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Estadio Luis Conde, La Boca

Iván

—Esta es una pésima idea —murmuré detrás de Melina mientras avanzábamos por los pasillos internos del pequeño estadio.

—Callate y seguime. Me vas a agradecer más tarde —se dio media vuelta al contestarme y no tuve más opción que obedecerla.

No tenía ni idea cómo Melina conocía mejor aquel lugar que yo, supongo que había preguntado antes de asistir en este tour improvisado porque sino no tenía idea de dónde había sacado que podíamos entrar al estadio sin que todos los hinchas nos reconocieran.

Aún era temprano y la cancha lo demostraba: recién comenzaba a llenarse. La gente colgaba trapos, banderas, se acomodaba con sus bombos y algunos quizá hasta ya tenían el mate y el termo listos para que comenzara el show.

Melina hizo que la siguiera hasta que nos sentamos en un lugar donde tranquilamente no nos podría ver nadie, en una de las gradas más altas. Ella no llevaba ningún accesorio, aunque yo tenía anteojos de sol y gorra.

—Sacate los anteojos, parecés ridículo —murmuró a mi lado mientras sacaba el celular y respondía algunos mensajes. Volví a hacerle caso y me los saqué, teniéndolos en mis manos.

—Qué raro que esto no esté lleno.

—Dentro de diez minutos se llena, no te preocupes.

Por suerte, en todo ese lapso de tiempo que pasó entre que nos sentamos y la gente seguía llegando, nadie me había reconocido. Agradecí aquello sobre todo porque no quería estar todo el partido sacándome fotos o firmando camisetas, no era algo contra la gente pero se volvía un poco cansino de vez en cuando.

Melina era la que sabía de voley -yo solamente conocía lo básico- es por eso que me dio un breve repaso de cómo se jugaba en cuanto a reglas o cómo eran las posiciones. Cuando había terminado, me di cuenta que el estadio se había llenado tal y como lo predijo ella. Era increíble la multitud de gente que había acomodándose en diferentes lugares.

—¿Qué número lleva? —me preguntó y me encogí de hombros—. ¿No sabés? Por Dios, ya veo por qué te dejó.

Le pegué suavemente en el brazo y ella se rió a la vez que señalaba hacia un punto de la cancha.

Estaban saliendo las jugadoras de ambos equipos a realizar el precalentamiento y justo ahí vi a Candela, que llevaba el número 11 orgullosamente sobre su espalda. Se reía con alguna de sus otras compañeras, quien creo que era una de las Sabrinas, y comenzaron a practicar pases o simplemente a elongar.

Mis ojos sólo la seguían a ella como si fuera la única cosa que importara en la cancha -aunque en realidad, así era- y solamente estaba atento a lo que ella hacía. Me di cuenta que la estaba mirando embobado porque Melina apoyó su cabeza en mi hombro y habló:

—Estás completamente enamorado y estás tan tarado que me encanta —dijo mientras observaba conmigo.

—No estoy enamorado —refuté mirando hacia mi costado derecho y ella se rió.

—Como vos digas, Iván.

Luego de unos minutos más, las jugadoras de Boca se reunieron para realizar la típica charla pre partido mientras que las de Gimnasia se preparaban directamente para entrar en cancha, algunas sacándose las pecheras y acomodándose los protectores.

12:51 | Iván Marcone.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora