujer- aún recuerdo cuando tu eras tan pequeña, pasé mucho miedo, tu madre había criado a tus hermanos, yo sólo era un Laird que se ocupaba de sus gentes y tierras, no sabía nada acerca de criar a una niña, aún con ayuda no conseguía dormir, pensando que te podría pasar, en como iba a criarte yo solo. Pero tus hermanos fueron de gran ayuda en eso, adoraban a la pequeña morenita que los seguía todas partes, y luego te convertiste en una formidable guerrera, un torbellino, pero ahora tus vientos se han calmado, ahora ya eres una mujer- las lágrimas escapaban de los ojos del Laird- ¿Sabés que te quiero y solo deseo lo mejor para ti, verdad?
-¿Qué te pasa padre?¿Por qué estas tan emocionado?
-Nada, supongo que será cosa de la edad, toma, te traje algo para que desayunaras, se que aún no bajaste al comedor- le dijo mientras le tendía una bandeja con un poco de pastel, frutas y un tazón de leche- Recuerda que debes comer bien para alimentar como se debe a este hombrecito.
Kenna disfruto el desayuno en compañía de su padre, hablando distendidamente, recordando travesuras del pasado y momentos felices, y así sin darse ni cuenta cayó en los brazos de Morfeo, momento en que su padre aprovecho para avisar a Arthur y llevar a una dormida Kenna junto a su amor. La primera parte del plan ya estaba realizada, ahora solo quedaba que los enamorados hablaran y consiguieran arreglar la situación.
Ya queda poco y supongo que me da pena, empecé hace poco más de un año con este proyecto, y la verdad que no esperaba que tuviera tantos lectores, me encanta ver que cuando comentáis que os gusta la novela, supongo que no lo estaré haciendo muy mal. En un par de capítulos esto llegará a su fin, a ver si consiguen perdonarse y ser felices.
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La rosa escocesa
Historical FictionSiendo la menor y única hija del Laird McDougall, Kenna, es apartada del mundo. Recluida en las tierras de su padre y solo teniendo contacto con sus tres hermanos, los súbditos de su padre y sus guerreros de mayor confianza, pero esto cambiará cuan...