Capítulo XXX

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La cabeza le dolía horrores, se encontraba desorientada, no reconocía la habitación donde se encontraba, es más, ni siquiera recordaba haber salido de la fortaleza. Era un cuarto pequeño, parecía un dormitorio, pero era muy austero, similar a los de las cabañas que utilizaban los aldeanos. Forzó sus sentidos para ver si conseguía averiguar algo más de como había llegado hasta allí, pero solo encontró una leve luz colándose por debajo de la puerta, aquella puerta debía de conducir al resto de la casa. Nada la preparó para lo que encontraría tras la puerta. Rhys.

-¡Tu!- no lo podía creer, después de tantos meses, el que era su gran amor se encontraba ante ella, pero nada, pensó que un mar de lágrimas y reproches se desatarían cuando lo volviera a ver, él la repudió, la echó, pero no podía reclamarle nada, veía en su rostro el mismo sufrimiento que encontraba en su reflejo. ¿Y si lo había pasado tan mal como ella? No, debía hacerle pagar ya no su daño, si no el de su hijo, que había nacido marcado por su propio padre.- ¡¿Que demonios vienes a buscar?! No hay nada para ti en estas tierras.
Rhys no daba crédito a lo que veían sus ojos, otra vez la tenía frente a él, toda ella enfurecida, mostrando ese majestuoso carácter, era una guerrera, estaba preciosa, el embarazo le había otorgado a su cuerpo la belleza de la madurez. Quería saber tantas cosas, pero tenía miedo de la verdad.
- Kenna,...-¿por dónde empezar? Necesitaba contestar tantas incógnitas - el bebe...
- MI hijo está perfectamente, junto a una familia que lo adora y lo protegería por encima de todo.
- Necesito saberlo, ¿es realmente mi hijo ese niño?¿ Es mi heredero?- la rabia quemaba en su interior, ¿como se atrevía a buscar respuestas?
-El tiempo de las preguntas acabo la noche que me expulsaste de tu clan, ese fue el momento en que perdiste cualquier derecho a saber sobre mi vida.
-¿Qué querías que hiciera? ¡Te acusaron de adulterio y tu no te defendiste!- Aún recordaba esa noche con dolor, ella no le dio ninguna explicación, solo guardo silencio.
-¡ Tu debías confiar en mí, no en esa bruja! ¡Por San Nian! Casi muero esa noche pero tú no lo viste, solo te preocupo tu ego mancillado, incluso llamaste a nuestro hijo bastardo- le escupió Kenna sacando todo el dolor de estos meses- Evan trato de forzarme y matarme, Arthur me salvó, cosa que mi marido ni se dio cuenta,¿ y después de todo me acusas de guardar silencio? No confiaste, el único causante de todo fuiste tú y ahora al igual que esa noche tu me rechazaste, ahora yo te pido que abandones mis tierras y nunca regreses.
- Kenna,..yo...-ya había obtenido su respuesta, pero esta le estaba matando, ¿Qué había hecho? Su mujer y su hijo...-Kenna
-¡¡Fuera!!- no podía soportar como la estaba mirando, aún después de todo el dolor y sufrimiento que le había causando una parte de ella lo seguía amando, ¿cómo podía ser tan tonta? Debería estar luchando contra él, vengándose por su dolor, pero sin embargo ella quería lanzarse a sus brazos y borrar todas las lágrimas derramadas con besos de amor. ¡Pero no! No lo haría, su orgullo jamás se lo perdonaría, no podía simplemente acachar la cabeza y hacer borrón y cuenta nueva, sobretodo se lo debía a su hijo.  Y sin más lo dejó allí en la cabaña, con los remordimientos carcomiéndole por dentro, matando una parte de si mismo. ¡No! No podía dejar las cosas así ahora que sabía la verdad, debía arreglar todo el mal que había causado, pero ¿por donde empezar? Nada de su matrimonio había ocurrido de la forma tradicional, pero una idea comenzó a crecer dentro de él.

Cuando Angus vio llegar a su hija hecha una fiera y con lágrimas ocultas en sus ojos sabía que el plan de Arthur no había funcionado, no habían conseguido la ansiada reconciliación, habían jugado todas sus cartas y habían perdido. 

El bautizo del joven Angus llego, todo su clan, así como clanes vecinos estaban presentes, aunque era un poco anómala la situación del niño, nadie se atrevía a decir nada, los McDougall defendían a ese niño con uñas y dientes. Todo estaba fluyendo perfectamente, hasta que un gran alboroto se levantó junto a la capilla. Estaban rodeados de guerreros, guerreros Lennox. 

-¿Qué hacen ellos aquí?-Exclamó Keitan- ¡Ningún Lennox es bien recibido en estas tierras! Esto es una provocación, es un llamado a la lucha.- no daban crédito, los estaban atacando.

-¿Qué está pasando?¿Qué hacéis en mis tierras?- preguntó en Laird- esto es una celebración por el bautismo de mi nieto, y no recuerdo haberos invitado...- de pronto todos los guerreros Lennox desmontaron y dejaron un pasillo para que su señor entrase al circulo que habían formado junto a la capilla.

-Laird McDougall- los hermanos de Kenna se prepararon para desenvainar, lo matarían si daba un paso más, pero su padre les pidió calma, años de experiencia- no vengo para declararos la guerra, mi presencia aquí espero que tenga un destino mejor, vengo aquí para emendar un error ante los mismos que los cause, a reponer un honor dañado y a legitimar lo que una vez repudié, ¡Kenna!- la llamó voz en grito hasta que esta apareció frente a la entrada del edificio- Yo, Rhys Lennox me presento ante ti y ante todos, tu clan, el mio propio y clanes vecinos a suplicar mi perdón, a subsanar  el agravio cometido, a arrodillarme ante ti por ser el highlander más obtuso de toda Escocia y no ver que tenía junto a mi un tesoro, del que jamás debí dudar, que me ha dado los mejores día de mi vida y el mejor presente que el destino puede darte. Por favor, disculpa a este necio y permite que le de mi apellido a nuestro hijo y vuelve a mi lado. Se la señora de mis tierras. Te lo suplico, haré lo que sea para que vuelvas junto a mi- Kenna no lo podía creer, para un highlander y aún más un Laird su honor lo era todo, y el se estaba exponiendo ante todos para que lo perdonara, se estaba poniendo en una posición que podía ser vista como vulnerabilidad, y aún así le costaba dar su brazo a torcer, había sido mucho tiempo, mucho dolor, ¿qué debía hacer? ¿Hacerle caso al corazón o a la cabeza? Estaba dudando, y el silencio cada vez era mayor, nadie se atrevía a intervenir. El ambiente se estaba cargando de nerviosismo.

-Hija, ¿tu lo amas?- Kenna ni siquiera notó cuando su padre llegó junto a ella- si es así, y en verdad aunque solamente sea un poco lo amas, no lo pienses, coge a tu hijo y vuelve a su lado, no te digo que lo perdones del todo, ni que se lo pongas fácil, pero si no vas junto a él jamás te lo perdonarás, yo perdí a tu madre y no hay día que no daría lo que fuera por estar un poco más junto a ella. Tu puedes volver junto a tu ser amado, junto a tu otra mitad, el tiempo todo lo cura, pero la distancia no se puede remediar.- con estas palabras de su padre Kenna volvió al interior de la capilla, todo se había acabado para Rhys, después de todo el sabía que se lo tenía merecido, que solo él había causado todo. Se dirigió a su caballo preparado para marchar, pero no llegó. Kenna junto a su hijo estaba tras él, sujetando su mano.

-¿No te pensarías marchar sin nosotros Laird?- Rhys no sabía que decir- Mi padre tiene razón, no podría pasarme una vida sin saber que habría pasado de intentarlo.- Y lo besó entre los vitores de los presentes, abrazados con su hijo en brazos, una parte de ambos.


FIN.


Con esto acabo la historia, disculpad si he tardado tanto, pero supongo que me daba pena ver que el final se acercaba, espero que os haya gustado, la verdad que no me esperaba que tuviera tanta aceptación, muchas gracias a todos/as por leerme.





La rosa escocesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora