~POV AnaísPasaron los días y ver a Dante cada vez era más difícil. Lo único que sabía de él era que pasaba los días fuera buscando a alguien. Byron se pasó varios días y hablamos pero al caer la noche volvía a estar sola.
Aquellos últimos días había pasado más tiempo con Merediz y aprendí muchas cosas con ella. Me enseñó a coser y a hacer cerámica. Pero hacer esas cosas no llenaban mi vacío. Buscaba a Dante todos los días pero nunca parecía dar con él.Decidí que aquella tarde iba a salir a dar una vuelta por los alrededores del castillo. Necesitaba aire, aquel sitio me ahogaba y más si Dante no estaba allí.
El frío era cada vez más notorio por lo que me puse una capa por los hombros para protegerme también del viento. Una vez fuera caminaba sin rumbo por los alrededores. Decidí ir a ver cómo estaba el invernadero que Dante me enseñó pero al llegar era más triste de lo que recordaba.
La última vez que estuve allí, aquel hombre que Dante tiene encerrado en el sótano me secuestró y destrozó todos los cristales de aquel pequeño paraíso que ya no era ni la mitad de hermoso que antes.
Bueno por lo menos sabía que aquel hombre lo había pagado.~POV Dante
Los últimos días habían sido bastante monótonos. Hacía el trabajo que siempre he hecho hasta ahora pero resultaba más aburrido que antes. No tenía ni ganas de buscar a mi padre, el hombre que traté de salvar toda mi vida y que ahora me quiere muerto.
Ya pocas cosas tenían sentido en mi vida. ¿Que sería de mi ahora? ¿Cuál era mi misión a partir de ese momento? ¿Huir?
Tenía tantas ganas de volver a tener a Anaís en mis brazos. Pero no me lo permitía. Aquella bella joven me odiaba y no iba a hacerla sufrir. Prefería morir con el corazón congelado sin sentimientos a romper el suyo.
Cada mañana la veía despertar en mi cama, en nuestra cama. Cada día veía como buscaba distracción de aquel sitio. Tal vez lo correcto sería dejarla marchar...............
- Pero Dante, ¿seguro que esta es la mejor opción? Tal vez va a ser más peligroso. - Me decía Byron tratando de convencerme.
- Si, por favor busca algún sitio lejos de cualquier peligro y mándala allí. Una vez lejos podrá ser libre e irá a donde quiera. - Byron me miraba incrédulo. Aquello no era lo que yo quería si no lo que ella necesitaba.
- No pienso ir a ningún sitio. - Anaís nos sorprendió a ambos entrando en la habitación. Había estado evitandola todos aquellos días y verla de nuevo tan cerca fue lo mejor de toda la semana. - ¿Crees que voy a hacer lo que tú quieres?
- Creo que es hora de que te vayas del castillo. Ya no tienes nada que hacer aquí. - Anaís se acercó a mí y con su puño cerrado pegó mi pecho.
- No sabía que alguien que daba tanto miedo podía ser un cobarde. No quiero irme. Me voy a quedar aquí, quieras o no quieras, contigo. - Aquellos hermosos ojos se cristalizaron. - ¿Me vas a decir que no me quieres aquí?
Claro que la quería allí, la necesidad de verla todos los días era lo que me mataría. Pero ella me odiaba y era algo irremediable. De repente ella agarró mi cara con sus suaves manos y me obligó a mirarla. Nuestros rostros estaba muy cerca.
- ¿Quieres que me vaya? - Me dijo más lentamente. Para ese momento ya estábamos solos en la habitación. Byron desapareció poco después de que Anaís entrara. - Mentiroso. Afronta lo que has echo.
- ¿Que quieres que afronte? - La distancia entre nosotros seguía siendo inexistente.
- Lo sentimientos que has creado en mí. Los sentimientos que tienes. Todo lo que hemos pasado. Puede que tal vez te ame. ¡Si! Te amo. - Tras decir eso se separó de mi tapándose la cara con las manos. Aquellas palabras que habían salido de sus labios seguían retumbando en mi cabeza.
Sin dudarlo tomé sus manos obligándola a mirarme. Tenía la cara roja por las lágrimas y la vergüenza. Sus mejillas ardían pero mis manos al estar frías producía una agradable sensación.
- Déjame. - Ella evitaba mi mirada como una niña. Sus manos estaban encima de las mías intentando apartarlas de su cara, cosa que no consiguió. - He dicho que me dej... - Pero callé sus palabras con mis labios. Ambos nos unimos en un beso desesperado que duró varios segundos hasta que nos quedamos sin aire.
- No vas a callarme así para siempre. - Dijo ella cuando recuperamos nuestra respiración normal.
- Ojalá pudiera. - Ella se sonrojó más aún. Aquella chica tenía dos caras completamente diferentes. Una dulce y adorable que se avergüenza de ese tiempo de palabras y otra que la convertía en una mujer sexy, deseable y misteriosa.
Y ella sabía jugar con todo a su favor.- No me iré a ningún sitio sin ti. - Me dijo aún avergonzada. Sabía ser más directa que yo que tenía mucha más experiencia que ella.
Al parecer yo también tengo dos caras.
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Anticristo
RomantizmEn un mundo lleno de brujas, fantasmas y todo tipo de criaturas imaginables vive Anaís, una chica ingenua al margen de todo ese inexistente mundo para muchos. Hasta que un día el destino hace que se tope con Dante, el mismísimo hijo del anticristo...