Jueves, 25 de abril de 2019.
Lanús, Buenos Aires
El final de la liga nos había proporcionado unos lindos quince días de descanso físico. Ciertamente las tres finales nos habían dejado exhaustas, y el dejar pasar algún lapso entre aquel campeonato y el que seguía, que se trataba ni más ni menos que de la Copa Metropolitana, había sido una gran idea. Sin dejar de entrenarse, todas pudimos retomar un poco de nuestras vidas en diferentes ámbitos; en mi caso, me concentré un poco más en prestar más atención en la facultad y de ponerme al día.
Además, contaba con una presencia muy importante: mi mejor amiga, Giuliana, había venido desde Mar del Plata a visitar a su familia y, por qué no, recordar la vida que había dejado acá hacía casi un año atrás debido a su carrera -alguna licenciatura en biología marina que a ella le fascinaba y sólo se dictaba en la facultad marplatense-.
A Giuliana la había conocido en la primaria. Se había sentado el primer día de clases de sexto grado a mi lado y desde ahí, fuimos inseparables. Debido a la diferencia de rutina de cada una -a mi amiga le importaba poco y nada todo lo que estaba relacionado a algún deporte-, era muy poco el tiempo que hablábamos, pero siempre nos teníamos presentes. Eso era algo que valoraba bastante.
Llegué a su departamento, donde originalmente vivía con sus padres a pocas cuadras del centro de Lanús, un poco apurada y malhumorada debido al tráfico que había y lo mucho que le había puesto el colectivo en llegar a provincia. Le avisé a mi amiga que ya estaba en la puerta del edificio y tardó algunos minutos en abrirme con una espléndida sonrisa.
Giuliana tenía algunos centímetros menos que yo. El cabello castaño, de ese tono tirando a chocolate, le caía un poco más abajo de los pechos; sus ojos eran marrones café y tenía una bella sonrisa que delataba el piercing del frenillo.
Como siempre que nos veíamos, me abrazó fuertemente.
—Veo que te pusiste la diez y trajiste facturas —comentó ella, cuando el ascensor ya llegaba al cuarto piso, nuestro destino.
—Y sí, sino no me dejás pasar.
—Me gusta que sepas las reglas de la casa —reímos juntas y nos adentramos al departamento, en donde me recibieron sus padres.
Luego de haber mantenido una pequeña charla -un ida y vuelta en donde nos preguntábamos sobre la vida- junto con los padres de mi amiga, nos dejaron a solas para irse a hacer las compras. Una vez que se fueron, sentí la penetrante mirada de mi amiga sobre mí.
—Bueno, ahora que se fueron los viejos poneme al tanto de tu vida afuera de la cancha, que es lo que me interesa.
Reí e hice caso a lo que mi amiga me pedía. Me gustaba pasar tiempo con ella sobre todo porque sabía escuchar -algo que a mí también me salía muy bien- y era un ida y vuelta. Además, hablábamos de casi todo sin pudor.
Giuliana había sido de las primeras -y pocas- personas que se habían enterado de lo que "tenía" con el 5 de Boca. De más está decir que a ella no le entusiasmaba ni un poco nada de esto, por eso había hecho tanto hincapié en mi vida amorosa.
—Mirá, Cande, te voy a ser completamente honesta —largó después que le haya contado lo más reciente. Tomó del mate, y mientras me cebaba uno, habló: —No creo que sea alguien para vos.
Como bien dije, pocas personas sabían de lo nuestro -Florencia, quizá las chicas del club a las cuales consideraba una tumba, y Giuliana, no mucho más-. No era como si yo necesitara la opinión de mi amiga para establecer una relación, pero me gustaba oír sus opiniones al respecto. Esta vez, no me gustó.

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12:51 | Iván Marcone.
Hayran Kurgu12:51 fue la hora en la que mi voz buscó las palabras para hablarte.