La Sultana

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- Mi señora...los soldados del desierto nos han avisado de una caravana acercándose al reino.

- Ya han llegado ...

-¿Cuál es su orden mi señora?.

- Preparen todo para su visita. Hoy Abtule y Melet hará su trato de unión.

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El sol estaba en plenitud. El calor se impregna por las telas de la caravana, el agua de sus bolsas estaban a punto de escasearse. Ya no habría ningún problema de ello, ya que a lo lejos se podían ver unas tiendas que daban señal de que estaban a unos cuantos pasos de llegar a la ciudad de Melet.

Melet era uno de los grandes reinos más poderosos se todas las tierras desierticas. Siempre gobernada por un poder fuerte y estricto, pero, era un lugar tranquilo y pacifistas. Era un reino de grandes cultivos de vino, productor de las telas más únicas que se hayan visto, telas con suaves cintas de oro puro para las familias reales.

Hace un par de años el Sultán del reino había fallecido misteriosamente dejando a su heredero , pero era un misterio de quién era su legítimo afortunado de gobernar el lugar. Abtule siempre había sido el reino que le otorgaba algunos productos como armas o joyería, sin embargo, en esta ocasión habían decidido en realizar una unión de paz. Si Abtule necesitará de apoyo en alguna guerra Melet sería gracias al pacto, apoyo militar cuando más se le necesite.

Ahora era la primera vez que nuestro querido Omega estaría fuera del palacio de Abtule. Sus condiciones de salud habían estado mucho peor desde que habían partido de su campamento para ponerse en marcha.

Las náuseas habían Sido constantes, su cuerpo estaba bastante agitado, su hambre se había hecho más notorio en cada segundo que pasaba. El joven Miguel estaba bastante preocupado por su pareja, siempre que intentaba conocer que le pasaba, evitaba con cualquier cosa el abordar sus preguntas. El alfa se había dado por vencido, pero aún así su intriga y preocupación lo estaban comiendo con intensidad.

- ¡Ya hemos llegado a Melet, joven príncipe!- exclamó uno de sus soldados sonriendo con gran alivio.

- Parece que el momento ha llegado...- dijo el joven Alfa dándole una sonrisa chueca de nerviosismo a su pareja.

- Espero con ansia reposar en una cama aún que sea.. mi espalda me ha estado matando. - dijo Hiro mientras se tocaba su cintura intentando darle un masaje.

- Hiro...¿En serio te encuentras bien?

-De nuevo...ya te he dicho que lo estoy.

-Eso lo sé, pero has estado muy extraño. No me importa si te he fastidiado con eso pero me preocupas.

- Solo es el viaje- mintió de vuelta- no estoy muy acostumbrado a esto.

- Hiro...

-Mi señor, ya estamos aquí.- Miguel salió de la carroza y se sorprendió al ver el inmenso palacio que tenía frente a sus ojos. Era mucho más grande que el de Abtule, era del mármol más fino que había visto el joven príncipe, se podían ver piedras preciosas incrustadas en sus muros. El oro puro brillaba con el rayo de sol y lo podía ver desde lo lejos.

No tardó en llegar uno de los sirvientes reales a recibirles en la puerta. Con una amable sonrisa, hizo una leve reverencia a ambos príncipes y les señalo el camino para entrar al palacio. Mientras ambos caminaban detrás del sirviente, el joven Omega observaba con detenimiento cada detalle, lugar, objeto, personas que se podían topar. Todos los trabajadores estaban con una sonrisa, conversaban entre ellos, era algo similar a Abtule pero éste tenía un ambiente mucho más diferente.

- ¿Quién viene ? - habló uno de los soldados que resguardaban en una especie de habitación donde se encontraba al misterioso gobernador de Melet.

Oasis (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora