Capítulo 20

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Dante ~POV

Veía como me miraba. Aquella mirada llena de suplica y de ganas de comerse el mundo. Sabía que ella era capaz, al fin y al cabo tuvo lo suficiente para atraerme a ella sin hacer nada. Simplemente no quería que formara parte de aquel mundo que la obligaría a hacer cosas que tal vez no querría. Su inocencia no lo soportaría y yo no soportaría que se destruyera en ese mundo.

- Dante. Tengo claro lo que quiero. Quiero pasar mi vida contigo ¿pero como estaremos juntos si puede llegar un punto que no podamos ni tocarnos? - No lo soportaría. Ella se acercaba a mi y tocó mi cara suavemente. Aquella suave mano que se deslizó por mi mejilla hasta llegar a mis labios. Aquella chica no le tenía miedo a nada.

- Mañana temprano partiremos. Iré contigo. - Le dije sin estar convencido del todo. Ella saltó a mis brazos y me obligó a dejarla con cuidado en la cama donde me tumbé a su lado. 

- Gracias. - Me dijo con una sonrisa en la cara. De repente apoyó su cabeza en mi pecho y cayó rendida al sueño dejándome a solas mirándola.

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- Date prisa. - Le dije a Anaís mientras bajaba la escalera. Llevaba ropa algo más moderna ya que iríamos al pueblo y tal vez toparíamos con gente.  Ella se acercó a mi mientras recogía su hermoso pelo. Al final tuve que posponer la reunión con mis seguidores para mañana. Hoy tenía muchas cosas en mente.

- Lista. - Dijo sonriente. Estaba más emocionada de lo que quisiera pero en parte la entendía, después de tantos meses volver a su casa, debe ser extraño y emocionante. Yo asentí con la cabeza y ambos salimos del castillo mientras las enormes puertas eran cerradas por el servicio. Fuera hacía frío así que lo primero que quise comprobar es que Anaís no pasase frío. Ella pareció haber leído mi mente y me dijo que estaba bien.

Fuimos a un pequeño garaje donde tenía varios coches. Anaís parecía sorprendida.

- Pensé que solo tenías caballos y carrozas, no coches. Y menos tantos. - Me dijo acercándose a ellos y pensando cuál quería montar. Señaló mi Jeep negro y yo me acerqué. - Este coche es el testigo de nuestro segundo encuentro, quiero ir en él.

Tenía razón. Desde aquel coche pude ver a una bella joven caminar cargada de bolsas con comida hasta que torpemente se tropezó. Habían pasado tantas cosas desde aquello. Ella parecía estar pensando lo mismo. Ambos nos subimos y arranqué el coche hasta que a más de media hora llegamos a su casa.

Una pequeña casa casi en medio de la nada. Pensé que estaba más en el centro pero pensándolo mejor y conociendo la personalidad de Anaís le pegaba bastante. Entramos a su hogar y ella se dirigió directamente a una caja que sacó de dentro de un alto armario.

- Hacía años que ni pensé en buscar entre las cosas de mi madre. Y mucho menos para tratar de encontrar algo así. - Rebuscaba entre las cosas de la caja con sus finas manos cuando de repente noté como se cortó con algo. Se quejó.

-¿Estás bien? - Me acerqué preocupado a ella mientras miraba algo dentro de la caja. Ella asintió y sacó un libro que parecía haber manchado con su sangre. Éste se abrió solo una vez Anaís lo dejó en el suelo y su nombre apareció como portada.

- ¿Que significa esto? - Tocó con sus dedos su nombre ahora grabado en lo que suponía que era un grimorio.

- Es un grimorio. Pertenecía a tu madre y por lo que veo, al compartir sangre ahora es tuyo. Te ha elegido, te pertenece. - Ella parecía absorta por el viejo libro. Comenzó a leer sus páginas sin prestar atención a nada más.

De repente escuché un ruido fuera de lo que pude oler algún ser no humano. Un demonio rondaba por la zona y no era casualidad que estuvieran aquí mientras Anaís está. Toqué el hombro de Anaís mientras leía y salí de la casa para buscar al sucio demonio.

A lo lejos pude ver una sombra y al segundo me coloqué delante de él. Parecía un joven demonio. Estaba asustado al ver mi cara.

- Señor. - Se arrodilló ante mí.

- ¿Qué es lo que buscas?

- He venido atraído aquí por un dulce olor a sangre mágica. ¿No la huele? Se la cederé a usted señor. - Agachó su cabeza. La sangre de Anaís parecía haber cambiado su esencia. Aquel chico parecía inofensivo pero podría ser peligroso tener demonios sueltos a su alrededor.

- ¡Dante! ¿Donde estás? ¿Nos vamos? - Mi joven amante salió de su casa en mi busca. En cuestión de segundos el demonio se desvaneció de nuestra vista. - ¿Pasa algo?

- Nada. Creí haber visto algo. ¿Tienes todo? - Le pregunté cambiando de tema. Ella asintió y se acercó a mi para agarrarse a mi brazo.

Ya de camino al coche y entre risas y bromas de su parte de repente noté como su cara cambió completamente.

- ¿Anaís? - Escuché una voz femenina dirigirse a mi amada. Ella se sorprendió tanto que salió corriendo sin decir nada hacia la chica y ambas se abrazaron.

Anaís ~POV

- ¡Tyra! ¡Te he echado tanto de menos! - Abracé a mi amiga a la que llevaba meses sin ver. Ella se separó y me pegó en el hombro.

- ¿Donde has estado todo este tiempo? ¿Acaso sabes cuánto te hemos buscado? - Tyra miró a Dante esperando una respuesta.

- Es una larga historia. Demasiado. Te quiero presentar a Dante, mi novio. - Traté de cambiar de tema.

Dante se acercó a mi amiga en modo de presentación pero ella se alejó. No le dirigió la palabra ni la mirada. No parecía caerle bien. Dante retrocedió entendiéndolo.

- Trya, han pasado muchas cosas como para que pueda contarte. - Suspiré. Además no puedo ser totalmente sincera con ella. No parecía contenta ya que no decía nada. Algo raro en ella.

- Mañana vamos a dar una fiesta en mi casa. Si quieres puedes venir. Y tráete a una amiga o un acompañante. Así os podéis poner al día. - Soltó Dante de repente. Aquello me sorprendió. Lo veía demasiado peligroso. Pero sin tener tiempo de decir yo nada, mi amiga aceptó.

- Allí estaré. ¿Me pasas la dirección? Me preguntó mi amiga. Aquello me recordó que hacía mucho que no tenia contacto con la tecnología.

- Yo te la paso. - Dante sacó un teléfono y Tyra no dejaba de mirarme. Todo era bastante incómodo.

 Todo era bastante incómodo

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