Kenna se despertó sobresaltada, se oían gritos fuertes golpes del piso de abajo y podrían jurar que también oía como su marido gritaba, ¿qué pasaba? Cuando se fue para intentar descansar de las emociones de esa noche todo estaba en calma, y ahora parecía que se libraba una encarnizada batalla dentro de su hogar. Sin pensarlo ni un minuto más cogió una bata y salió corriendo hacia el despacho de Rhys, que era el origen de los ruidos.
-¡Habla de una maldita vez Margareth! ¿Qué demonios viste?- Kenna se quedó congelada, Rhys apretaba a Margareth contra la pared, mientras la zarandeaba y le gritaba, nunca lo había visto tan rabioso, con fuego en la mirada, cuando la vio a ella, su expresión cambio, de rabia, a odio y luego a preocupación, entonces fue cuando Kenna recordó el golpe de su cara y las marcas en su cuello, intentó cubrir los moratones pero ya era tarde, Rhys parecía fuera de si.
-¿Quien te hizo eso?¿Fue ese imbécil de Evan? Si fue el, no saldrá vivo de aquí, ¡¿QUÉ DEMONIOS TE HA PASADO KENNA!? ¡HABLA, MALDITA SEA!- cada vez Rhys se iba enfadando más y más, y no se daba cuenta de que estaba asustando a Kenna, él siempre había sido dulce con ella, respetuoso, y ahora era la cara oculta de la moneda, era un hombre que no conocía para nada, estaba dando golpes a todo lo que se encontraba, calzando todo lo que tenía a su alcance.
-Rhys, amor, no es nada de verdad, no te preocupes- Kenna intentó tranquilizarlo, si se enteraba de todo lo que había pasado desataría una guerra, tenía que inventarse alguna excusa y se quedaba sin tiempo- fui a ver a mi yegua, pero estaba nerviosa, se encabrito y me golpeo. Fue solamente un accidente.
-Amor te dije que mentiría- dijo Margareth acercándose a Rhys, abrazándolo por detrás y mirando a Kenna como si esta fuera su victoria- que diría cualquier cosa para proteger a su amante, esta sucia gitana no te merece.
- Kenna dime ahora mismo la verdad, no agotes mi paciencia- Rhys destilaba rabia en cada palabra, Kenna estaba contra la espada y la pared, sabía que si decía la verdad Rhys mataría a Evan, y el padre de este tomaría represalias y comenzaría una guerra entre clanes, pero si callaba ella pagaría las consecuencias, aunque prefería pagar ella que cientos de personas, aún siendo inocente.
-Rhys, no es lo que piensas, confía en mí- lo que para Kenna era una suplica para que la entendiese a oídos de Rhys fue una confirmación de su culpa. El asco y la repugnacia tiño su mirada, la que esa misma noche había estado llena de dicha y amor por su futura familia, ahora estaba muerta, su corazón sangraba, pero no pensaba demostrarlo, pensaba hacerle tanto daño como ella le había hecho a él. La destruiría para no morir de dolor, tenía que borrarla de su corazón.
Cogió a Kenna del brazo y empujándola la llevo hasta el gran salón, donde a estas horas no quedaba mucha gente, pero si la suficiente para lo que iba a hacer.
-¡Qué alguien traiga a Evan Stuart!¡YA!- vociferó Rhys en medio del gran salón, soltando de golpe a Kenna como si su simple contacto le quemase. Kenna no entendía nada, parecía que estaba atrapada en un mal sueño, hace unas horas era la persona más feliz del mundo al saber que iba a ser madre y aún más por tener a Rhys a su lado, que a pesar de no decírselo con palabras, había demostrado con sus actos que la amaba, y ahora de un chasquido su mundo se derrumbaba, y sentía como su corazón se oprimía, esos ojos azules que la hacía levitar ahora la miraban con odio. El mal presentimiento con el que despertó volvía a estar presente.
-Mi laird- se aproximó uno de los hombres de Rhys un tanto temeroso- el joven Stuart junto a su esposa han abandonado sus tierras esta misma noche, su dormitorio esta vacío- Rhys ahora si estaba furioso, ese cobarde había huido para evitar que lo matase, y ahora la rabia le hervía por dentro, estaba tan furioso que empezó a destrozar el mobiliario del salón, cuando no quedaba una mesa o un banco en su sitio se acerco a Kenna.
-Solamente lo pediré una vez, dime ahora mismo que te ha pasado está noche para llevar esas marcas- el Rhys que amaba no estaba en ese hombre que tenía frente a ella- ¡HABLA MALDITASEA! ¿te has acostado con ese bastardo?- Kenna no podía estar más en shock, ¿como la acusaba de engañarlo de esa manera? No se daba cuenta que ella solo lo amaba a él.
-Rhys yo solo te amo a tí- esas palabras, las que tanto había deseado oír de los labios de su mujer y ahora no causaban nada en él, estaba apagado, negro, no sentía nada en su interior, esas palabras que un día habrían puesto su corazón a palpitar ahora caían en agujero, hondo y profundo.
-Vete, no quiero que al amanecer permanezcas en mis tierras- con esas palabras ambos corazones se rompían, sin saber el daño que estaban causándose entre sí- te repudió, hoy finaliza nuestro matrimonio, volverás con tu familia. Ya no serás nunca más una Lennox.- Kenna hacía un gran esfuerzo por respirar, sentía que se ahogaba, pero si el no la quería a su lado ella le mostraría su indiferencia, era una guerrera, no pensaba derramar una lágrima ante él, que desconfiaba de ella cuando lo único que había hecho había sido amarlo hasta el alma.
-¡¿Rhys que dices?!¿Te has vuelto loco? Es tu esposa- Arthur no daba credito, cuando escucho el alboroto que se formaba en el salón no podía imaginar que su buen amigo repudiaría a su esposa, aún más cuando él sabía toda la verdad, tenía que hacer algo- Kenna no ha hecho nada confía en ella.
-Arthur no te metas, soy tu laird y he tomado una decisión, esta mujer- señalo a Kenna con resentimiento- se irá de mis tierras, no la quiero a mi lado.
-Tu eres mi laird, pero ella es mi señora, también le debo mi lealtad, y si la echas a ella, yo me iré también, dejaré de ser un Lennox- Rhys estaba atónito, su gran amigo, su mano derecha se ponía de parte de ella, ella que lo había engañado con otro bajo su techo. Arthur se acercó a Kenna, preocupado de lo que podría pasarle al bebe, no era bueno todo por lo que estaba pasando la madre. Cuando Rhys vio la preocupación en el rostro de Arthur y como se acercaba a Kenna, todo se tiño de rojo, desenvainó su espada y se lanzó a por su gran amigo.
-¡Tu!- Arthur por poco no esquiva en golpe de la espada-¡Tu eres su amante! ¡Ahora lo veo! Por eso tanta preocupación por ese bastardo- esas últimas palabras fueron el detonante que acabo destruyendo el amor que Kenna sentía por Rhys, Arthur siempre había sido como un hermano más para Kenna, y ahora lo acusaba de ser el padre de su hijo, al cual había llamado bastardo, no permitiría que nadie le hiciera daño. Kenna interpuso una espada entre Rhys y Arthur, evitando que otro ataque de Rhys lo dañase, esto dejo a Rhys atónito, no sabía que su mujer supiera manejar la espada, pero algo le decía que Arthur si lo sabía, pues la miraba con admiración.
-Esta noche, nuestro matrimonio se ha roto, yo vuelvo a ser Kenna McDougall, hija del gran Laird Angus McDougall, y este hombre al que has atacado a traición vendrá conmigo a mis tierras- Kenna levantó la voz, haciéndose oír en todo el salón, que había quedado en silencio, solo roto por las respiraciones aceleradas de los combatientes- No nos volverás a ver jamás.
Esa noche, con el corazón roto y lágrimas derramándose por su cara, partió de las tierras Lennox, acompañada de su yegua y su gran amigo, únicamente como recuerdo de su amor el bebe que crecía en su interior. Y mientras en el interior del castillo, Rhys en su habitación, alcoholizado abrazaba su almohada, la que aún tenía su olor, culpándose y sintiéndose desdichado.
Esto no es el final no os asusteís, pero llevaba tiempo sin actualizar, y quería dar un poco de drama a vuestro día. Que malos son los celos, que no te dejan ver la verdad de lo que ocurre.
Espero que os guste, este es más largo. Os dejo la foto de cuando Kenna abandona las tierras Lennox.
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La rosa escocesa
Ficción históricaSiendo la menor y única hija del Laird McDougall, Kenna, es apartada del mundo. Recluida en las tierras de su padre y solo teniendo contacto con sus tres hermanos, los súbditos de su padre y sus guerreros de mayor confianza, pero esto cambiará cuan...