~POV DanteCerca de las 8:00 me encontraba yo sentado en el comedor con un libro en mis manos. Byron tocaba un piano que se encontraba al fondo de la enorme estancia, había sido su pasatiempo favorito desde que le conocía. Yo en cambio disfrutaba mi tiempo libre con libros y arte.
Ambos esperábamos la comida con una copa de exquisito vino, cuando las sirvientas comenzaron a salir y prepararon la mesa. Una detrás de otra con perfecta coordinación colocaban platos y vajilla para después comenzar a servir la comida. Disponíamos de cerca de una decena de sirvientas que ayudaban a mantener el castillo en orden. Todas era chicas que se habían ofrecido, para ellas era un honor servirme, para todas menos para una.
Busqué con la mirada a la nueva incorporación y la observé. Vestía el uniforme que todas llevaban, un largo vestido negro con un delantal blanco. Pero había algo en ella que deslumbraba más que en las demás, y no era ningún accesorio, era simplemente, ella.
La cena terminó una vez acabamos nuestra comida. En la mesa del comedor solo comíamos Byron y yo. El servicio comía después por separado en la cocina. Solo los privilegiados comían junto a nosotros. Las sirvientas comenzaron a retirar los platos y a recoger el comedor.
- Señor Dante ¿Desea usted algo más? - Se inclinó Merediz ante mí al hablar. Ella era la sirvienta que más tiempo había trabajado para mí. Estaba a cargo de enseñar a las demás y era como la señora de la casa. Era joven y bella. De cuerpo perfecto y carácter domable. Pero jamás llamó mi atención como para que le dedicase parte de mis pensamientos, en cambio ella siempre me deseó desde que entró aquí. Por ello trabaja para mí.
- Si, Merediz, informa a la nueva sirvienta que acuda a la biblioteca esta noche a las 11:00. - Ella asintió. Pude notar su cara de molestia. - Puedes retirarte por esta noche. - Y se marchó con paso acelerado.
Ya solo quedaba poco menos de una hora para el encuentro y decidí relajarme en mi habitación, sitio al que nadie entra nunca.
~POV Anaís
Dentro ya de mi habitación aún llevaba aquel uniforme que me habían obligado ponerme. Ahora sí que era una sirvienta de verdad. Estaba a punto de cambiarme cuando alguien tocó mi puerta. Yo me acerqué para ver de quién se trataba.
- Anaís ¿verdad? Yo soy Merediz, la señora de la casa. Me encargo de todas vosotras y de los asuntos más importantes aquí. De ahora en adelante escucharás todo lo que te diga y harás lo que quiera que hagas. - Decía mientras inspeccionaba mi habitación con la mirada. Era seca y su todo de voz era duro. - El señor Dante quiere verla a usted en la biblioteca en 30 minutos. Procure no llegar tarde.
- ¿Sabe usted que es lo que necesita? - Le pregunté. Ya que era la "jefa" podría encargarse ella.
- No me lo ha comentado. - Dijo girándose hacia mí y recorriendo cada centímetro de mí con sus ojos. - ¿Acaso se conocen ustedes de algo? No es muy habitual que el señor llame la primera noche a una sirvienta inexperta. Usted debe tener algo que él deseé. - Cada vez se acercaba más. Parecía que de un momento a otro iba a pegarme un bocado. - Quedas advertida, las chicas como tú duran muy poco aquí. Estaré pendiente de ti. - Y al terminar de hablar, la chica cerró la puerta con fuerza dejándome sola en mi habitación.
....................
Con prisa me dirigía a la biblioteca. El castillo era grande y aún no tenía idea de cómo ubicarme. A pocos minutos de las 11:00 me encontraba delante de las puertas de la biblioteca, que empujé con fuerza para ser capaz de poder con ellas. Al entrar, allí estaba él, sentado en un sillón color rojo sangre, sosteniendo una copa con un líquido.
- Adelante. Cierra la puerta y acércate. - Me indicó sin levantar la mirada del libro que sostenía. - Parece que has llegado a tiempo, bien. Odio la impuntualidad. - Dejó su libro en una mesilla cercana a él y se levantó.
-¿Qué es lo que necesitas? - Pregunté lo más formal que pude. Esa forma de hablar simplemente no me salía de forma natural. Él dio unos pasos hacia mí dirección.
- Realmente no sé qué necesito, simplemente te he llamado aquí. - Dijo impasible y se dió la vuelta. - Quería enseñarte este sitio. ¿Qué te parece? ¿No es hermoso? - Paseaba a lo largo de las altas estanterías que había a nuestro alrededor. Lo era.
- Lo es. Pero dudo que usted quiera que yo venga aquí para simplemente enseñarme su colección de libros.
- Eres audaz. Y nunca me has temido, pero tal vez esta noche cambie todo eso. Tal vez me odies, pero no podrás hacer nada. - Hizo una pausa y poco a poco se acercó más a mí. - Quiero que sepas quién realmente soy, que conozcas de lo que soy capaz y que no tengo nada que ocultarte. - A cada paso que daba mi cuerpo se sentía más caliente. Notaba que las respiraciones eran más rápidas por parte de ambos pero en ese momento Byron entró rápidamente en la biblioteca.
- Dante, te necesito ahora. No hay tiempo, te explico por el camino. - Dante se alejó de mí bruscamente y junto con Byron, salieron de donde yo me encontraba, dejándome sola.
Decidí irme a mi habitación. Suponía que aquella noche Dante y yo no terminaríamos nuestra conversación, pero de pronto, en el pasillo de camino a lo que era mi sitio de paz, escuché unos gritos en la planta de abajo del castillo. Decidí asomarme para ver qué pasaba, pero nada más hacerlo me arrepentí.
Dante sostenía la cabeza de un hombre en su mano, mientras que el cuerpo sin vida y sin cabeza se hallaba en el suelo desangradose.
ESTÁS LEYENDO
Anticristo
RomanceEn un mundo lleno de brujas, fantasmas y todo tipo de criaturas imaginables vive Anaís, una chica ingenua al margen de todo ese inexistente mundo para muchos. Hasta que un día el destino hace que se tope con Dante, el mismísimo hijo del anticristo...