Capítulo XXVI

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Los hermanos de Kenna seguían en shock, lo que acababan de vivir erra un autentico desatino, Evan era su amigo, y sin embargo en un momento de locura intento matar a su hermana, que la conocía de toda la vida, se habían criado juntos. ¿Cómo había podido intentar hacer algo así?

Angus sabía que debía contarles toda la verdad a sus hijos, pero después de lo acontecido solo deseaba volver a su hogar y estar junto a su pequeña, ver si había despertado, si estaba bien. Lo demás no importaba, al menos por el momento. Ahora que su familia sabía la verdad tendrían que poner solución a la situación del matrimonio de Kenna. Angus podía entender como hombre lo que eran los celos, la duda, pero no entendía como reaccionó.  

-Padre debemos hacer algo, esto no puede quedar así- rompió el silencio Keitan, todos lo pensaban, todos sabían que Kenna era inocente, pero demostrarlo era cosa difícil, además había sido repudiada, y eso no era algo fácil de hacer olvidar, pero si no lo solucionaban ese niño sería un bastardo, Kenna quedaría humillada de por vida y nunca podría encontrar otro marido. El futuro pintaba negro para ello.

-Lo sé hijo, lo tengo presente, pero no podemos actuar impulsivamente, debemos parar para pensar, un paso en falso y puede empeorar la situación de tu hermana. De momento lo único importante es su salud y la de mi futuro nieto- todos estaban de acuerdo, lo mejor sería centrarse en Kenna y cuando esta estuviera mejor tratar de ayudarla.

-Si me permite Laird- intervino Arthur- creo que lo mejor sería no contarle de momento lo ocurrido hoy a Kenna, puede empeorar sus nervios, está claro que es una guerrera pero merece un poco de paz- todos vieron el respeto con que Arthur hablaba de su amiga, hasta sus hermanos empezaban a mirarlo con otros ojos, debían de reconocer que Arthur se había ganado su respeto al defender a su hermana, no muchos estarían dispuestos a retar a su laird y perder su hogar.

Una vez en tierras McDougall, la preocupación de los habitantes del castillo seguía latente, su joven señora aún no despertaba, pero a pesar de no haber ninguna causa para su estado no mejoraba.  El laird estaba preocupado, nadie sabía darle respuesta a la pregunta de cuando despertaría su hija, o si lo haría en algún momento.

Arthur observaba a su gran amiga, tenía muy mal aspecto, estaba sumamente pálida y con grandes ojeras bajo sus ojos, aunque la alimentaban con caldos, se empezaban a marcar los huesos de la cara, ya llevaba cerca de 3 días inconsciente, espera que despertará pronto.

-Lucha, Kenna, lucha por tí y por tu hijo, se fuerte, ambos sabemos que lo eres de sobra- una lágrima escapó del ojo de aquel guerrero, lo estaba pasando realmente mal, le tenía mucho cariño y su estado los tenía a todos sin dormir, esperando un atisbo de esperanza, pues ninguno era capaz de poder pensar en la alternativa. Arthur notó un ligero movimiento, Kenna estaba intentando abrir los ojos, salió corriendo de la habitación debía avisar a los McDougall, estaban tan preocupados como él, y esto era la señal que estaban esperando.

Cuando Kenna, con gran esfuerzo, consiguió abrir lo ojos se encontró a toda su familia ante ella, expectantes, y lo que más la sorprendió, llorando, esos enormes highlanders lloraban por ello, una parte de su corazón volvió a latir, pues tenía amor por el que palpitar.

-Agua- pidió con voz ronca, se encontraba extenuada, no tenía fuerzas ni para levantarse.

Tras ese día, la relación de los McDougall se fortaleció, hasta Arthur que en un principio no fue aceptado, finalmente era tratado como un hermano más, le debían mucho. Los días pasaban y el vientre de Kenna iba aumentando, todos estaban preocupados, trataban de hacerla entender que debía contarle la verdad a Rhys, pero ella se negaba, no quería volver a verlo, y siempre decía lo mismo, que ese sería su hijo solamente. Todos a su manera trataban de hacerla entrar en razón, pero ella no quería oír hablar del tema, con el paso de los meses fueron desistiendo de hacerla entrar en razón, pero debían buscar una solución. Hasta Arthur les propuso casarse con Kenna y reconocer al niño, pero esta los oyó y casi los despelleja vivos, aún en cinta tenía un genio de mil demonios.

Lo que sus hermanos no sabían era como lloraba en las noches, recordando a Rhys y pensando en su hijo. Sabía que su situación era terrible, su hijo sería un bastardo para la sociedad, pero su orgullo no le permitía ir en busca de Rhys, pues ella era inocente, ella no había echo nada, ¿por qué debía entonces de ser ella la que fuera a rogar? ¿Y si cuando fuera se encontraba a esa víbora de Margareth como nueva señora? La mataría, eso al menos lo tenía claro.

Y así pasaron los días, los hombres McDougall maquinando como solucionar los problemas de su amada testaruda, y ella, negandosé a reconocer su situación, y llevando la vida que llevaba antes de casarse. Una mañana mientras discutía con sus hermanos por el mismo tema de siempre algo cambio.

-¿¡Pero cómo puedes ser tan cabezota!?-le gritaba Kieran-¿ No ves que en cualquier momento vas a dar a luz? ¿Y entonces qué?¿Cómo criarás a ese bebe?

-¡ Eso es cosa mía!-le gritó Kenna en contestación, ya llevaba un tiempo pensándolo pero no sabía que hacer, de pronto notó como un líquido caía por sus piernas, y al levantar el bajo de su vestido vio todo el suelo mojado, su hermano la miraba como si un cuerno acabará de salirle de la frente, estaba mudo.

-¡Kenna estas de parto ahhh!-gritó histérico- haciendo que el resto de su familia acudiera, pero tampoco sabían que hacer, eran fieros guerreros, no comadronas.

-¡Qué va a nacer el bebé!

-¿Pero qué hacemos?

En ese momento Kenna rompió en carcajadas, era surrealista, se ponía ella de parto y los histéricos eras sus hermanos, por lo menos sabía que su bebe estaría bien cuidado. Solo esperaba que todo saliera bien.


La rosa escocesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora