Domingo, 10 de febrero de 2019.
Córdoba Capital, Argentina
Iván
—No entiendo. —le respondí a Cristian mientras este miraba su celular.
—¿Qué no entendés? —preguntó el cordobés con su acento tan característico—. No quiero estar más con ella.
—¿Y por eso la desechás como si fuera basura? —pregunté cauteloso. No me dedicó una buena mirada, por lo que agradecí que en ese momento Darío había entrado.
—¿Qué onda, qué hacen? —preguntó mientras se sentaba a mi lado en el living del hotel.
Nos encontrábamos a horas de jugar el partido contra Belgrano y como habíamos vuelto de entrenar hacía poco más de una hora, nos habían dejado el hueco libre para descansar.
En general, me llevaba bien con todos, pero como en todo plantel siempre había alguna que otra afinidad. Por supuesto, me llevaba mucho mejor con Darío y con Lisandro López, a quienes conocía de haber jugado en Arsenal. Sin embargo, no tenía problemas con ninguno.
—Cristian estaba contando cómo le va a dejar de hablar mágicamente a una chica. —contesté mientras le pasaba un mate a Darío.
—¿Qué Cristian va a hacer qué? —preguntó Nahitán, acercándose y desplomándose en una de las sillas junto a la mesa.
—Menos mal que no quería que se enterara nadie. —habló Cristian mirándome y yo levanté los hombros.
—¿Ahora es mi culpa? —pregunté riéndome y el cordobés bufó—. Es una actitud de pendejo y no lo querés aceptar.
—Pero callate, chanta, la de veces que habrás hecho eso con mis amigas. —dijo Darío y lo miré serio—. No me mires así, es verdad. Te las chamuyabas y no les decías nada.
—Tenía diecinueve, hermano.
—Bastante grandecito para esas boludeces. —opinó Nahitán y el resto, menos yo, se rió.
—No conozco sus habilidades con los chamuyos. Tendría que preguntarle a su conquista actual. —respondió Darío y lo miré como para que no siga hablando.
—Muchachos. —un utilero se acercó hacia nosotros—. Disculpen que los moleste, pero me dijeron que dentro de cuarenta minutos tienen que estar arreglados. En una hora salimos.
Luego de diez minutos más, cada uno partió hacia su habitación a arreglar el bolso u a bañarse. Nadie volvió a hablar del tema, pero aun así a Cristian pareció importarle poco lo que le había aconsejado. Tampoco era como si fuera el indicado para hacerlo, pero él había pedido un consejo y yo se lo había dado.
Darío y yo fuimos los últimos en abandonar el hall. Lo miré, me miró y se rió.
—No puedo hacerme más el boludo. —apoyó la palma en el respaldo de una silla y habló—. ¿Cómo te fue con la piba el otro día?
—Bien.
—Me pudre cuando sos monosilábico. —admitió y levanté un poco mis comisuras en señal de sonrisa.
—¿Y qué querés que te diga? Estuvo bien.
—¡Pero contame más! ¿Qué hicieron, qué te dijo?

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12:51 | Iván Marcone.
Fanfic12:51 fue la hora en la que mi voz buscó las palabras para hablarte.