Viernes, 14 de mayo de 2019.
Puerto Madero, Buenos Aires
El mensaje había llegado diez minutos antes que la clase terminara. Esperé impaciente tamborileando la lapicera contra el cuaderno mientras mi grupo de amigas charlaban sobre ir a tomar algo luego de la cursada.
—Cande, ¿venís? —preguntó Mercedes a mi lado y negué brevemente con una tímida sonrisa—. Daaaale, copate. Tomamos algo en el bar de acá a la vuelta.
—No, perdón. Tenía otros planes para la noche. Salgo con un amigo.
—¿Un amigo? —preguntó Paz en un susurro, de repente interesándose por la conversación. Asentí y miré a la profesora nuevamente—. ¿Estás saliendo con alguien?
Vacilé antes de contestar. Las chicas de la facultad no eran precisamente mis amigas: eran amigas de la facultad y punto. Además tampoco daba contarles que sí, que lo estaba y que era, ni más ni menos, que un jugador de fútbol.
—Algo así —hablé después de haberlo meditado un poco y ellas no intentaron sacarme mucha más información, lo cual agradecí.
En cuanto terminó la clase todos salimos, prácticamente, corriendo. Era viernes por la noche y muchos, al igual que yo, solamente esperaban terminar de cursar para irse de joda o tomar algo por ahí, como mis compañeras.
Saludé al grupo con el que me juntaba y les prometí que otra noche saldría con ellos. Me desearon suerte y se fueron para el lado de la avenida. Por mi parte, esperé en las escalinatas de la facultad hasta que vi el auto negro estacionándose con balizas en frente.
Corrí las escaleras y no esperé mucho más para abrir la puerta y meterme adentro.
—Dios mío, me estaba congelando —hablé mientras me encogía de hombros. Miré a la izquierda y sonreí—. Hola.
—Hola, perdón por llegar tarde. Se me complicó un tema en el club —habló Iván y me dio un rápido beso en la mejilla.
—¿Está todo bien? —pregunté y asintió despreocupado.
—Sí sí, ya arreglé todo... ¿Qué tenés ganas de hacer? —preguntó.
—Te doy vía libre para que elijas vos, ¿te parece? —lo pensó por un instante y asintió.
La noche estaba helada y los planes daban más para estar en una casa que para salir, pero no pude resistirme al ver su mensaje. No dudé un segundo en responderle que sí, y luego en avisarle a Florencia que llegaría más tarde a casa.
Finalmente decidimos ir a parar al primer bar que vimos cerca de su casa ya que, de todas formas, probablemente ese fuese nuestro destino final. Nos sorprendió que no haya tanta gente aunque en realidad lo agradecimos ya que ni siquiera queríamos ser vistos.
—¿Comiste? —preguntó una vez que nos sentamos en una mesa. Negué y añadió: —¿Querés algo? —volví a negar: —Deberías comer algo, Can.
Sonreí un poco y él me miró confuso.
—¿Por qué sonreís?
—No sé, es tierno que te preocupes por mí —confesé y alzó las cejas para luego relamerse los labios.
—¿Qué? ¿Pensaste que no lo hacía? —me encogí de hombros y negó con la cabeza—. Dale, comé algo, por favor.
Terminó por convencerme y aunque en realidad no tenía tanta hambre, comí lo más chico y ligero que encontré en la acotada carta que nos habían ofrecido para complacerlo. Me sorprendí cuando en el pedido incluyó cerveza.
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12:51 | Iván Marcone.
Fanfiction12:51 fue la hora en la que mi voz buscó las palabras para hablarte.