Iván
4 am
Abrí los ojos incluso cuando en Buenos Aires no había amanecido.
La habitación se encontraba en silencio, sin embargo mi cabeza parecía que era un tren que iba a ciento cuarenta kilómetros por hora de lo mucho que pensaba, ya que me recordó el sueño que había tenido en donde volvía a verla y me llamaba. Su voz se había sentido tan real que había comenzado a asustarme, probablemente por eso me había despertado.
Busqué en qué concentrarme y rápidamente fijé mi atención en el cuerpo que tenía a mi lado. Tenía a Candela abrazada por la cadera con mi brazo izquierdo y se encontraba a una distancia considerablemente cerca de mi pecho, aunque eso no me molestase en lo absoluto.
No sé por qué en ese instante preferí contemplarla que volver a dormirme, sabiendo que todavía tenía algunas horas más para dormir. A pesar de ello, observé lo calmada y relajada que se veía: su rostro reflejaba una armonía casi envidiable, con aquellos labios finos sellados en una línea y su cabello castaño cayéndole por los hombros.
Era hermosa. Genuinamente hermosa.
Estuve diez minutos mirándola, como si se me fuese la vida en aquello. Cuando creí que era demasiado temprano cuando podría seguir durmiendo y aprovechar del momento, me giré en busca de mi celular. La luz de la pantalla hizo que entrecierre un poco los ojos y al instante supe que eran las cuatro y diez, cuando nos habíamos dormido casi cerca de las dos. Casi que tiré el celular por el aire, así que volví a darme vuelta y me acomodé en la cama en busca de más horas de sueño.
Consideraba que no había hecho gran esfuerzo, sin embargo Candela largó un suspiro y se acercó más a mí, casi apoyando su cabeza a mi pecho. Sonreí brevemente y pensé que quizá podría llegar a acostumbrarme a esto algún día.
8 am
Volví a despertarme horas más tarde, cuando el calor ya comenzaba a hacerse presente en el ambiente. Me quedé tan solo unos segundos mirando el techo hasta que caí en la cuenta que Candela no se encontraba a mi lado.
Miré el celular por si había algún mensaje, pero no, nada. Eran las siete y cuarto de la mañana y en dos horas debía entrenar. Suspiré y con pesadez me levanté de la cama, y me sorprendí al oír música proveniente del living así que me despreocupé al instante ante su falsa ida.
Una vez que terminé de bañarme y cambiarme -aunque mi atuendo del día consistía en un simple bermuda de jean y una camiseta-, me adentro en el living y me quedo estático en el marco de la pared de la cocina. La imagen que se presenta ante mis ojos me hace lucir una sonrisa tonta: Candela se encuentra de espaldas a mí, moviendo sus caderas al ritmo de alguna canción de pop bastante pegadiza que no llego a reconocer. Mi remera le llega a un poco le llega hasta un poco más abajo de la cadera y quedo fascinado ante el concepto de Candela usando mi ropa.
Me acerqué lentamente y envolví mis brazos en su cintura, sorprendiéndola.
—Buen día. —murmuré antes de darle un beso en la mejilla.
—Hola, bello durmiente. —replicó con su agradable voz.
—No dormí tanto. —espeté ante su comentario, pero ella se giró quedando frente a mí y me miró con una sonrisa irónica.
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12:51 | Iván Marcone.
أدب الهواة12:51 fue la hora en la que mi voz buscó las palabras para hablarte.