12:51 | Iván Marcone.

25.

Agosto 2019
La Bombonerita, La Boca

—Es el peor horario del mundo —mencionó Sabrina Germanier en cuanto me saludó para comenzar con el entrenamiento.

Hacían seis grados y eran las ocho y media. Era el peor horario del mundo, pero debíamos preparar el partido por liga ante Gimnasia y encima, todo tocaba en dos turnos.

Estábamos a punto de entrar hacia el complejo cuando escuché cómo me llamaban. Sabrina, a mi lado, me codeó.

—Viene tu enamorado —susurró y le devolví el golpe.

—Callate, tarada.

Gastón se aproximó hacia nosotras y nos saludó a ambas. Sabrina se excusó rápidamente con que tenía que juntarse con alguna de mis compañeras y nos dejó solos.

—No me confirmaste nada el otro día—habló y me mostró una sonrisa con brackets.

La relación con Gastón había empezado hacía algunos meses atrás cuando me había hablado de la nada en el complejo. Algunos días después me siguió en Instagram y me contestaba alguna que otra storie, así que la charla salió de ahí, después fue sólo cuestión de animarme a saludarlo cada vez que lo veía.

—Me quedé dormida —confesé. No estaba orgullosa de admitir que me había ofrecido tomar mates después de su entrenamiento, pero me quedé totalmente dormida estudiando—. Pero si querés salimos a la tarde.

—Na, me muero. ¿Candela Salinas me está preguntando si quiero salir con ella?

Me reí y a lo lejos vi cómo Nahitán Nández llamaba a Gastón. Este se dio vuelta y les hizo una seña al grupo como que ya iba y no pude dejar notar que Iván nos miraba.

Ay, no lo veía hace tanto.

Y estaba tan lindo como las stories lo habían mostrado.

Aunque igual tanto no había cambiado en el mes que no estuve, pero igualmente fue como si alguien me hubiese puesto un cuchillo en el corazón y le hubiese dado vueltas y vueltas.

Lo miré, me miró completamente serio y no despegó su vista de la mía ni siquiera cuando Gastón se volvió nuevamente hacia mí.

—¿Entonces? ¿Te espero? Creo que vos salís más temprano, ¿no?

—Eh... —miré a Iván, quien ahora se encontraba detrás de él y asentí—. Sí, sí. Esperame.

—Buenísimo. Espero que no le moleste.

—¿A quién?

—A Marcone. Me está mirando con cara de orto

—No, nada que ver —mentí y volví a ver hacia aquel grupo: ya no miraba hacia acá—. Igual no le debería importar si salgo con otros o no.

—Hey, ¿me estás llamando otro? —preguntó triste.

—Sabés que no —ladeé mi cabeza al contestarle—. Te dejo porque en —miré mi reloj— seis minutos tengo que estar lista.

—Dale, andá. Te espero entonces. Avisame cuando estés —lo saludé y me apuré para así poder comenzar el día.

Iván

—Hay una chica esperándote ahí afuera —mencionó Lisandro quitándose la camiseta a mi lado.

—¿Quién? —le pregunté confundido. Quizá se trataba de Candela.

—No sé, me preguntó si estabas en el vestuario y le dije que sí.