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Lunes, 25 de febrero de 2019.

Buenos Aires, Argentina

El viaje a Brasil había sido desilusionante.

De cuatro partidos jugados, solamente habíamos ganado uno. Las rivales habían sido durísimas, sobre todo porque las campeonas brasileras tenían una preparación y un juego mucho superior al nuestro. Fue una lástima no haber conseguido ni siquiera el bronce contra San Lorenzo, pero por lo menos nos fuimos con la idea de que había muchas cosas para repensar y cambiar.

Luego de casi dos semanas, ayer habíamos vuelto al país con un día libre por delante y hoy era el de entrenamiento, ya que mañana tendríamos el partido por liga contra Universitario de Córdoba.

Hacía mucho calor dentro del predio. No aguantaba un segundo más la ropa del club, por más linda que fuera, y tampoco podía soportar el entrenamiento. Por eso, en cuanto finalizamos, fue un gran alivio, sobre todo para mis músculos que me lo pedían a gritos.

Por suerte, tenía mucho tiempo de libre de sobra al no tener una facultad por la cual preocuparme. Es por eso que alternaba los días de entrenamiento con alguna que otra salida, sea con mis papás o con amigas, como para no tener la mente ocupada pensando en la desazón producida en el Sudamericano.

—¿Qué pasa que tenés esa cara de orto? —preguntó Valentina, una vez que nos encontrábamos en el vestuario, quien se había sentado al lado mío a la vez que yo me desataba los cordones de las zapatillas.

—Nada, estoy cansada. —determiné.

En parte era verdad: no tenía demasiados ánimos de entrenar. Ni siquiera era capaz de descifrar de dónde había sacado la fuerza para entrenar hoy, pero suponía que una parte de mí sabía que, si no lo hacía, luego iba a arrepentirme.

—Es porque su enamorado xeneize no le habló. —se metió Sabrina Germanier y largué un suspiro que fue casi inaudible.

—¿No te habló? —preguntó Anahí.

—¿Cómo no te va a hablar? Si sos un bombón. —habló ahora, Sabrina Torino.

—¿Pueden dejar de decir boludeces? —expresé, con una sonrisa algo falsa. Si se enojaron por aquel comentario, no lo dieron a entender—. En ningún momento dije que no me había hablado y tampoco me quejé de eso.

—Justamente por eso, porque no dijiste nada. —recriminó Valentina, sacándose la remera y quedándose en top.

—Eso no quiere decir que no lo haya hecho. —determiné, gloriosa y un par de gritos se escucharon salir de sus bocas. Muchas me preguntaron qué había pasado, pero sólo contesté: —No sean chusmas.

—¡No nos podés pedir eso! ¡Es justamente lo que somos! —admitió Sabrina Torino y levanté los hombros en señal de respuesta y luego de algunas quejas más, cambiaron de tema.

La realidad era otra. Si bien nunca había sido una conversación sólida, sí había intercambiado palabras con Iván desde la última vez que lo había visto hacía, casi ya, tres semanas. Casi siempre eran contestaciones de las historias de Instagram, deseándome suerte y viceversa.

Mentía si decía que no había tenido intenciones de habérmelo cruzado hoy a la mañana. La verdad era que la última vez la había pasado muy bien, lo cual me había encargado de expresarle, y al parecer él también. Tampoco era como si quisiera fingir, pero realmente no podía esperar a que se repitiera.

12:51 | Iván Marcone.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora