El silencio de la noche solo era roto por los gritos de Kenna, su padre,hermanos y Arthur aguardaban en el pasillo frente a la puerta de su recamara, ya llevaban cerca de media noche y aún no tenían noticias, solamente podían imaginar como se encontraba Kenna, aunque el ver salir sin parar a las sirvientas con agua y paños ensangrentados no estaban ayudando a sus pensamientos.
En un principio quisieron estar junto a ella, dándole su apoyo, pero en seguida la curandera los echó, decía que no hacían nada más que poner más nerviosa a la futura madre, y que esta tenía una dura labor por delante, y así sin más los relego al pasillo, a la espera de que todo pasara.
-Estoy preocupado padre, está tardando mucho-le dijo Niall a su padre, este también pensaba lo mismo. Aunque habían pasado ya muchos años, el no recordaba que los partos de sus hijos hubiesen sido tan difíciles para su mujer ¿Y si algo no estaba bien?
-¡No puedo más!¡Me está matando esta espera! Voy a entrar- proclamó el primogénito mientras se acercaba a la puerta de la habitación, en busca de alguna información del estado de su hermana, pero justo cuando iba a tocar se oyó el llanto de un bebe- ¡¡Ya ha nacido!!- y entro corriendo al cuarto, al feliz abuelo se le escaparon las lágrimas, debía de agradecer a quien fuera que estuviera velando por ellos que todo hubiera salido bien.
-Laird...-interrumpió la curandera, dandole un instante para serenarse, aún recordaba como se había emocionado en cada uno de los partos de sus hijos, se le notaba en la mirada el amor que le profesaba a su esposa con la forma en como la miraba con sus hijos en brazos- quiero presentarle a su nieto...-todos miraron a Kenna, a la espera de que les diera el nombre de su primer hijo, que se encontraba embelesada mirando a su hijo, era el vivo retrato de su padre, sus ojos claros y sus mechones rubios, era precioso, un perfecto querubín.
-Angus- dijo mirando a su padre- se llamará como el mejor padre que puede existir.- ahora ya el laird no podía contener las lágrimas, su pecho se hinchó de orgullo, y cuando cogió a su pequeño nieto se sintió pletórico, sus hijos estaban igual de emocionados, su padre por fin volvía a ser feliz.
-¡Daremos un gran banquete en honor a mi nieto!¡Mi primer nieto!¿Y ustedes panda de gandules cuando piensan darme más nietos? ¿No les da vergüenza? Su hermana pequeña tiene hijos antes que ustedes- dijo mirando a sus hijos serio, pero la risa escapaba de sus labios, y de está forma tan sutil consiguió dejar a su hija sola para que descansara.
Arthur no podía parar de pensar, que aunque estaba feliz por su amiga y de que todo hubiera salido bien con el pequeño Angus, el padre de la criatura no había estado presente. Solo con ver al niño Rhys no podría dudar de que era su hijo, era su reflejo, sus ojos, su pelo. Era un pena que nunca lo conociera, ninguno se merecían esto, ambos se amaban y sin embargo estaban separados, pero era verdad que desde que abandonaron las tierras Lennox no había vuelto a saber nada, no sabía como estaría Rhys, pero tenía que arriesgarse, se lo debía a Kenna.
Rhys estaba en un pozo negro del que no conseguía salir, desde que echará a Margareth, y pasado el tiempo en el que era más whisky que hombre, llego un tiempo en el que únicamente se dedicaba a su clan, entrenaba, atendía los asuntos de sus tierras y se dedicaba a añorar a Kenna, siempre con la duda de si le había dicho la verdad o no. Unas veces prefería pensar que le había mentido, y que el bebe que esperaba no era suyo, así por lo menos podía imaginarse que la odiaba y el dolor de su corazón dolía menos, ya que la alternativa era horrible, ¿y si era inocente y el la había repudiado? No solo a ella, si no a su propio hijo, que lo había llamado bastardo, ¿qué clase de hombre sería si ella le hubiera dicho la verdad? Un monstruo. Y así pasaba el resto de sus días, intentando conseguir una respuesta que nadie le podía dar, lo cual lo estaba llevando a la desesperación más absoluta.
Al par de días de haber echado a Margareth llegaron noticias de que el Laird Stuart en un ataque de locura había asesinado a su propio hijo, a Evan, intentó indagar las causas, pero nadie supo desvelarle nada, únicamente que Stuart y McDougall estaban presentes, esta información no sabía como gestionarla, había tantas posibilidades, locura, aunque nunca juzgo al Laird como poco cuerdo, que hubieran sido los McDougall por mancillar a su pequeña, que no fuera cierta la noticia,... No sabía que hacer, solo centrándose en los suyos y tratando de no pensar podía seguir con su vida, incluso tuvo que cambiar su alcoba, la anterior, la que compartió con ella le traían demasiado recuerdos que lo atormentaban.
Pasaban los días y se preguntaba como estaría Kenna, con su embarazo cada vez más visible, si habría sido bien acogida en su clan, un sin fin de dudas que lo asaltaban al cerrar los ojos. Por todo esto su gente estaba preocupada, su laird tenía un aspecto horrible, las ojeras se marcaban bajo sus ojos, su carácter se había vuelto huraño e iracundo, por el mínimo motivo acababa en las manos, los entrenamientos con sus hombres eran salvajes y altamente peligrosos, pero ellos poco podían hacer para apaciguarle.
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La rosa escocesa
Ficção HistóricaSiendo la menor y única hija del Laird McDougall, Kenna, es apartada del mundo. Recluida en las tierras de su padre y solo teniendo contacto con sus tres hermanos, los súbditos de su padre y sus guerreros de mayor confianza, pero esto cambiará cuan...