Capítulo XXIV

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Arthur corrió a sujetar a su señora en el momento que vio que se desplomaba, estaba preocupado por ella y con razón, no le deseaba a nadie por lo que estaba pasando Kenna. De la noche a la mañana, la habían agredido hasta casi matarla, el que era su esposo que se suponía que debía protegerla se había dejado envenenar por los celos, y ahora que por fin llegaba al que se suponía que debía ser un lugar seguro, iba a ser el epicentro de una guerra, y si por si todos estos males fueran pocos, estaba la creciente vida en el interior de Kenna, que solo esperaba que su madre no lo perdiera, el viaje a caballo había sido muy duro, no pudieron detenerse a descansar, y el cansancio y la pena estaban presentes en el rostro de su señora.

Con Kenna en brazos, Arthur se dirigió al Laird McDougall.

-Laird, permitidme velar por ella hasta que se recuperé, y en cuanto lo haga os contaré todo lo ocurrido, y toda la verdad- Angus miraba con recelo a este Lennox, pues fue el quién la reclamó para su señor, y ahora llegaba así.

-Ya te confié en una ocasión mi posesión más preciada, mi rosa, y mira en que estado vuelve, ¿como puedes osar pedirme que te la vuelva a confiar?

-Por que en el tiempo que hemos convivido se ha convertido en una hermana para mí, y si bien no he sido el causante de su mal tampoco hice por evitarlo, y quiero, si me lo permitís, enmendar mis pecados- el Laird veía el amor en los ojos de ese hombre que le pedía cuidar de su hija, pero un amor carnal como muchos hombres la miraban en un pasado, en esos ojos solo había amor fraternal, como el de cualquiera de sus hijos, eso es lo que le convenció para permitirle cargar a Kenna hasta la que fue su habitación y velarla mientras dormía.

-Padre, es un Lennox, es hombre del bastardo que ha osado pegar a tu hija- le gritaba furioso Keitan a su padre- ¿cómo le has permitido poner un pie en esta casa?

-Por que confío en que cuando despierte tu hermana nos cuente que ha ocurrido, tu hermana es una guerrera, no dejaría que nadie le pusiera la mano encima sin defenderse, aquí ocurre algo más y yo quiero saber que ha pasado-dicho esto Angus se encaminó al interior del castillo, pero antes de irse le dedicó unas últimas palabras a su hijo y heredero- Recuerda que aquí aún soy yo el Laird, no vuelvas a cuestionar mis decisiones en público hijo, aún eres joven e impulsivo.

Keitan estaba furioso, no podía quedarse de brazos cruzado ante tal agravio, pensaba convencer a sus hermanos y junto a su amigo Evan irían a retar a un duelo con claymore a Rhys Lennox, pensaba conseguir justicia por si mismo, no podía esperar a que su hermana despertará.

A escondidas de su padre, y mientras el nuevo perro guardián de su hermana la velaba, los tres hermanos montaron en sus sementales y partieron a las tierras Stuart a buscar la ayuda de su amigo de toda la vida para saciar su sed de venganza.

Habían pasado ya cerca de cuatro días desde que Rhys había desterrado a su esposa, pasaba los días encerrado en su habitación, recordando los momentos compartidos junto a Kenna, preguntándose si lo vivido junto a ella había sido una falsa, ¿lo habría engañado desde que llegó? Sabía que cuando consumaron su matrimonio ella era pura, pero ¿qué le habría impedido engañarlo después de ese momento? Por un lado estaba la identidad de la persona que la agredió, el no era partidario de lastimar a las mujeres, pero sabía de hombres que eran un tanto brutos en el lecho y por otro lado estaba el tema de Arthur, esa traición si le dolía por partida doble. Arthur y él crecieron desde niños juntos, codo con codo, fueron creciendo y Arthur se convirtió en su mano derecha, y cuando llegó la hora de elegir bando se puso en su contra, luchó contra él, al igual que Kenna, levantó su acero contra él.
Desde que se fue el alcohol inundaba sus venas, corría por su sangre el mejor whisky que se podía permitir. 

Solamente salió en una ocasión, aún recordaba los alaridos de loca que prodigaba Margareth, cuando aún desnuda empezó a golpear sin parar su puerta, exigiéndole su lugar como señora del clan, porque según ella, sería la única capaz de calentar su lecho y su corazón. Ante semejante locura, no pudo evitar abrir la puerta, riéndose ante semejante majadería, lo cual no sentó muy bien a la mujer. La cual se lanzó como gata rabiosa a atacarlo, pero siendo Rhys un hombre tan grande, los golpes furiosos de ella le hacían cosquillas.

Y así, dando gritos, y cubierta con una manta, que por lástima le dio Rhys, la expulsaron de sus tierras. Dos guardias se encargaron de acompañarla hasta la frontera, mientras está maldecía a Rhys y a la sucia mujerzuela que se lo había arrebatado.

Arthur seguía preocupado por Kenna, ya llevaba un par de horas inconsciente y no hacía ningún amago de despertar pronto, no podía parar de pensar en todo por lo que había pasado, y lo que no llegaba ni a entender era como Rhys la había expulsado de esa forma de su vida, acusándola y deshonrrándola. ¿No veía lo buena que era?¿Lo pura? Además sin pasar por alto la agresión, ¡Por San Fergus! Llevaba las manos marcadas al cuello, y aún así creyó a esa víbora de Margareth.

Solo esperaba que Kenna despertara pronto para que la verdad saliera a la luz. Era necesario que alguien arreglara aquel caos. 

ESPERO QUE HASTA EL MOMENTO OS ESTE GUSTANDO, NOS ESTAMOS ACERCANDO AL FINAL DE LA HISTORIA, Y QUERÍA PLASMAROS EN ESTE CAPÍTULO LA ANGUSTIA POR LA QUE ESTÁN PASANDO LOS PERSONAJES.

La rosa escocesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora