Tras hablar el Laird Stuart con su padre, Kenna estaba feliz, por primera vez en su vida podría asistir al festival de los clanes. Acompañada de Eleonora se dirigió a la que sería su habitación mientras permaneciera allí. Ese castillo era tan nuevo para ella, nunca había visto otra cosa que no fueran sus tierras.
Su habitación estaba exquisitamente decorada, había una gran cama con dosel en el centro de la misma, una gran chimenea junto a la misma para las noches frías, un tapiz y unas contraventanas evitaban que entrase el frío de las highlands y en la pared que quedaba se encontraba un armario cuya puertas estaban talladas formando unas rosas, un escritorio sobre el que descansaba un rudimentario espejo y un jarrón con flores frescas.
-Espero que te guste la habitación- preguntó lady Eleonora interesada.-Me encanta, es preciosa.- tenía el presentimiento de que estos días cambiarían su forma de ver la vida, dejando atrás las paredes de su cómoda habitación por un mundo nuevo.
Mientras Kenna observaba todo a su alrededor, Lady Eleonora la dejó sola en la habitación, ya se reuniría con ella en la cena al igual que el resto de Lairds y sus más allegados. Durante el resto del día Kenna decidió ir junto a sus hermanos y su padre, para intentar calmar los ánimos, sabía que su padre estaba muy enfadado, pero no podía resistirse a su niña pequeña, con lo que sus hermanos estuvieron mofándose hasta la hora de la cena. Pues si el Laird McDougall era un hombre que podía llegar a ser temible cuando se enfadaba, su talón de Aquiles eran sus cuatro hijos, no lo podía evitar, era la muestra de amor que un día le profesó a su fallecida esposa.
Su padre como Laird tenía un lugar reservado en la mesa de honor, mientras que sus hijos se encontraban junto a sus hombres de confianza en una mesa situada junto a la pared, al haber tantos ojos puestos en su pequeña hermana sus hermanos la situaron entre en ellos, como si fueran su escolta.
-No me gusta cómo te miran todos- gruñó Niall, a lo cual sus hermanos asintieron con mala cara.
- ¿No creéis que estáis siendo un poco paranoicos?- preguntó Kenna, aunque ella misma también se había fijado en más de un par de ojos puestos sobre ella.
- Si alguien se acerca juro que le abro la cabeza- dijo Keitan cada vez más enfadado- Eres una niña y no paran de comerte con los ojos.
-¡Por Dios! Ya no soy una niña, ¿cuándo dejaréis de tratarme como tal?- suspiró ya cansada Kenna, adoraba a sus hermanos , eran los mejores amigos desde siempre, pero quería dejar de ser una niña a sus ojos.
-Kenna no te enfades, pero entiéndenos , eres nuestra hermana y nuestro deber es protegerte de bestias y animales que solo ven en ti una mujer hermosa.- Kenna ahora sí estaba enfadada.
-¿Queréis decir que me miran como vosotros a cualquier joven ? ¡Sé defenderme perfectamente yo sola!Es más, puedo hacer más que cualquiera de vosotros tres, ¿o lo habéis olvidado?- sus tres hermanos se sonrojaron a la par, y no porque su hermana supiera de sus andanzas amorosas, si no porque lo había gritado y todos los guerreros McDougall trataban de esconder su risa.
Os dejo foto de Kieran y Niall, a izquierda Kieran y a derecha Niall. Perdon por estar sin publicar.
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La rosa escocesa
Ficção HistóricaSiendo la menor y única hija del Laird McDougall, Kenna, es apartada del mundo. Recluida en las tierras de su padre y solo teniendo contacto con sus tres hermanos, los súbditos de su padre y sus guerreros de mayor confianza, pero esto cambiará cuan...