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Sábado, 2 de febrero de 2019.

Colón, Entre Ríos.

Había pasado una semana completamente agotadora.

El domingo pasado habíamos recibido a River en el polideportivo de San Lorenzo, el Roberto Pando, por una copa amistosa la cual terminamos ganando 3 a 0. Había sido un lindo partido, aunque haya sido amistoso, y un buen comienzo.

Si bien la agenda era bastante reducida, nosotras siempre apostábamos a más. Es por eso que ahora nos dirigíamos hacia Paraná, donde disputaríamos como visitantes el primer partido contra San José.

La música en el micro estaba al palo y sonaba reggaetón viejo, siempre musicalizado por Sabrina, mientras que con Agostina Beltramino, otra compañera, y Victoria jugábamos a las cartas.

—¿Y le hablaste? —preguntó Agostina mirando sus cartas—. Te estoy hablando a vos, Candela.

—¿Qué? ¿A quién?

—A mi mamá. ¿A quién va a ser? —dijo irónicamente mientras tiraba una de sus cartas y Victoria la agarraba, riéndose.

—¿Al de Boca, decís vos? No... ¿Por qué le hablaría?

—Porque lo seguiste. —habló ahora Victoria y tiré una carta que nadie agarró.

—Lo seguí porque está bueno. Además... sigo a todos los jugadores de Boca.

Entre ellas se miraron y no dijeron más nada, aunque alguna que otra mirada se dedicaban. Continuamos jugando hasta que llegamos al hotel donde nos hospedaríamos, cada una se quedó con una compañera para la habitación –en este caso, a mí me tocó la capitana, Natalia Espinosa- y nos dieron cuarenta minutos libres antes de comenzar a entrar en calor.

Apenas me tiré en la cama, cerré los ojos. Aunque la voz de mi compañera no se hizo esperar.

—Me contó un pajarito...

—Ay no, Nati...

—...que no te animás a hablarle.

—No es que no me animo a hablarle, ¿quién te dijo esa boludez? —abrí los ojos, me acosté de a poco en la cama y la miré.

Natalia era la más grande de todas. Era corpulenta, tenía el pelo castaño, aunque con las puntas rubias y era un poco más chica que yo. Era la capitana del equipo y sin dudas, una de las mejores consejeras.

—Una de las Sa. —me dijo y me reí ante el apodo. Las Sa era porque en el equipo había dos Sabrinas—. No te voy a decir cuál.

—Me imagino cuál habrá sido, no te preocupes. —levantó las cejas en mi dirección—. ¿Qué?

—Que me dijo otro pajarito que mañana, cuando lleguemos a Buenos Aires, vamos a hacerle el pasillo de honor a Boca. Y vamos a poder dar la vuelta con la Copa.

—¿En serio? —Nati asintió con una sonrisa—. A veces me gusta que se acuerden de nosotras.

Veinte minutos más tarde, el DT se encargó de informar, en todas las habitaciones, que faltaba poco para que el precalentamiento comenzara, así que deberíamos organizar nuestras cosas y situarnos en la entrada del hotel, donde el pequeño micro nos esperaría para ir al predio de San José.

Calentamos, el DT nos dio la clásica charla motivacional de principio de liga, y los organizadores se encargaron de los últimos toques y yo miré a la tribuna. No había demasiada gente en las gradas, claro, y suponía que los que había eran solamente amigos o familiares de las jugadoras. Luego, hicimos el saludo protocolar y nos posicionamos cada una en nuestro lugar.

12:51 | Iván Marcone.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora